Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Raúl Zibechi
Una
nueva derecha está emergiendo en el mundo y también en América Latina,
región donde presenta perfiles propios y una nueva e inédita base
social. Para combatirla es necesario conocerla, rehuir los juicios
simplistas y entender las diferencias con las viejas derechas.
Mauricio
Macri es bien distinto de Carlos Menem. Éste introdujo el
neoliberalismo, pero era hijo de la vieja clase política, al punto de
que respetaba algunas normas legales y tiempos institucionales. Macri es
hijo del modelo neoliberal y se comporta según el modelo extractivo,
haciendo del despojo su argumento principal. No le tiembla el pulso a la
hora de pasar por encima de los valores de la democracia y de los
procedimientos que la caracterizan.
Algo
similar puede decirse de la derecha venezolana. Se trata de alcanzar
objetivos sin reparar en medios. El modo de operar de la nueva derecha
brasileña se diferencia incluso del gobierno privatizador de Fernando
Henrique Cardoso. Hoy los referentes son personajes como Donald Trump y
Silvio Berlusconi, o el presidente turco Recep Tayyip Erdogan,
militarista y guerrero que no respeta ni al pueblo kurdo ni a la
oposición legal, cuyos locales y mítines son sistemáticamente atacados.
Estas
nuevas derechas se referencian en Washington, pero es de poca utilidad
pensar que actúan de modo mecánico, siguiendo las órdenes emanadas de un
centro imperial. Las derechas regionales, sobre todo las de los grandes
países, tienen cierta autonomía de vuelo en la defensa de intereses
propios, sobre todo aquellas que se apoyan en un empresariado local más o
menos desarrollado.
Pero
lo realmente novedoso son los amplios apoyos de masas que consiguen.
Como se ha dicho, nunca antes la derecha argentina había llegado a la
Casa Rosada por la vía electoral. Esta novedad merece alguna explicación
que no se puede agotar en este breve espacio. Tampoco parece adecuado
atribuir todos los avances de la derecha a los medios. ¿Qué razones hay
para sostener que los votantes de la derecha son manipulados y los de la
izquierda son votos conscientes y lúcidos?
Hay
dos cuestiones que sería necesario desbrozar antes de entrarle a un
análisis más amplio. La primera son los modos de hacer, el autoritarismo
casi sin freno ni argumento. La segunda, las razones del apoyo de
masas, que incluye no sólo a las clases medias, sino también a una parte
de los sectores populares.
Sobre
las decisiones autoritarias de Macri, el escritor Martín Rodríguez
sostiene: El macrismo actúa como un Estado Islámico: su ocupación del
poder significa una suerte de profanación de los templos sagrados
kirchneristas (Panamarevista.com, 28/01/16). Los despidos masivos
decididos se apoyan en la firme creencia de las clases medias de que los
trabajadores estatales sonprivilegiados que cobran sin trabajar. Porque
el costo político de esas tremendas decisiones ha sido hasta ahora muy
bajo.
La
comparación con los modos del Estado Islámico suena exagerada, pero
tiene un punto de contacto con la realidad: las nuevas derechas llegan
arrasando, llevándose por delante todo aquello que se interpone en su
camino, desde los derechos adquiridos por los trabajadores hasta las
reglas de juego institucionales. Para ellos, ser democráticos es apenas
contar las papeletas en las urnas cada cuatro o cinco años.
La
segunda cuestión es comprender los apoyos de masas conseguidos. El
antropólogo Andrés Ruggeri, investigador sobre las empresas recuperadas,
destaca que la derecha pudo construir una base social reaccionaria
capaz de movilizarse, basada en los sectores más retrógrados de la clase
media, sectores que siempre existieron y que en los 70 apoyaron la
dictadura(Diagonal, 13/02/15). Esa base social está anclada en un votante-consumidorque adquiere un voto como un producto de supermercado.
Considera
que el gran error del gobierno de Cristina Fernández consistió, en vez
de fomentar un sujeto popular organizado, en promover un conjunto social
desmembrado, individualista y consumista, que además pensó que las
conquistas de la lucha de 2001, y los beneficios sociales logrados en
estos 12 años, eran derechos adquiridos que no estaban en riesgo.
Convencerlos de esto último fue un gran logro de la campaña de la
derecha, clave para su triunfo (Diagonal, 13/02/16).
Las
clases medias son muy diferentes a las de los años 60. Ya no se
referencian en las camadas de profesionales que se formaron en
universidades estatales, que leían libros y seguían estudiando cuando
finalizaban sus carreras; aspiraban a trabajar por sueldos medianos en
reparticiones estatales y se socializaban en los espacios públicos donde
confluían con los sectores populares. Las nuevas clases medias se
referencian en los más ricos, aspiran a vivir en barrios privados, lejos
de las clases populares y del entramado urbano, son profundamente
consumistas y recelan del pensamiento libre.
Si
una década atrás parte de esas clases medias golpearon cacerolas contra
el corralito del ministro de Economía, Domingo Cavallo, y en ocasiones
confluyeron con los desocupados (piquete y cacerola, la lucha es una
sola, era el lema de 2001), ahora sólo les preocupa la propiedad y la
seguridad, y creen que la libertad consiste en comprar dólares y
vacacionar en hoteles de cinco estrellas.
Estas
clases medias (y una parte de los sectores populares) están modeladas
culturalmente por el extractivismo: por los valores consumistas que
promueve el capital financiero, tan alejados de los valores del trabajo y
el esfuerzo que promovía la sociedad industrial hace apenas cuatro
décadas.
Los
defensores del modelo neoliberal consiguen un piso de apoyos en torno a
35-40 por ciento del electorado, como muestran todos los procesos de la
región. A menudo no sabemos cómo enfrentar esta nueva derecha. No es
agitando contra el imperialismo como la derrotaremos, sino mostrando que
se puede gozar de la vida sin caer en el consumismo, el endeudamiento y
el individualismo.
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