Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Carla Espósito Guevara
Al momento de escribir esta columna el Presidente Nicolás Maduro anunciaba su decisión de retirarse de la Organización de Estados Americanos (OEA), luego del muy criticado papel que el Secretario General, Luis Almagro, jugara por activar la carta democrática contra Venezuela.
Uno de los propósitos esenciales de esta Organización es la prevención y resolución de conflictos, afianzar la paz y la seguridad en el continente, promover la democracia representativa y organizar la acción solidaria en caso de agresión. De hecho la OEA desarrolló una institucionalidad para responder a este objetivo incluso antes que las Naciones Unidas. No obstante, en la práctica la capacidad real de esta Organización para cumplir con esta finalidad ha sido cuestionada en innumerables oportunidades.
Para entender este fracaso no puede dejarse de lado que esta Organización es el instrumento diplomático de la hegemonía norteamericana en la región, que Estados Unidos es su principal donante y su actor a más poderoso. Desde su creación en 1948 el entonces Secretario de Estado norteamericano George Marshall, aprobó la Resolución sobre la Preservación y Defensa de la Democracia en las Américas, de clara matriz anticomunista, lo que marcaría desde el inicio la línea política de esta Organización.
La hegemonía norteamericana siempre fue el factor de crisis de la OEA. No resulta casual entonces, que pese a sus principios de respeto a la democracia, la paz y la seguridad en la región, guardara muchas veces un silencio cómplice con innumerables acciones de violaciones a la democracia, a los derechos humanos, agresiones e intervenciones militares, que incluyen, entre otras, golpes de Estado, desapariciones de personas, detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos de presidentes democráticamente elegidos, periodistas y líderes sociales, estudiantiles; muros, deportaciones y crímenes del narcotráfico.
La OEA que ahora pretende movilizar los principios de la carta democrática contra el gobierno de Maduro, elegido constitucionalmente por voto popular, es la misma que el año 2002, endosara el fallido golpe de Estado contrarrevolucionario del 11 de abril en Venezuela, encabezado por Pedro Carmona Estanca, apoyado por la CIA y el Departamento de Estado, quien violando la Carta Democrática Interamericana, aprobada por la OEA, nada menos que el año precedente, encontró el aliento oficial en este organismo. En aquella ocasión la OEA no actuó ni aplicó ninguno de sus instrumentos legales supuestamente diseñados para restaurar el orden democrático en Venezuela y fue cómplice absoluto del golpe.
Y es la misma que en 1954 guardara silencio sobre el uso de métodos terroristas contra la población civil y con el apoyo de las cruentas dictaduras militares de Honduras y Nicaragua, la que callara sobre la llamada “Operación Éxito, invasión mercenaria que derrocó al gobierno democrático, popular y nacionalista guatemalteco presidido por Jacobo Arbenz, la misma que cayó frente a los golpes de estado en Chile, Argentina y Uruguay que decapitaron gobiernos democráticamente elegidos, la misma que nunca se pronunciara sobre el Plan Cóndor, la mayor operación de crímenes de la historia del continente, la misma que no se indignó cuando Cedras depuso al presidente Aristide de Haití, la misma que dio su apoyo a Sánchez de Lozada después de la masacre del 2003, la misma que calló sobre la masacre del Porvenir en Bolivia, la misma que fue incapaz de de propiciar una solución al golpe de estado en Honduras y restablecer el régimen democrático y la misma que calla sobre la construcción de muros y las políticas antinmigrantes violatorias de los derechos humanos.
Precisamente por estas acciones la OEA perdió credibilidad en la región y durante la última década los gobiernos de izquierda de la región potenciaron otros organismos regionales soberanos sin la presencia de los Estados Unidos como la CELAC que redujeron la injerencia estadounidense en la región. Bajo el gobierno de Trump Estados Unidos pretende recuperar su hegemonía movilizando nuevamente a la OEA, en este nuevo escenario qué valor tiene continuar participando en un organismo intervencionista e históricamente parcializado hacia los intereses norteamericanos?
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