Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Lucia Sauma
En
una reunión informal de mujeres que trabajan en diferentes fábricas del país,
una de ellas, con claro acento cruceño, cuenta que las oportunidades de trabajo
para hombres y mujeres son distintas: “Oiga, yo trabajo siete años en la misma
fábrica. Los dueños nos decían que esta sección es solo para hombres, es
trabajo pesado, requiere la fuerza de un varón. Era la sección donde se ganaba
más porque era trabajo especializado”. Ella sigue su narración y con buen humor
dice: “Pero nos engañaron, puej, porque mandaron a todingos los hombres a
especializarse, y resulta que ya no es trabajo pesado porque automatizaron la
sección (se ríe de buena gana). Ahora los hombres saben qué botones apretar y
no se necesita fuerza bruta, elay puej”. Claro, los varones fueron capacitados,
se especializaron y ganan más que las mujeres; a ellas les negaron la
oportunidad de capacitarse.
Existe
una división sexual del trabajo que, por designios de la naturaleza, relega a
las mujeres a las tareas de reproducción en el ámbito doméstico sin ningún
salario; mientras que a los hombres, por ser varones, se les designan tareas
remuneradas para que cumplan con su papel de proveedores. Los trabajos fuera
del hogar destinados a las mujeres siempre tendrán menor jerarquía y más bajo
salario.
Ser
mujer en el mundo del trabajo formal trae consigo una serie de prejuicios que
la modernidad aún no logra romper. Por ejemplo la maternidad, tan magnificada
por el conjunto social, es un atenuante para subvalorar el trabajo realizado
por mujeres, porque la condición de madre, elogiada anteriormente, de pronto se
torna en el mejor pretexto para mermarle méritos como trabajadora, sea cual sea
su función, igual para quien detenta un título universitario como para la
aprendiz. Los embarazos, las horas de lactancia, el cuidado de los enfermos,
ancianos y niños, generalmente a cargo de las mujeres, genera la idea de que
contratar una mujer es una “mala inversión” para las empresas. Estos
argumentos, que parecen trogloditas, permanecen vigentes pese a las leyes tanto
para la empresa privada como para las instituciones estatales. Se han dado
grandes avances en el acceso de las mujeres a la educación, pero no se reflejan
en el mundo laboral, donde ellas aún reciben un 25% menos de salario por igual
trabajo y capacidad que los hombres. Aún cuatro de cada 10 mujeres no tienen
ingresos propios, mientras que dos de cada 10 varones están en esa situación.
La sociedad, las familias, el Estado necesitan que mujeres y hombres accedan a
capacitación, trabajos dignos y puestos de liderazgo en igualdad de
oportunidades para construir una sociedad más igualitaria.
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