Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Olga Rodríguez
El terrible atentado de Manchester que ha
dejado 22 muertos y decenas de heridos se produjo tan solo tres días antes de
la cumbre de la OTAN que este jueves pasado se celebró en Bruselas, con la
presencia del presidente estadounidense Donald Trump. Veinticuatro horas más
tarde en círculos oficiales ya se comentaba que el ataque terrorista
condicionaría la agenda de la reunión de la Alianza Atlántica.
Sin duda Manchester se está usando para
condicionar este encuentro. Pero lo cierto es que el guion para esta cumbre
lleva tiempo moldeándose. Donald Trump tiene dos exigencias claras para sus
socios: que especifiquen como tarde en diciembre de qué modo lograrán aumentar
su gasto en Defensa hasta el 2% de su PIB y que la OTAN en sí misma entre a
formar parte de la llamada “coalición contra el terrorismo” que opera en Siria
e Irak. Hasta ahora socios de la OTAN participan en esas operaciones a título
individual. El presidente estadounidense quiere el compromiso de la propia
Alianza como ente conjunto. La apuesta bélica sigue in crescendo.
Para entenderlo bien, conviene recordar
qué ocurrió en la cumbre de la OTAN del pasado año celebrada en Varsovia.
Aquella reunión, con Obama como presidente de EEUU, pasó bastante desapercibida
en los medios y el debate público, pero ningún historiador del futuro la menospreciará
como hecho clave. En ella se subrayó la obligación de los países socios de la
Alianza Atlántica de destinar el 2% de su Producto Interior Bruto a Defensa en
un plazo máximo de ocho años y en ella se acordó el despliegue de miles de
tropas en la Europa del Este, casualmente en cuatro naciones limítrofes con
Rusia, cada vez más cercada. A nadie le pareció descabellado. No hubo
reacciones alarmistas en prensa, ni gestos de preocupación en las tertulias, ni
críticas en las páginas de Opinión de los diarios mainstream. Nada como la
apuesta unidisciplinar de la vía militar, las armas y el lenguaje bélico para
tener contentos a los medios y al discurso hegemónico, sin importar los riesgos
que tales vías implican para la ciudadanía.
Ahora Trump va a insistir en la necesidad
de más gasto y va a exigir pruebas que le garanticen que ese gasto se
producirá. También quiere mayores compromisos de la OTAN como tal en Irak y
Siria. Todo ello en un momento en el que acaba de firmar un contrato por el que
EEUU vende 100.000 millones en armas a Arabia Saudí, la monarquía absolutista
que desde 2011 ha intervenido militarmente o a través de servicios secretos en
Siria, Bahrein, Yemen y Egipto para entregar armas y apoyo a grupos
fundamentalistas, disparar a manifestantes, bombardear a civiles y apoyar a un
golpista.
El acuerdo entre Washington y Riad, con
la presencia de Trump en Arabia Saudí, ha sido publicitado a bombo y platillo
en los medios de comunicación estadounidenses. Los más afines a Trump, como la
Fox, hacen malabarismos y aseguran, faltando a la verdad, que Arabia Saudí es
ahora un país mucho más abierto que otros en la región y que la situación de
las mujeres ha experimentado grandes mejoras. Para ello muestran una y otra vez
la imagen de Melania Trump sin velo bajando del avión en Riad. La propaganda
está siendo burda y persistente.
Durante todo el tiempo que Trump estuvo
en Riad esta semana el hashtag número 1 en las tendencias de Twitter en Estados
Unidos fue #RiyadhSummit (Cumbre de Riad), pagado y promovido por la cuenta
RiyadhSummit, que se define como la “cumbre islámica árabe-estadounidense. Una
cumbre histórica. Una visión para un brillante futuro”.
El “brillante futuro” pasa por una clara
declaración de guerra a Irán, potencia regional con la que Arabia Saudí se
disputa poder e influencia en Oriente Medio y con la que combate militarmente a
través de terceros en Siria, Irak y Yemen.
Esta semana Trump ha dejado clara su
posición al acusar a a Irán, estando en suelo saudí (lo que lo hace más significante),
de “dar fuelle al fuego del conflicto sectario y el terror” y de “financiar,
armar y entrenar a terroristas”. También ha dicho que “esta es una batalla del
bien contra el mal”. Que lo haya afirmado en Riad manifiesta que el bien para
él es Arabia Saudí y el mal, Irán.
Su hombre para la política exterior, el
secretario de Estado Rex Tillerson, exdirector ejecutivo de la petrolera Exxon
Mobil, se ha expresado en los mismos términos y ha exigido a Teherán un
compromiso con los derechos humanos que en ningún momento ha solicitado a
Arabia Saudí, al menos en público. La secuencia de Tillerson criticando a Irán
con el ministro de Exteriores saudí al lado sonriendo satisfecho es muy
representativa.
Además, la administración Trump ha
informado de que baraja la posibilidad de impulsar una unión militar de los
países árabes suníes, una “OTAN árabe”, la llama. La venta de armas a los
saudíes supondría el primer paso para su construcción. Su principal objetivo
sería luchar contra el terrorismo y combatir a Irán, potencia chií. La iniciativa,
lanzada en forma de globo sonda, ha recibido fuertes críticas de expertos y
analistas, por tratarse de una clara toma de partido de Washington que sin duda
azuzaría el sectarismo en la región.
Hay una imagen del viaje de Trump a
Arabia Saudí que tiene cierto simbolismo en este momento de la política
internacional: Trump baila al son de la música con hombres vestidos con thobes
(túnicas saudíes), que empuñan espadas en sus manos. Termina la danza, el
presidente de EEUU se acerca a su esposa Melania y dice, refiriéndose al baile:
“It is beautiful”.
“Beautiful”, contesta ella.
Detrás, un representante saudí explica:
“Es la danza de la guerra”. “¡Ya lo veo!”, contesta Trump.
El presidente estadounidense lleva su
propia danza de guerra a la cumbre de la OTAN en Bruselas, donde varios socios
están dispuestos a bailarla, con más gasto, más armas, incluso más despliegues
eventuales, a pesar de que su compás es contrario a intereses europeos.
Washington pretende evitar la expansión
de las potencias que pueden hacerle sombra, sobre todo China y Rusia. Estas se
resisten y reclaman para sí los trozos del pastel que creen les corresponde. La
batalla se disputa principalmente en la frontera oeste de Rusia, en Oriente
Medio y en el Pacífico. Los dos primeros escenarios afectan de lleno a Europa,
por su cercanía geográfica. Y por si fuera poco, Trump quiere de los socios
europeos más implicación económica y militar.
La carrera armamentística avanza, sin
prestar atención al abismo. Solo un brote de sensatez, una reacción en las
urnas y la presión ciudadana global podrían detenerla.Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfp
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