Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Desde
que tengo uso de razón y fui consciente de lo que oía, escuche las palabras
normadoras “es que eres una niña”; y con el tiempo se convirtió en “es que eres
una mujer”. Siempre me gustó mi cuerpo, tenía buena pinta cuando me miraba al
espejo. Sin embargo, el primer dolor sobre mi cuerpo fue cuando unas niñas como
yo me dijeron “Eres una imilla”; es decir, eres indígena. A partir de aquel
momento la imagen que me devolvía el espejo empezó a sufrir dudas. Y así, poco
a poco, se desató una lucha constante en cómo yo sentía mi cuerpo de mujer y lo
que las y los demás esperaban de mí. Me rebelé de todas las formas posibles,
pero fui educada y normada para ser una niña y ser bien mujercita.
Cuando,
con el feminismo, mi cuerpo entendió que aquello que siempre sentí, ser
lesbiana o amar y desear sexualmente como pareja a otra mujer, no era algo
monstruoso, sino que era parte de la realidad de las mujeres, fue una gran
alegría para mi vida, ya no tenía que ocultarme de las miradas. Pero el sistema
de destrucción y dominio patriarcal se inventa siempre nuevas formas de
despolitizar las luchas y de diluir los lenguajes a tal punto de confundirnos y
de querer dejarnos sin discurso.
Hoy el
queerismo, la posmodernidad filosófica, el purismo fascista de la izquierda y
la santa inquisición feminista y colonial nos traen como resultado la
despolitización y la negación de los cuerpos, para confundirlos con las
cárceles que son el género masculino y el género femenino. Hoy cuando el
feminismo comunitario reavivó el feminismo en general con el concepto de
despatriarcalización y la reconceptualización del patriarcado, el mundo vive un
fortalecimiento, dejando caducas las políticas llamadas “de género”.
Sin
embargo, a partir de esa victoria del feminismo comunitario el sistema opera
confundiéndonos para que continuemos destruyéndonos entre nosotras y nosotros,
gente del pueblo, para que ellos y ellas, los de la élite, sigan chupando
nuestras vidas para su provecho.
Hoy
mujeres fuertes, con palabra, con voz, con propuestas en nuestros pueblos son
descalificadas por ser “como hombres”... ¿cómo se atrevieron? Y hay hombres que
son juzgados y atacados por el solo hecho de ser varones, sin darles chance a
la defensa. Se está trabajando fuertemente en enfrentarnos, ponernos a las mujeres
como las víctimas y pobrecitas, y a los hombres como los victimarios y los
malditos. En medio, se ubican mujeres y hombres machistas, colonialistas,
burgueses y fascistas que defienden purezas y usufructúan de la confrontación
entre nosotros y nosotras. No les tiembla la mano ni la boca para linchar y
mentir. Y bajo la consigna “¡Son hombres y son como hombres, se lo merecen!”,
empezó una cacería de brujas.
Al
respecto me pregunto: ¿de verdad estamos parando la violencia feminicida de los
hombres machistas hacia las mujeres? La respuesta es No. El feminismo
comunitario reivindica la comunidad como el lugar de la construcción educativa
y cultural, para erradicar el machismo y luchar contra el patriarcado como el
sistema de todas las opresiones.
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