Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Jorge Argüello
La desregulación financiera y la
crisis ambiental constituyen una grave amenaza para el mundo y pueden poner en
jaque a la democracia. ¿Cuáles son sus implicaciones para América Latina? ¿Cómo
construir respuestas que nos protejan de estos graves riesgos en un contexto de
ampliación de los niveles de desigualdad y de concentración de la riqueza?
Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva
de la CEPAL (Comisión Económica para America Latina y el Caribe), afirmó recientemente
frente a un auditorio colmado en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos
Aires, a partir de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el mundo está
reviviendo la amenaza potenciada de dos tragedias: la desreguladora y la
ambiental. Esas palabras, pronunciadas por una de las funcionarias con mayor
responsabilidad en el sistema de las Naciones Unidas, exigen una reflexión
acerca de cuál es la hoja de ruta a seguir para anticipar algunas respuestas a
ofensivas que ya conocimos en el pasado, así como a otras nuevas, aunque de
igual inspiración y peores resultados.
En América Latina, esta ofensiva se
fortalece en un contexto de alta concentración de la riqueza y, en algunos
países, de aumento persistente de la desigualdad: entre 2002 y 2015, las
fortunas de los multimillonarios latinoamericanos crecieron a un promedio anual
de 21 %, un aumento seis veces superior al del PBI de toda la región. Como gran
parte de esa riqueza se mantiene en paraísos fiscales, el grueso de los
beneficios del crecimiento de América Latina ha sido acaparado por un pequeño
número de personas muy ricas, a costa de los pobres y de una clase media cada
vez más precarizada.
Apenas asumió, Donald Trump ordenó
revisar la Ley Dodd-Frank de 2010, el último avance regulador que había logrado
el sistema político estadounidense sobre las actividades financieras de Wall
Street, después de la gran crisis de 2008, bajo la Administración de Barack
Obama. En aquel momento, todos evocaron el crack bursátil de 1929, la Gran
Depresión y la Ley Glass-Steagall de 1933, la cual, para evitar otro desastre,
separó la banca de inversión de los bancos comerciales de crédito. En 1999,
bajo la euforia neoliberal, esa barrera reguladora había sido desarmada y la
especulación sin límite provocó la crisis de 2008 y la Gran Recesión.

“Tengo amigos que no pueden abrir
empresas porque los bancos no quieren prestarles dinero bajo las reglas y
controles de la Ley Dodd-Frank”, sostuvo Trump. Su jefe de gabinete económico,
Gary Cohn, ex jefe operativo del gigante financiero Goldman Sachs, detalló: “Se
trata de ser un jugador en un mercado global en el que vamos a tener una
posición dominante, siempre y cuando no nos regulemos a nosotros mismos".
Este contraataque desregulador excede
largamente a Trump. La propia presidenta de la Reserva Federal estadounidense,
Janet Yellen, adhirió públicamente a la corriente de economistas que desliga la
crisis de 2008 de la desregulación bancaria: “Es importante buscar todas las
maneras de aliviar el peso de las regulaciones”, sostuvo en febrero de este
año.
Causalidades
Significativamente, el mismo día en
que Donald Trump firmó la orden ejecutiva para desactivar la Ley Dodd-Frank, la
mayoría legislativa republicana revocó una norma que intentaba contener la
corrupción, específicamente, en las empresas de petróleo, de gas y de minería,
un complejo extractivo muy influyente en la nueva administración. El nuevo
canciller norteamericano, Rex Tillerson, es un ex CEO de la multinacional
Mobil. En la misma jornada de sesiones, los legisladores republicanos, con un
fuerte predominio en sus filas de los negacionistas del cambio climático,
votaron a favor de eliminar el tope de emisiones de gases de efecto invernadero
que se había impuesto a las operaciones de perforación de petróleo y gas bajo
la Administración Obama.

No es casualidad, sino causalidad. La
obscena desigualdad que caracteriza al capitalismo posindustrial, tanto en
países desarrollados como en los más empobrecidos, tiene correlato no sólo en
la renovada desregulación financiera, sino también en la persistente y
descontrolada explotación de los recursos naturales.
La tragedia desreguladora y
ambiental, a las que se refiere Alicia Bárcenas, nacen del mismo desvío
original: la suposición de que la simple y llana liberación de las fuerzas
económicas y financieras constituye la única condición posible para el
desarrollo del capitalismo de mercado.
Los desastres y catástrofes naturales
ocurridos en 2016 provocaron daños por valor de 175 mil millones de dólares, el
doble que en 2015, y dejaron más de 11 mil muertos. Con excepción de fenómenos
como los terremotos o las erupciones volcánicas, ya no quedan dudas sobre una
íntima relación entre el cambio climático provocado por la actividad humana y
la mayor frecuencia e intensidad de los eventos climatológicos extremos.
En América Latina, donde las
inversiones siguen concentrándose en sectores extractivos como la minería o en
monocultivos como la soja, con deforestaciones a gran escala, es imprescindible
sentar las bases prácticas de un desarrollo sostenible que evite una tragedia
aún mayor, hoy traducida en una sucesión de sequías e inundaciones que impactan
sobre las poblaciones más vulnerables. Ofrecer ventajas y aún mejores
condiciones al capital financiero y liberar al máximo las fuerzas de la
economía primaria (agropecuaria o minera) no frenan la tragedia medioambiental
que estamos viviendo sino, más bien, constituyen una invitación a nuevos
desastres económicos y naturales.
La desregulación total de los
recursos financieros y naturales no expresa otra cosa que la opción por un
modelo de desarrollo excluyente y desigual; construir, en definitiva, un mundo
para pocos. Por el contrario, mantener regulaciones que eviten la híper
concentración de la riqueza, sin afectar las posibilidades de un desarrollo
basado en el uso de energías renovables que asegure el equilibrio ecológico,
constituye un reto urgente que debemos asumir si lo que queremos es vivir en
sociedades más democráticas, incluyentes, humanas y justas.
Dos tragedias se ciernen sobre el
mundo. Y podemos evitarlas.
Político y diplomático argentino.
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