Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
“Todo
es ilusión, menos el hambre”
Una sexta parte de los habitantes del planeta
padece de hambre. La mayoría de ellos, en términos porcentuales de la
población, está en África, con 20% de
afectados; Asia con 11,7% y Latinoamérica y Caribe con 6,6% – según evaluación
de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), del
Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y del Programa Mundial de
Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés).
A pesar de las altas cifras y del hambre ser una
realidad en los países llamados como subdesarrollados, aquellas personas que
intentan –por desesperación– escapar de la muerte migrando para otros sitios
son sistemáticamente criminalizadas y muchas mueren antes de llegar a sus
destinos. Las muertes de estas personas siquiera son contabilizadas. Los
refugiados del hambre no son “migrantes por razones económicas”, es decir, no
están buscando tener una vida mejor en otros países, sino que son forzados a
dejar sus lugares de origen por una cuestión estructural que no les ofrece otra
alternativa.
Aunque sea evidente que el no acceso a
alimentación pone en riesgo la existencia de la persona y que ésta es una
cuestión básica de manutención de la vida misma, la Convención de 1951 sobre el
Estatuto de los Refugiados y su protocolo de 1967 no consideran a los que huyen
del hambre por la vía migratoria como refugiados. Esto significa que al llegar
a los destinos, sobre todo a los países llamados desarrollados, estas personas
son calificadas como “migrantes ilegales por razones económicas”. El hecho de
no haber amparo legal que justifique su migración hace que estas personas
sufran discriminación y también
persecución por su condición de “ilegal”. Las víctimas del hambre son
convertidas en delincuentes.
La ONU atribuye la problemática del hambre,
sobre todo el aumento en las cifras en los últimos cuatro años, a los
conflictos entre las poblaciones y a eventos relacionados al cambio climático.
Sin embargo, no mencionan que las políticas de agricultura y cambio climático
llevadas a cabo por los países dichos desarrollados son una de las raíces del
problema que condena millones de personas a la muerte por falta de alimentación
adecuada.
Las lógicas del desarrollo y la posición de los
países que sufren con la pobreza y la miseria son factores importantes para
comprender las causas del hambre en el mundo. El llamado “pacto colonial” de lo
cual habla Jean Ziegler, lleva a cuestionar cómo es posible que con la actual
capacidad de producción de alimentos –que es el doble del total necesario para
abastecer a la población mundial– la hambruna sea una realidad. No es falta de
recursos, es un juego de poder que utiliza el hambre como forma de sostener una
hegemonía económica, social, cultural y política.
A pesar que el acceso a una alimentación
adecuada figurar como derecho humano, los gobiernos, las corporaciones, los
organizamos que promueven el endeudamiento ilegitimo de los países y los organismos que promueven la liberalización
del mercado la ven como una violación a su “derecho de dominación”. Y, mientras
estos últimos invierten sus mejores esfuerzos en la producción de maíz, arroz y
cereales para producir biocombustibles, el acceso a la alimentación adecuada se
convierte, cada vez más, en un privilegio por las alzas de los precios de los
alimentos. Habría que pensar se mantener
poblaciones enteras sometidas y rehenes de las decisiones tomadas por un grupo
de organismos que sobrevive a costa de las más básicas necesidades de las
personas no es, per se, una violación a los Derechos Humanos.
Editorial Virginia Bolten (Argentina)
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