Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Lourdes Montero
Si hay algo que aprendí en mi
estancia en México hace algunos años es la contundente eficacia de la guerra
sucia en política. Hoy la campaña del referéndum constitucional del 21 de
febrero puede ser estudiado como un caso emblemático de una planificada estrategia
de desprestigio, cuyas consecuencias evaluaremos en los resultados electorales.
Una campaña electoral que parecía
no iniciar nunca y que antes que compromiso político nos arrancaba bostezos,
como sorpresa carnavalera, hoy nos pone frente a una bien montada estrategia de
guerra sucia. Veamos como la teoría del marketing político se aplica de manera
ejemplar para analizar los hechos ocurridos en los últimos días.
Pedro Viveros, especialista
colombiano en mercadeo político, dice que la guerra sucia se aplica cuando la
contienda está muy apretada y es más eficaz a pocos días de la meta, ya que
busca sembrar dudas sin el tiempo suficiente para aclararlas. El especialista
agrega que las estrategias dañinas perjudican solo si se logra permear la
integridad del candidato —sobre todo si los hechos tocan su talón de Aquiles— y
su equipo de campaña no tiene la capacidad de reacción.
Así, el timing de las denuncias
presentadas por Carlos Valverde es perfecto; se denuncia el supuesto tráfico de
influencias sin tiempo suficiente antes del referéndum para que una
investigación pruebe o niegue la acusación. Por otro lado, es indudable que la
denuncia daña la integridad de Evo Morales, quien había logrado aislar su
liderazgo de otros hechos de sospecha de corrupción de su entorno político; así
como apela a su talón de Aquiles: un presidente soltero que puede ser presa
fácil de las tentaciones femeninas. Por último, es indudable que el gabinete
estratégico de campaña del Mandatario no desarrolló una estrategia adecuada de
control de daños y —como sostienen algunos analistas— más bien contribuyeron a
profundizar la crisis.
El especialista mexicano en
campañas políticas Eric Castillo sostiene que la guerra sucia contra un
candidato “se debe hacer fuera de los protocolos de campaña. Por lo regular, se
contratan grupos de choque que funcionan de manera colateral a la campaña
general”. Así, en el caso que nos ocupa, un periodista independiente aparece
como el vocero perfecto de la denuncia de corrupción.
El especialista mexicano agrega
que un golpe tiene que ser medido pensando en el público al que se quiere
influir. En el caso de las denuncias de Valverde el público al que más se
podría influir es a una clase media urbana cuya moral está inspirada por
valores burgueses, y en cuya indignación ha primado criterios clasistas,
racistas y misóginos por encima de una genuina preocupación por los bienes del
Estado.
Sabemos que las campañas
políticas son en un 90% emotividades. Las emociones son la matriz que, en gran
medida, rigen el comportamiento de los electores. Por ello, las campañas
políticas buscan vender percepciones, no realidades. Allí radica el peligro de
la guerra sucia. La propaganda negativa es contraria a la democracia, ya que
logra generar una cortina de humo en torno a los problemas centrales que están
en disputa en una elección.
Una de las condiciones para que
la democracia funcione es que la ciudadanía cuente con información cierta y
relevante que le ayude en la definición de su voto. En teoría, los tiempos de
campaña sirven para cualificar nuestras decisiones. Sin duda las denuncias
vertidas en los días pasados ameritan una investigación profunda que nos ayude
a desentrañar la sombra de corrupción que podría empañar la gestión
gubernamental los próximos cuatro años. Pero de ninguna manera el despliegue de
una bien montada estrategia de guerra sucia debe confundirnos: la naturaleza de
la consulta que enfrentamos el 21F es sobre la reforma parcial de la
Constitución Política, no lo olvidemos.
La autora es cientista social
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y Twitter: @escuelanfp
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