Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Anselmo
Esprella
“...La
sangre comenzó a salir como de un grifo. Ella no se quejaba ni decía nada, pero
me miraba como un ave”, dijo la madre de Marlene Rojas, en la Corte Federal de
Fort Lauderdale, sur de Florida (EEUU). Marlene tenía ocho años, cursaba el
segundo básico hasta que una bala del ejército boliviano, le arrancó de cuajo
el corazón y el sentimiento. El relato de Etelvina, madre de Marlene, conmovió
incluso a los abogados del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada y del
exministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín, quienes se abstuvieron de
interrogarla.
Tras
desbloquear a tiros la carretera, llegó a Warisata el primer convoy militar.
Eran las 5 de la mañana del día sábado 20 de septiembre del 2003. El corazón
acribillado de una niña de ocho años, daría inicio a “la Guerra del Gas”, que
concluirá con la renuncia y la fuga a EEUU del expresidente Gonzalo Sánchez de
Lozada, 67 muertos amontonados en las aceras y cientos de heridos de bala.
Después
de 14 años de tecnicismos y chicanas jurídicas, los familiares de las víctimas,
lograron llevar ante la justicia norteamericana, a los principales autores de
la Masacre de Octubre, acaecida en la lejana Bolivia. País con una larguísima
historia de genocidios y masacres impunes.
Obnubilados
con el relato de que por fin había llegado “el fin de la historia” que “no
existía alternativa” que “Bolivia moriría, sino vendía sus empresas”: Entre
1985 y el año 2003, los gobernantes bolivianos, vendieron al 20% de su valor,
212 empresas del Estado, por lo que el 20 de septiembre del 2003, a Bolivia,
fuente inagotable de recursos naturales; no le queda nada que ofrecer al mundo,
salvo las reservas de gas, elemento volátil y escurridizo, como la suerte de
los bolivianos.
A
través de los medios de comunicación, los mercaderes vuelven a entregar al
pueblo espejitos de colores, cascabeles y ofrecimientos de un pronto alivio a
los ayunos. Pero el futuro que prometen es una copia tosca del pasado.
La
clase política no supo interpretar los signos que tres años antes anunciaban
que los vientos de la historia habían cambiado a favor de “los nadies”. La
Guerra del Agua, acabó con la maldición de quince años de derrotas del
movimiento popular. Cualquier aprendiz de analista hubiera caído rápidamente en
cuenta, sin embargo, los años de discurso unísono, les aturdieron el
entendimiento, creyeron que se trataba de un hecho aislado que difícilmente
volvería a repetirse, nada que una buena operación de comunicación, acompañada
del ensordecedor argumento de las armas, no pudiese corregir.
A
diferencia de los demás países de la región, la propuesta económica neoliberal
boliviana, consistía en dejar al Estado, sin una sola prenda para cubrirse las
vergüenzas; vender las joyas de la abuela e incluso a la abuela. Pero había que
tener sangre de pato, para robarle al país más pobre del continente y ellos la
tenían de sobra. Sin embargo, el pueblo que había vivido de las migajas del
banquete, no estaba dispuesto a continuar siendo el convidado de piedra de esta
larguísima jarana neoliberal.
Entonces
salió a bloquear las calles y las carreteras, el gobierno sacó los tanques y la
sangre volvió a brotar como otras tantas veces, pero esta vez sería diferente.
El
domingo 12 de octubre de 2003, el vicepresidente Carlos Mesa advirtió a Sánchez
de Lozada: “Los muertos te van a enterrar” le dijo amablemente. El comentario
estremeció al presidente y le recordó sus años de estudiante de literatura en
EEUU. Mientras ambos mandatarios conversaban sobre una saludable dieta
vegetariana y bebían whisky con vainilla y coca-cola; en la ciudad de El Alto,
26 personas son acribilladas y más de un centenar resultaban heridas.
Al
día siguiente “Carlitos” como le encanta que lo llamen, por fin tomó la
decisión de renunciar, pero ya había 40 cadáveres en las calles polvorientas de
El Alto.
Gracias
al noble trabajo de los medios de comunicación, una opinión pública
desmemoriada, le perdona la vida a Carlos Mesa. Cuesta entender, por qué no ha
sido procesado junto a los otros genocidas. La justicia tiene sus razones que
el corazón se resiste a entender.
El
martes 14 de octubre, Sánchez de Lozada recibe el espaldarazo que estuvo
aguardando desde el inicio de la Masacre. La secretaria de Estado
estadounidense, Condoleezza Rice, declara que su país: "apoyará
decididamente al gobierno constitucional de Bolivia".
Condolezza,
alta ejecutiva de la petrolera Chevron, no lo sabe, pero su relación con
Bolivia, comenzó 20 años antes de que ella hubiera nacido (14 de noviembre de
1954). La Chevron, surge de la fusión, entre la Standard Oil y la Kentucky. La
antigua Standard Oil, una de las “hijas” más queridas de John D. Rockefeller,
la misma que en los años 30, financió la carnicería de miles de soldados
bolivianos en la Guerra del Chaco.
En
enero de 1935, el senador de EEUU, Huey Long, denunció que la Guerra del Chaco,
era sufragada por la Standard Oil. Seis meses después, fue acribillado en las
gradas del Capitolio; Como diría Sergio Almaraz, cuando hay petróleo de por
medio, no existen los accidentes ni las casualidades. Si no se puede ser sutil,
un par de tiros pueden ayudar a solucionar, cualquier problema.
El
mismo día martes, el secretario general de la OEA, César Gaviria, con tono
ceremonioso, anunció que el organismo, rechazaba cualquier intento de golpe de
Estado en Bolivia.
Tres
años antes, César Gaviria, ya le había echado un cable a Goni, cuando desestimó
un informe sobre la masacre de 15 campesinos en la localidad minera de Amaya
Pampa y lo absolvió de responsabilidad ante la Masacre de Febrero Negro.
14
años después, el 3 de abril de 2018, los diez miembros que componen el jurado
del tribunal federal en Fort Lauderdale, hallaron al expresidente boliviano
Gonzalo Sánchez de Lozada y a su ministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín:
culpables. Exactamente a la misma hora, en que se emitió el veredicto contra
Los Sánchez, el actual secretario general de la OEA Luis Almagro, se sacó una
fotografía, con el ex Ministro de Defensa, que había autorizado abrir las
puertas del infierno y ordenado disparar contra Marlene Rojas.
Este
es un juicio civil, por lo que los genocidas no podrán ser extraditados a
Bolivia. Luego de 45 horas de deliberaciones, el jurado llegó a la conclusión
de que Sánchez de Lozada y Sánchez Berzaín, son responsables de las muertes
extrajudiciales y que deben compensar a los familiares de las víctimas, con un
pago de 10 millones de dólares.
Los
medios de comunicación de la ciudad de La Paz Bolivia, consideran que todo se
compra que todo se vende, por eso les preguntaron a los familiares de las
víctimas que se abrazaban llorando: ¿y ahora cómo se van a repartir la plata?
¿Cuánto le tocará a cada uno? ¿En qué se la van a gastar?
Este
histórico juicio, tiene exactamente el nombre que debe tener: “Mamani vs.
Sánchez de Lozada y Sánchez Berzaín” se llama, es el juicio entre “los nadies”
y los dueños del mundo.
Sin
embargo, en el banquillo de los acusados hay dos grandes ausentes: Francis
Fukuyama y Carlos Mesa. Ambos escribieron libros sobre lo bueno que era para la
humanidad, “la muerte de la historia”, ambos fueron por la vida anunciando la
derrota del futuro y armaron de impunidad a cuanto desalmado neoliberal quiso
escucharles. Ningún crimen es posible sin las razones que proporciona el autor
intelectual. Según el actual ordenamiento jurídico penal boliviano, no existe
diferencia entre el autor material e intelectual y determina responsabilidad
compartida entre el autor intelectual y/o material del hecho.
En
septiembre de 1998, Francis Fukuyama, admitió públicamente que “al FMI, no le
importa la corrupción oficial”, esos son los valores del libre mercado que hoy
pugnan por regresar.
Bolivia
ha pagado caro por recuperar sus recursos naturales, por el pan y la alegría,
por esta modesta racha de esperanza y continúa pagando, mientras observa sin
entender cómo se aproxima esa nube de lluvia que trae la Epidemia del Olvido.
Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfp
Regístrate también en nuestro canal en Telegram
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios