Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Gisela
Brito
Desde
el inicio, y recogiendo la demanda de unidad del electorado progresista, el
candidato de Colombia Humana le tendió la mano a Fajardo y a De la Calle para
forjar una alianza de todas las fuerzas que representan la aspiración de
profundización democrática y el universo simbólico del progresismo, la paz y
los derechos sociales.
El
progresismo en Colombia acaba de hacer historia. El país no será el mismo
después de estas elecciones presidenciales. Gustavo Petro obtuvo 4.851.254
votos según el preconteo oficial, equivalente al 25.08%, y disputará la segunda
vuelta el próximo 17 de junio con Iván Duque, el candidato de Uribe, que
alcanzó un 39.14% de los votos.
La
jornada electoral arrojó otras dos grandes sorpresas: 1) un nivel de
participación inédito (53.38%) que superó en 9 puntos el promedio histórico
desde la constituyente de 1994 -porcentaje que, además, podría incrementarse en
la segunda vuelta- y; 2) Esta vez la “maquinaria” no resultó infalible. Por
primera vez en la historia hay dos fuerzas del espectro progresista
electoralmente competitivas, la de Petro (Colombia Humana) y la de Sergio
Fajardo, candidato por la Coalición Colombia (Alianza Verde y Polo Democrático
Alternativo) que resultó el tercero más votado con un impactante 23.73% de los
votos. Se convierte, así, en un actor central de cara al balotaje. Cómo se
comportarán los votantes de Fajardo el 17 de junio es la principal incógnita.
Todo
indica que, en una alta proporción, esos electores se decantarán por apoyar a
Petro, pero una segunda vuelta es una nueva elección; las sumatorias lineales
de los resultados de la primera no valen para realizar proyecciones. En
política nunca, o casi nunca, uno más uno resulta dos.
En
la historia colombiana hubo cuatro balotajes (1994, 1998, 2010 y 2014), pero
esta será la primera vez que competirán frente a frente dos fuerzas políticas
antagónicas, con propuestas de país radicalmente diferentes. Ello podría
estimular el crecimiento de la participación puesto que esta elección sí es
definitoria y trascendental para el futuro inmediato del país.
La
disputa electoral por el centro del tablero ya comenzó. El desafío para ambas
campañas será seducir -en un contexto de máxima polarización y confrontación de
proyectos- a aquellos ciudadanos que, justamente, se identifican con la
no-polarización. El 40% de los 4.5 millones de votos que obtuvo Sergio Fajardo
se concentra en Bogotá (cuyo peso electoral representa el 15,7% del padrón
nacional) y en Antioquia (13% del padrón nacional). Este caudal resultará
determinante para Petro en las próximas tres semanas.
Desde
el inicio, y recogiendo la demanda de unidad del electorado progresista, el
candidato de Colombia Humana le tendió la mano a Fajardo y a De la Calle para
forjar una alianza de todas las fuerzas que representan la aspiración de
profundización democrática y el universo simbólico del progresismo, la paz y
los derechos sociales. Un primer indicador a tener en cuenta para intentar
atraer a los votantes de Fajardo será la transversalidad que, en términos de
posicionamiento ideológico, presenta su figura: un quinto de sus potenciales
votantes se auto-identifican como “de derecha” y/o “conservadores”; 2 de cada
diez se consideran “apolíticos”; y la mitad restante se divide entre
“progresistas”, “liberales” y “de izquierda”[1].
En
esta nueva campaña electoral, Petro parte con una ventaja estratégica: el
uribismo se mueve con extraordinaria habilidad en el terreno de las campañas
negativas, su experiencia electoral acumulada se cimienta en la movilización
del electorado a partir del miedo, el “no a”, pero es una incógnita cómo será
su performance en un contexto como el que se abre con los resultados del
domingo. Su aliado natural, Germán Vargas Lleras (apoyado por el presidente
Santos) tuvo un papel muy secundario. A pesar de que en las últimas semanas
hubo mediciones “sugerentes” de la firma Cifras y Conceptos que lo posicionaban
cerca de la segunda vuelta, obtuvo apenas un 7% de los votos, un caudal de
votos considerable pero no suficiente que empuja a Duque a mirar más allá de
cara al balotaje.
Esta
vez, los números fuerzan a Duque a tener que “hablarle” a los votantes de
Fajardo, cuyas aspiraciones y demandas no se aglutinan en torno al “no a” como
motivador. Recrudecer el discurso hacia una campaña del miedo (castrochavismo,
populismo, guerrilla, Venezuela) le resultaría peligroso a Duque, porque podría
incluso funcionar como el cemento que aglutine al bloque progresista. Y es que
la potencia del voto anti-Uribe, o el techo del uribismo, ya se puso a prueba
en 2014. El resultado del plebiscito de 2016 que los abanderados de la guerra
ganaron por apenas 55.000 votos es también una alerta en este sentido.
En
su discurso al conocerse los resultados Duque fue explícito: “no queremos hacer
trizas los Acuerdos de Paz”. Es probable que, de cara a la segunda vuelta, la
estrategia de su campaña sea bajarle el perfil público a Uribe y centrarse en
promover a Duque como el representante de una derecha menos radical, capaz de
implementar un gobierno “en serio”, con políticas “responsables” (contra las
promesas “incumplibles” de Petro). “Quiero ser presidente para unir a los
colombianos”, dijo también Duque en la noche electoral, y habló de esperanza,
amor, optimismo, justicia social y fraternidad. Algo está cambiando en
Colombia.
La
candidatura de Gustavo Petro y su Colombia Humana introduce un factor novedoso:
la incipiente irrupción de una identidad política nueva, articulada en torno a
la esperanza/ilusión por un cambio de modelo político y económico. La antítesis
entre “ciudadanías libres” contra las “maquinarias corruptas” se erigió en uno
de los ejes centrales de la disputa. Esa es la gran novedad política de esta
campaña electoral de la que el establecimiento colombiano debería tomar nota.
El
balotaje debería ser el momento propicio para no dejar pasar la oportunidad de
arrebatarle el poder a los de siempre, porque el resultado de la primera vuelta
indica que los electores le han dado un voto de confianza nunca antes visto a
las opciones de esas ciudadanías libres que pujan por el cambio.
[1]
https://www.celag.org/colombia-elecciones-presidenciales-2018-tercera-encuesta-de-opinion/
Publicado
en CELAG
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