Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Alejandro Dausá
En
los últimos meses del 2017 y los primeros del 2018 el gobierno boliviano se
topó con una ola ascendente de protestas. La más notable, un paro del sector
médico que duró casi cincuenta días, en los que no hubo atención en el ámbito
de la salud pública. El argumento de esa corporación fue que algunos artículos
del nuevo Código Penal endurecían las sanciones en casos de mala praxis. Entre
otras cuestiones, la protesta evidenció el desprecio de ese sector por la salud
de la población que no puede acceder a servicios privados, la profunda y
creciente mercantilización de la medicina en el país, y el rechazo a cualquier
tipo de control legal o social. Fue además la chispa que encendió la alarma de
otros gremios, poco dispuestos a someterse a la ley.
Lo
que en apariencia comenzó como una crítica a ciertos enunciados del Código,
derivó en un reclamo por su total abrogación. Para complicar el panorama, se
conocieron simultáneamente algunos antecedentes sorprendentes del proceso de
elaboración del Código: una primera versión copiaba varios artículos de códigos
de otros países (incluyendo referencias a instituciones inexistentes en
Bolivia); de acuerdo al presidente del Senado, el proceso de socialización de
la nueva versión no había sido fructífero y ni siquiera había contado con la
colaboración del ministro de Justicia.
En
aquella coyuntura desconcertante, diversos grupos de oposición consideraron que
estaban dadas las condiciones para el reclamo de fondo. Las crecientes
manifestaciones contra el Código derivaron en otra más ambiciosa, centrada en
impugnar la repostulación de Evo Morales para las elecciones generales de 2019.
Tomó fuerza el plan que plantea la ofensiva desde la sociedad civil, habida
cuenta del desprestigio de los partidos políticos, el limitado liderazgo de sus
dirigentes, y lo borroso de sus programas. Por eso, el proyecto recurre a
consignas (“¡Bolivia dijo no!”, “democracia”, “libertad”) sin mayores
contenidos concretos, funcionando como significantes vacíos contra la figura
del Presidente, que de esa manera aparece como el epítome de lo abominable (dictador,
antidemocrático, conculcador de derechos y libertades, corrupto, amenaza para
el futuro del país, etc.).
Eufóricos,
dos conspicuos representantes de la derecha ilustrada de Santa Cruz de la
Sierra describen la estrategia en sendos artículos publicados en un periódico
de alcance nacional, luego del contundente paro y bloqueo realizado a mediados
de diciembre en aquella ciudad. En síntesis, afirman lo siguiente:
1.
El país entró en una fase de movilizaciones de protesta desde los territorios,
con sus propios liderazgos, hacia el fortalecimiento de una agenda común y
nacional que se sintetiza en la abrogación del Código Penal y la defensa de los
resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016i.
2.
Dichas movilizaciones defienden la democracia con cambios en el discurso
(superan el conservadurismo tradicional de lo local) y las actitudes
(creatividad en las convocatorias y suma de diversos sectores).
3.
Las movilizaciones se caracterizan por ser urbanas, con fuerte participación
juvenil, notable presencia de clases medias ampliadas, y potente utilización de
redes sociales.
4.
Para el caso de Santa Cruz, aprovecharon “lo más valioso de la ciudad” (esto
es, la interacción social y humana en espacios públicos, a los que se les ha
dado vida y significado ya no desde el consumo, sino desde la protesta).
5.
Mostraron el semblante entusiasmado de una sociedad “abierta, libre, moderna,
creativa, familiar, alegre, optimista a pesar de sus carencias”. Esto en
contraposición con el rostro de un “régimen gris, agresivo, sin creatividad,
sin sentido del humor, sin capacidad para mostrar un futuro nuevo ni incorporar
los valores de la modernidad”.
6.
El marco sociopolítico de todo lo anterior es la percepción del “agotamiento
del régimen” por parte de sectores crecientes de la ciudadanía.
En
correspondencia con esas maniobras, el reciente segundo aniversario del
mencionado referéndum fue ocasión para movilizaciones impulsadas por
variopintos grupos de oposición en varias de las capitales departamentales del
país, destacándose La Paz y Santa Cruz. Entre los lemas y consignas que citamos
antes se cuela con insistencia otro que advierte que Bolivia no puede
convertirse en Venezuela. Sin embargo, las formas de protesta escogidas no son
simplemente marchas o concentraciones, sino que asumen la forma de bloqueos
duros en múltiples puntos de cada ciudad y en sus principales accesos
carreteros, lo que impide el derecho al trabajo de las grandes mayorías, que
viven con lo que pueden ganar cada día. La táctica, aunque insiste falazmente
en su carácter pacífico, violenta en la práctica a los sectores más vulnerables
y apunta evidentemente a generar choques y enfrentamientos. Paradójicamente, va
materializando la tan aborrecida “venezuelización” de Bolivia…
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