Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Pablo Jofre Leal
En este cuarto lustro del siglo
XXI asistimos, en el plano internacional, a la consolidación de la
impunidad como conducta, en materia de cumplimiento del derecho
internacional, por parte de una de las entidades más terroristas que ha dado la
historia de la humanidad: el régimen sionista israelí.
Efectivamente,
a 70 años de la Nakba (catástrofe en árabe), a 51 años de la Guerra de Junio de
1967, a un poco más de un cuarto de siglo de lo que fue el fraude de los
Acuerdos de Oslo y 12 años ya del bloqueo criminal contra la Franja de Gaza,
Israel demuestra ser una maquinaria criminal. Un vecino inamistoso, un régimen
depredador, que no dejará de ocupar territorio palestino, a no ser por la
fuerza de la razón y la acción de Palestina y su pueblo. Como también el
trabajo de aquellos que creemos en la justicia, así si ella se ejerce con todas
las formas de lucha contra el terrorismo institucionalizado a partir de la
creación de la entidad sionista.
El
terror desde sus orígenes
Un
régimen surgido de determinaciones arbitrarias y el peso de la conciencia de
una comunidad internacional que quiso, mediante la partición de Palestina
—Resolución N° 181 de noviembre del año 1947— ceder aquello que no le
pertenecía, tratar de apaciguar su responsabilidad frente a los crímenes del
nacionalsocialismo, pero en cuya deuda el pueblo palestino fue el que pagó las
consecuencias, sin tener arte ni parte. Y, en ese proceso, con un sionismo que
pasó de ser considerado víctima a convertirse en una sociedad victimaria.
A
70 años de la Nakba quedó establecido que Israel no dejará de ocupar los
territorios usurpados de la ribera occidental, seguirá violando las
resoluciones emanadas de organismos tan diversos como las Naciones Unidas, su
Consejo de Seguridad, la Asamblea General, la Unesco o cualquiera otra que
demandó a Israel que cese su política criminal contra el pueblo palestino. Un
Israel que seguirá enfrascado en su política colonialista, racista y criminal y
que nos permite, con justa razón, parafrasear su actuar, definiéndola como un
régimen nacionalsionista.
¿Cómo
no definir a la entidad sionistal como un régimen terrorista, una imitación
siniestra del régimen nazi, si cada una de sus acciones así lo refleja desde
que comenzó su proceso de asentamiento en Palestina a fines del siglo XIX?
Pruebas al canto: protege su proceso de colonización previo al año 1948 con el
actuar de bandas armadas como la Haganá. Este movimiento realizaría acciones
armadas contra la población palestina, que posteriormente, con apoyo británico,
conformaría una fuerza de ataque compuesta por 50 mil milicianos que
concretaría el nacimiento de la entidad sionista en mayo de 1948. Un movimiento
paramilitar que participaría en crímenes de guerra, expulsando a cientos de
miles de palestinos de sus tierras ancestrales.
Una
escisión de la Haganá, la denominada banda de Irgún, fundada por el sionista
ucraniano Zeev Jebotinsky, se convertiría en una de las organizaciones más
violentas en tierras palestinas, asesinando, tanto población local como
funcionarios y soldados británicos. De este grupo Irgún se desgajó, otro
movimiento terrorista, la Banda de Stern, conocida también como Lehi, fundada
por el sionista polaco Abraham Stern, quien murió acribillado mientras se
escondía de sus captores en un armario. Stern fue reemplazado por quien sería
primer ministro israelí, el bielorruso Yitzak Shamir. Todas estas
organizaciones, sin reparo moral alguno y sin recriminar las formas de lucha
empleadas, usaron el terrorismo en forma cotidiana. Fueron la base, el ADN
terrorista del actual Ejército Terrorista de Ocupación Israelí.
La
conjunción de esto grupos, junto al sostén británico en asesoría, hombres y
armas permitirían que el día 14 de mayo del año 1948, en una acción concertada,
entre el sionismo dirigido por el dirigente de origen polaco David Ben Gurion y
las autoridades británicas —que concluían su mandato ese mismo día— se
proclamara el nacimiento de una asociación de carácter delictivo que
surgirá a contrapelo de los derechos de la población palestina y con su claro
rechazo. Los países árabes vecinos, como era lógico esperarlo, entraron en
guerra contra las fuerzas israelíes y esa entidad que nace al concierto
internacional.
La
entidad surgida tras su proclamación signó como pruebas para ese nacimiento,
espurios derechos mitológicos, como también aquellos disfrazados de legalidad,
derivados de la Declaración Balfour e incluso de victimismo y crisis de
conciencia, surgidos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. El 14 de mayo de
1948 fue también el disparo de inicio, para un proceso de limpieza étnica, que
continúa hasta el día de hoy: La Nakba.
Una
Nakba catalizada por la acción del terrorismo sionista, pletórico de furor
homicida y que implicó la expulsión de sus tierras ancestrales de 700 mil
palestino, a manos de fuerzas militares, que aplicaron la política aprendida de
las hordas nacionalsocialistas y que arrasaron casas, cultivos, demolieron
construcciones, quemaron, asesinaron a todo aquel que se cruzara en su camino.
Fue la expresión brutal pero eficiente de los aprendices de las técnicas del
Tercer Reich. Alumnos ejemplares, que saciaron su sed homicida con un pueblo
pacífico, cuyo gran pecado no fue haber impedido con fuerza, desde el inicio,
la presencia colonialista de los judíos sionistas europeos que comenzaron
a llegar en tropel, en hatajos ambiciosos a tierras palestinas desde fines del
siglo XIX.
Hitos del terrorismo Sionismo
El
14 de mayo del año 1948 marca el punto de partida, no sólo de un año trágico,
sino también una etapa histórica, donde el crimen, la colonización, ocupación y
destrucción, fueron conceptos que se han hecho carne en la vida de millones de
palestinos. La Nakba representa una tragedia, para los árabes en general y el
pueblo palestino en particular, pues consigna el inicio de la usurpación de las
tierras palestinas, la expulsión de miles de familias de sus casas, de sus
aldeas, de sus pueblos, de sus arraigos, donde millones de ellos aún malviven
en el transtierro. La Nakba significó el descalabro demográfico, moral y
territorial, el inicio de un proceso basado en el terror, el racismo, el
asesinato, la desarabización y consiguiente judaización de la Palestina
Histórica.
Una
política de expansión sionista, que tiene como otro de sus hitos el desarrollo
del programa nuclear israelí a partir de la década del 50 del siglo XX bajo el
apoyo francés y el silencio estadounidense y británico.
Una
estrategia geopolítica de extender el territorio israelí a costa de sus vecinos
y en especial de Palestina, que se consolida el año 1967 con la ocupación
militar de nuevos territorios de Oriente Medio en general – los Altos del
Golán, la Península del Sinaí – y de Palestina en particular con la ocupación
de la Franja de Gaza y Al Quds Este, por parte de las fuerzas ocupantes
israelies. Fuerzas de conquista, que siguen allí – a excepción del Sinaí
devuelto a Egipto - y establecidas bajo diversas formas de dominio. En
Cisjordania controlando gran parte de los 5.860 kilómetros cuadrados de la
ribera occidental y construyendo asentamientos donde habitan 650 mil colonos
judíos sionistas armados y considerados los más extremistas de Israel.
Consignemos
el caso de la Franja de Gaza con un bloqueo cruel, inhumano, criminal,
que impide un mínimo desarrollo de lo que es el campo de concentración
más grande del mundo. Un territorio asediado, que en las últimas semanas ha
tenido que sufrir el ataque bárbaro contra su población movilizada en aras del
derecho al retorno, una población que ha servido de tiro al blanco, para que
cientos de francotiradores gocen en la ignominia de su acción criminal. Crímenes
que sólo el día lunes 14 de mayo significó la muerte de 60 palestinos y heridas
a 3 mil de ellos a manos de las fuerzas terroristas del Ejército sionista. Una
masacre que se daba en el mismo momento que Estados Unidos inauguraba su sede
diplomática en Al Quds – en un traslado desde Tel Aviv – causando la lógica
indignación de los palestinos y la alegría desbordante e indigna del régimen de
Netanyahu.
Es
en este plano, que cada 14 de mayo nos debe alentar a trabajar aún más
por lograr la liberación de Palestina. No basta con llorar. Las palabras
encendidas, el discurso conmemorativo debe ser acompañado, claramente,
por la decisión de combatir al invasor, de expulsarlo más allá del
Mediterráneo, de hacerlo sucumbir bajo el la justa lucha del pueblo palestino y
aquellos que la defienden y admiran. Ese es, uno más, de los objetivos que cada
14 de mayo nos alienta al recordar la Nakba, que no es otra acción que volver a
pasar por el corazón.
y Twitter: @escuelanfp
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