Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Fernando Rodríguez Ureña
Vivimos
tiempos que bien podríamos comparar como apocalípticos. Las reservas de
hidrocarburos en el mundo cada vez son más escasas. Las acciones
geoestratégicas referidas a su control generan guerras o hipótesis de conflicto
bélico altamente probables. Amenazas de invasiones, instauración de bases
militares, golpes blandos o duros, bombardeos preventivos son noticias
cotidianas.
Pero
no solamente son los hidrocarburos. Otros recursos estratégicos como el agua
dulce o los bosques, son motivo de acción de las grandes empresas
transnacionales que se apropian de ellos con el fin de maximizar sus ganancias
y tener control monopólico sobre ellos. Para lograr esos objetivos, la
violencia, la conspiración el derrocamiento de gobiernos que ejercen su
independencia es la moneda con que paga la actitud soberana.
¿Los
gobiernos en Occidente y Oriente, en Europa o América, en Asia o Oceanía, no
sufren profundas heridas sociales y políticas por la corrupción?, ¿Acaso esta
no es el pan nuestro de cada día en los partidos de gobierno y oposición a lo
largo y ancho del planeta? ¿Faltamos a la verdad si decimos que los partidos,
siendo la expresión más alta de la política y titulares de la gestión de la
democracia, no se han convertido en entelequias de decisiones cupulares? ¿No
vemos divisiones que no son otra cosa que traiciones que reflejan proyectos
individuales de poder? ¿Acaso el desprestigio no es una sombra que ha cundido
entre los militantes políticos, convirtiéndolo en una letal arma que se usa
para denunciar en unos casos y para mellar dignidades en otros? ¿La guerra de
los insultos y de los trapos sucios no son armas de desprestigio personal? ¿El
canibalismo interno no es el rito cotidiano en el que sacrifican en el altar de
la democracia a dirigentes de toda calidad y posicionamiento político? ¿El
abstencionismo no es cada vez más común en los procesos electorales porque ya
no se cree ni confía en los líderes que tercian por el poder? ¿La morbosidad
para penetrar en los más oscuros vericuetos de las vidas privadas, no se han
convertido en piezas de campaña política destinadas a invalidar a candidatos
con posibilidades de hacerse del poder?
Todos
estos son síntomas de la profunda crisis de la democracia representativa y el
sistema de partidos que ha sido fagocitado por los intereses de mercado que
necesita del poder político. Esas son las dos caras de una misma moneda: crisis
del mercado y crisis de la democracia.
Por
eso no es raro encontrar que en procesos electorales sean vencedoras opciones
que no logran triunfos por ser las mejores alternativas, sino porque son
resultado de un “voto castigo” frente a otros candidatos que pueden haber
recibido una condena social. Entonces se ungen como dirigentes de estado a
veces opciones extravagantes, a veces radicales extremas, generando aún mayores
situaciones de crisis.
El
resultado es la desnaturalización del voto, producto del descrédito de los
partidos que ponen en duda una legitimidad que en lo concreto y real, nunca fue
tal. En resumen, todos estos elementos son constitutivos de la crisis de la
democracia representativa, de la democracia liberal.
¿Y
es posible salir de esa crisis mejorando la democracia representativa?
Definitivamente
no. La crisis de la democracia liberal, aún sea en su expresión más radical, es
producto de las contradicciones inherentes en el núcleo central de la propuesta
democrática de la modernidad.
Producto
de ello, en el mundo continuaron existiendo monarquías absolutistas, cuando lo
lógico hubiera sido que como producto de la primera guerra mundial las
monarquías absolutas transiten hacia un modelo democrático participativo.
Siguen vigentes monarquías que no eran posible mantener y coexisten con
democracias que no terminaron de consolidarse.
Para
que esta democracia sea realizable era necesario que se cumplan tres condiciones
sine qua non: igualación económica, social y cultural. Sin embargo estas tres
condiciones, se convirtieron en promesas del sistema capitalista que
históricamente no se lograron cumplir, quedando como utopías del capitalismo.
Lo
que se produjo más bien fue su efecto contrario, reforzando mecanismos de
representación que se alejaron cada vez más de sus representados. La lógica
consecuencia fue la crisis de legitimidad de gobiernos y partidos, que en
resumen son la expresión de la actual crisis planetaria de la democracia.
¿Es
lógico en este contexto, clamar por una democracia liberal aún sea en su faceta
más participativa y radical? ¿No será el momento de pensar en otros tipos de
democracia que den respuestas concretas a realidades concretas como la nuestra?
Es más, ¿no será el momento de volver a debatir sobre el nuevo modelo
civilizatorio, ajeno a la modernidad, que discuta sus propias formas de
democracia? La propuesta del Vivir Bien, nuevamente cobra sentido y merece retomar
sus principios y horizonte histórico y socialista comunitario.
Sociólogo.
Militante Guevarista.
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