Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lourdes Montero
Naces hombre o naces mujer, y allí se comienza a escribir tu historia. Parece simple, y si a esto le agregamos un designio divino, la cosa está cerrada. Pero esa historia cerrada es la que el dramaturgo cochabambino Diego Aramburo nos invita a poner en cuestión con su proyecto Genero, que consiste en crear espacios de reflexión a través del cambio de su sexo en sus documentos personales, como parte de una performance escénica.
La famosa frase de Simone de Beauvoir “no se nace mujer, se llega a serlo” parece el hilo conductor de esta trama presentada en un documental escénico, que parte de su propuesta de artes expandidas. “El machismo en mi entorno es tan violento que ya no logro asociarme con la figura de ‘hombre boliviano’ que soy”, sostiene Diego (no dejará de llamarse Diego), y por ello ha optado por utilizar la Ley de Identidad de Género para convertirse, en términos civiles, en una mujer.
Y esta transformación ya no debería asombrarnos si Aramburo confesara ser travesti, o al menos declarara alguna de las formas de transexualidad que conocemos. El hecho particular del caso es que alguien que nació biológicamente hombre, asqueado por el rol social que se le exige, decide legalmente ser mujer sin dejar de lado su nombre masculino y su opción heterosexual.
Y con esto ha recibido una andanada de críticas de diversa índole. Algunos sostienen que se trata de un tema de egolatría; otros expresan molestia por el uso frívolo de una ley que es vital para otros colectivos; los más lo acusan de buscar protagonismo e inclusos llaman a su acción una “payasada”. En redes sociales, saludando su transformación, alguna feminista ya le previene: “Bienvenido al infierno de ser mujer en Bolivia”. Personalmente creo que el valor del acto performativo (y artístico) está en ponernos a todos a hablar del tema, obligarnos a tomar posición, incomodarnos, confrontarnos a nuestros inesperados límites conservadores sobre este tema. El ordenador social de la polaridad femenino y masculino debe ser una de las estructuras que logramos internalizar más pronto y con mayor éxito en nuestras vidas.
A esta reflexión nos ayuda la filósofa Judith Butler cuando propone que nuestra identidad genérica es apenas una manifestación performativa, fruto de la repetición de ciertas formas para ser aceptados y no sufrir castigos sociales como la discriminación o el aislamiento. Es así que desde niños/niñas somos socializados en el sistema heterocentrista (actitudes que están en favor de una sexualidad entre sexos opuestos) para mantener la construcción del “macho-alfa” y la familia patriarcal como centro de nuestro orden sociocultural, haciéndonos olvidar que hay miles de opciones posibles en cuanto al género y al sexo. Si por un momento pudiésemos imaginar el mundo sin ese orden genérico, seguro nos habitaría el espanto. Y es que no teniendo como ancla nuestra sexualidad tendríamos que desplegarnos libremente como seres humanos, ejerciendo el derecho fundamental de determinar por nosotros mismos lo que queremos y lo que nos hace felices.
La acción de Diego Aramburo pone en crisis este marco interpretativo, por ello desagrada, ofende y en el mejor de los casos, confunde. Es una toma de posición política frente a la desigualdad de género novedosa y “desordenadora” que logra reflexión. El dramaturgo deja de ser hombre, pero no aspira a ser mujer. Se define a sí mismo como “en una situación de tránsito de género” que ni él mismo puede definir a dónde lo llevará.
Una iniciativa artística que busca sacudir las estructuras del orden jerárquico de género que tanto dolor y muerte nos causa cada día.
y Twitter: @escuelanfp
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