Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Vanessa
Dourado
Pensar
el feminismo en el siglo XXI implica pensar también en modelos alternativos a
los vigentes. La lucha reivindicatoria y por derechos, si no se encuentra
acompañada de una fuerte crítica a las formas de organización social de manera
amplia, corre el riesgo de transformase en una forma más de legitimización del
sistema que es la raíz de la mayoría de las muchas opresiones que sufren las
mujeres –todas ellas–.
En
medio a tantos feminismos y llevando en cuenta la potencia del movimiento en la
construcción de muchas subjetividades, cabe poner en discusión –o por lo menos
pensar–dos puntos: ¿el feminismo será posible bajo un modelo neoliberal? Y,
¿habrá feminismo en tierra arrasada?
Pensando
el feminismo como forma radical de defensa de la vida, estos dos ejes son
cruciales para la construcción de un mundo verdaderamente feminista. Un mundo
donde habitemos todes sin reproducir la explotación –ni de los seres humanos
hacia los seres humanos, ni de los seres humanos hacia la naturaleza de la cual
somos parte–, el ecocídio, el genocidio, el fascismo y la mercantilización de
la vida.
El
avance del neoliberalismo y de la barbarie ambiental afecta primeramente, y más
fuertemente, a los sectores vulnerables. Y si pensamos –desde un lugar de
feministas latinoamericanas– el cuerpo como territorio, estos dos factores
parecen obvios. Todavía aún hay una grieta que lleva los feminismos a
sectorizar las luchas y termina por dejar para tras las estrategias de
construcción del mundo que queremos.
Aunque
avance el movimiento organizado de mujeres, pensar interseccionalidad es una
tarea urgente. Sin este elemento, es posible que la ardua construcción de las
luchas termine sirviendo a la creación de formas más sofisticadas de opresión.
Las opresiones del siglo XXI guardan un fuerte componente fascista que tiende a
profundizar el racismo, el caos ambiental, el colonialismo, la xenofobia, el
punitivismo y el individualismo propio del modelo “sálvense quienes puedan”.
No
basta ser mujer, hay que luchar por otra forma de existir en el mundo y por un
mundo libre de opresiones. La construcción de la “mujer empoderada” acompañada
de una narrativa de igualdad de derechos sin una crítica anticapitalista,
valida lugares de construcción de un feminismo liberal, incluso con el
protagonismo de mujeres en espacios de poder institucionalizado.
Son
muchas las iniciativas desde las grandes corporaciones a la inserción de
mujeres como protagonistas en lo que es el avance del “espíritu emprendedor”,
una apuesta que utiliza el reclamo por la igualdad de oportunidades en una
forma impulsar a la liberalización de la economía. Una nítida estrategia de
direccionar la importante lucha de las mujeres para la validación del modelo
depredador que está llevando el mundo a una crisis civilizatoria. Un ejemplo
concreto desde hecho es la creación del W20, una red compuesta por mujeres que
tiene por objetivo influir en la agenda de los grupos de toma de decisión del
G20. La organización del G20 orgullosamente difunde que sus trabajos tienen una
“perspectiva de género”.
Seguramente,
las mujeres que están luchando en las calles de todo el mundo no quieren
depredación con perspectiva de género, tampoco bancan una feminización de los
modos de dominación contemporáneos.
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