Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Anselmo
Esprella
La
oligarquía boliviana, muñeco de ventrílocuo, repite en coro el discurso de la
oligarquía chilena: “en La Haya no van a conseguir nada”, mejor no hagamos
nada.
Durante
toda la historia de Bolivia, esa ha sido su distinción de casta, de clase
parásita y ensimismada. Considera que cualquier tipo de trabajo, es un
deshonor.
Eternamente
somnolientos por un poderoso cannabis que les adormece el entendimiento, van
por los medios de comunicación, anunciando la llegada definitiva del pasado.
Mientras
el pueblo remienda una bandera azul y en La Haya, Chile y Bolivia, disputan un
nuevo round, por la posesión de la verdad histórica, ellos, los del ocio
creativo, defienden con pantuflas y con el cuerpo desparramado sobre el sofá:
el ocio a secas.
El
12 de noviembre de 1970, nueve días después de asumir la presidencia, Salvador
Allende, anuncia que “Chile tiene una centenaria deuda con Bolivia, estamos
dispuestos a emprender una solución histórica. Bolivia retornará al Pacífico”.
Pero
no solo fue la figura extraordinaria del presidente socialista, a quien le
preocupaba resolver temas pendientes con Bolivia. En veinte oportunidades más,
gobernantes de todas las corrientes políticas de Chile, incluyendo al dictador
Augusto Pinochet, ofrecieron a Bolivia una salida al mar.
El
23 de marzo de 2011, como otras tantas veces, Evo Morales, toma una decisión
que comprometerá todo el capital político que ha construido a fuerza de luchas,
persecuciones y cárceles: anuncia que llevará la demanda marítima, a la Corte
Internacional de Justicia de la Haya.
Si
la Corte se expide a favor de Chile, sin importar los aciertos económicos,
políticos o sociales, el país entero pedirá que le traigan en una bandeja
ensangrentada, la cabeza de Evo.
Por
supuesto la oposición boliviana, desde la fundación de Bolivia a nuestros días,
apuesta a que Bolivia pierda. Por lo que la hábil y experimentada diplomacia
chilena, es la esperanza de la oligarquía boliviana.
El
20 de enero de 1839, 40 años antes de la Guerra del Pacífico, sucedió un
episodio insólito que es retrato fiel de los gobernantes bolivianos. El auto
nombrado presidente, José Miguel de Velasco, al enterarse de la derrota de
Bolivia, frente al ejército de Chile: felicita al General chileno Manuel
Bulnes, por haber derrotado al ejército boliviano.
Esta
historia se repetirá una y otra vez, una y otra vez, hasta llegar al año 2018.
Ya
en nuestros días, la oligarquía boliviana vuelve a mostrar la faceta brutal que
la caracteriza; Contrata a mercenarios húngaros, croatas, uruguayos, argentinos
y brasileños, para crear la república de La Media Luna. Prefieren dividir en
dos partes el país, a consentir que un indígena “pata rajada gobierne Palacio Quemado”.
Marx
ha escrito que la guerra no ocurre entre países, sino entre productos brutos.
Sin embargo, a la Guerra del Pacífico se sumó además, la indignidad de las
castas.
Tres
meses después de iniciada la Guerra del Pacífico, Bolivia por fin logra organizar
y equipar a un regimiento, y lo envía presuroso a la costa, sin embargo, este
destacamento se extravía ocho meses en el desierto. Por esta razón, fueron
llamados, el batallón de los israelitas o el batallón de los errantes. Este
ejército, a las órdenes del General Narciso Campero, se esfuerza pero no
consigue llegar a Tacna.
Los
israelitas vagan ocho meses por la cordillera del sur, sin poder encontrar la
tierra prometida ni ninguna otra tierra, ni nada parecido y en ese trajín, se
les va la vida.
Los
oficiales de Campero, igualmente hebreos, ¿no se dieron cuenta que Narciso no
tenía la más mínima idea de por dónde se llega al honor? ¿Qué hicieron
militares profesionales escondidos bajo el catre? ¿Quién pagó ocho meses de
alimentación de los israelitas extraviados? ¿Quién pagó las latas de alcohol y
las botellas de whiskies, que tuvieron que tomarse, porque se les caía la cara
de espanto?
La
guerra no es buena para los negocios, los empresarios bolivianos quieren la
paz, necesitan la paz. Aniceto Arce y Gregorio Pacheco, pagan los viáticos de
los israelitas, les urge que Bolivia se hunda lo más pronto posible.
Los
primeros días de 1880, el ejército hebreo, después de cruzar el más negro de
los episodios del conflicto, por fin llega al mar, pero justo Bolivia se retira
de la Guerra.
La
oligarquía recompensa al General de los israelitas, convirtiéndolo en
presidente del país, al que acaba de traicionar. A su vez Narciso Campero,
designa vicepresidente al empresario minero Aniceto Arce, el mismo que pagó las
jaranas y las fritangas de 8 meses de regocijo.
En
una emboscada sórdida, la oligarquía boliviana pacta con el enemigo. En vano El
Corneta Mamani, pide refuerzos y a pesar de haber escuchado la orden de tocar
retirada, continuó tocando avanzar a degüello. Y continúo tocando, cuando ya
tenía varias horas de muerto y cuando ya sólo se oían las olas del mar que
Mamani no quiso perder.
Por
supuesto, en todas las facetas de la historia de Bolivia, se expresan la nación
y la anti nación, pero en ningún pasaje, de manera más nítida y brutal que en
la contienda del pacífico.
La
derrota de Bolivia, no fue una casualidad, tampoco fue una operación secreta;
Cincuenta años antes de que ocurra, Chile le había declarado la guerra a
Bolivia y sobran antecedentes que corroboran aquello.
Salvo
algunas excepciones, las clases gobernantes, no quisieron oír, no quisieron
ver.
Mucho
antes de que Francis Fukuyama, anunciase la muerte de la historia, la
apresurada oligarquía boliviana, había dado la primicia local, “Bolivia se nos
muere” dijeron con sorna, se sacaron el sombrero y se dieron unos a otros, los
pésames con entusiasmo y alegría.
Para
que el país se salve de una muerte inminente, pusieron en remate 150 empresas
públicas, de aquel festín Bolivia no se recuperaría ni nunca. Con sus ojos
claros y sus manitas limpias, le robaron a un país que caminaba harapiento por
el continente.
Y
cuando todavía se escuchaban los petardos del nacimiento del siglo XXI, un
decreto inaudito, regresa a Bolivia a la edad media.
“Como por la gracia de Dios y de la Santísima
Trinidad, nos gobierna con rectitud el señor feudal y como todo lo que hay en
la tierra, en los mares y en el aire, son de propiedad exclusiva de nuestro
señor: Bajo pena de muerte, queda absolutamente prohibido almacenar el agua de
la lluvia”. Pues el agua que cae del cielo, no le pertenece a la Madre Tierra,
tampoco a Dios, sino a la transnacional norteamericana, Bechtel-Aguas del
Tunari.
La
Ley 2029, autoriza a la Bechtel, “cobrar a los vecinos (vasallos) por el uso
del agua del rio e incluso si recogen agua de lluvia”, deben pagar y si los
súbditos no pagan, la empresa queda autorizada a confiscar sus casas.
Pero
lo que ahora les quita el sueño, es “este paisano perezoso que nunca tuvo ni
tendrá alma”, la credibilidad de este plebeyo que ha pisoteado, delante de los
medios de comunicación, todos los paradigmas construidos durante 500 años.
Por
eso les urge que Bolivia pierda en La Haya, necesitan la derrota para
regresarnos a la impotencia.
Sin
embargo, La Haya, ha comenzado a escudriñar en la historia de 130 años, de una
oligarquía mitómana y cleptómana.
Quizá
por eso, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó al día 24 de
marzo, como Día Internacional del Derecho a la verdad.
Y
como la historia la escriben los que ganan; en septiembre de 2015, la Corte
Internacional de La Haya, declaró que: “Bolivia nació con salida al mar”.
Por
eso es importante, haber confrontado a chile con su historia de pirata, porque
también permitirá a los pueblos reescribir su historia de “naciones
clandestinas”.
El
pueblo construye rascacielos pero vive en pocilgas; muere destripado en las
guerras, pero los escribidores de la historia, le endilgan las derrotas.
Con
humildad, pero también en beligerancia, asomamos nuestra verdad al mundo,
porque creemos que “las estirpes condenadas a cien años de soledad” tienen
derecho a una segunda oportunidad sobre la tierra.
Porque
el pueblo necesita creer que los pueblos pueden: porque así es.
Y
porque “A ningún país le es tan preciada la costa como al nuestro, para unos es
riqueza y poder, para otros es un girón de tierra, para nosotros es un girón
del alma, pero como el mar ha dejado de estar delante de nosotros, ahora está
dentro de nosotros”.
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