Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Julieta Paredes Carvajal
Dónde poner el corazón, con la certeza de que se
puede cambiar la forma de vivir que hoy tenemos y que causa sufrimientos a la
humanidad y a la naturaleza? ¿Dónde poner el corazón sabiendo que puede que
veamos alucinaciones en el desierto y nos hagamos la ilusión del cambio?, o por
el contrario, ¿que no estemos dando crédito a las maravillas que están en
nuestras narices?
¿Dónde poner este corazón todavía inocente, al
seguir creyendo que la palabra es un compromiso ético? Corazón que, sin
embargo, siente en su piel las arrugas de la mentira y envidias que corroen el
festejo del nuevo tiempo y espacio de nuestros pueblos.
La vida es así. No obstante, asombra los grados
altísimos de cinismo, a tal punto que las palabras “sinvergüenza” o “cara dura”
se quedan ya inútiles. Habrá que inventar otras como “escabeche neoliberal”.
Ciertamente, el neoliberalismo hizo un trabajo muy útil para destruir la vida,
la humanidad y el planeta; relativizó absolutamente todo y ahí se confundió
todo. Los trabajadores despedidos eran denominados eufemísticamente (o
mentirosamente) “trabajadores por cuenta propia”.
El neoliberalismo también nos hizo creer que no
se podía cambiar el capitalismo y que era mejor unirse a él como pequeños y
medianos empresarios. En estos 12 años no los pudimos derrotar como
quisiéramos. Es más, un gran porcentaje de los jóvenes criados en este proceso
comulgan con estos discursos.
¿A propósito de qué escribo esto? Pues, porque
el corazón se me arruga y se me hace chuño con las y los racistas en Sucre en
la semana en la que recordamos el 24 de mayo de 2008. No cambiaron, estaban en
latencia; respirando por el odio y las amarguras de ver cómo se les trataba
como iguales, no como superiores. ¿Cómo nos explicamos a nosotras ya adultas
este estado zombi de los racistas en Sucre, que no cambian, que se pudren y
quiere podrirnos mordiendo nuestros sueños con sus colmillos de pesadillas?
¿Cómo les explicamos a las wawas estos comportamientos de “corretear a indios”,
ese ensañamiento, esos golpes? ¿Qué les decimos a nuestras personas queridas?
Si es un indio el que golpea a otro indio y le
grita “¡Indios de mierda!”, pregunto: ¿es válido haber hecho concesiones en
Chuquisaca a las autoridades que incentivaron el moralismo y la misoginia
contra las mujeres, vinagre que siguió “marinando” el racismo y el
colonialismo? ¡Afirmo que no! No se puede sacrificar las posiciones políticas a
cambio de gobernar, porque las consecuencias se pagan. Y las consecuencias son
la persistencia de las posiciones autoritarias, racistas, descalificadoras,
tanto en Sucre como en Santa Cruz, que cada vez que pueden sacan racismo.
Se hicieron concesiones a la derecha y a los
derechistas a fin de lograr votos. Como revolucionarias, ¿cuánto ganamos con
eso? En realidad siempre se pierde en Santa Cruz. Sin embargo, se abandonó a El
Alto, donde el voto es consecuente. Tenemos que revisar lo que se está haciendo
en este proceso de cambios. No podemos seguir nutriendo la contrarrevolución.
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