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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...

Las trampas y desafíos del MAS



Por: Helena Argirakis
En retrospectiva, la nacionalización de los hidrocarburos de mayo de 2006 y el ciclo de nacionalizaciones hasta 2014 ha permitido —según declaraciones del Gobierno central— un crecimiento económico sostenido de aproximadamente el 5% durante la década, posibilitando un incremento del PIB de $us 9.000 millones en 2005 a $us 33.000 millones a 2015, además de la reducción de la extrema pobreza del 41,2% (1996) al 17,3% (2014) y de la desigualdad como consecuencia de la redistribución de excedentes a través de las políticas públicas y los bonos sociales, promoviendo la estabilidad económica–política y el incremento en la calidad de vida de los bolivianos.
Sin embargo, paralelamente, se ha desencadenado un proceso de diversificación, complejización e inclusive dispersión social a causa del asenso económico, político y social de grandes conglomerados desfavorecidos de la sociedad, paralelo a la desagregación de la histórica clase media (blancoide) hacia la formación de nuevas facciones de clase media con otros hábitos, estilos, estéticas, mentalidades y comportamientos.
Según Fernando Molina, el aumento o engrosamiento de la clase media boliviana se debe al cambio en la correspondencia entre la clase y etnia; es decir, la ruptura del candado étnico–racial en el que el indio o el mestizo con fisonomía de indio era históricamente condenado a la pobreza, marginación y exclusión, frente a una élite blancoide que ostentaba su condición de blanquitud como un capital político, económico y social (en palabras de Álvaro García Linera). Por lo tanto, la disrupción de la correspondencia entre clase y etnia ha posibilitado la alteración de las correlaciones de fuerza entre la antigua élite o casta blancoide y las mayorías de ascendencia indígena, originaria, coadyuvado por lo que el vicepresidente García Linera considera el segundo gran logro de la década de gobierno de Evo Morales: la indianización del Estado.
Si bien se ha roto la correspondencia histórica entre clase y etnia y esto ha conllevado una alteración de las correlaciones de fuerzas entre élites blancoides y mayorías indígenas originarias y campesinas de manera positiva, también se opera un doble fenómeno sociológico e histórico que representa posiblemente un gran desafío hacia el futuro para la clase dirigente nacional: el deslizamiento de la conciencia de clase político–ideológica de facciones de clase que forman parte del bloque social en el poder y la incorporación histórica generacional de jóvenes a la ciudadanía activa que nunca vivieron la etapa neoliberal (menos la dictadura militar) y que han configurado su sentido común, sistema de creencias e imaginarios, conciencia de sí y social a partir de la implementación del proceso de cambio sin referentes vivenciales del pasado remoto o mediato —por lo que normalizan, relativizan, trivializan y descontextualizan los grandes avances y transformaciones económicas, políticas y sociales de la última década.
El deslizamiento de la conciencia de clase político-ideológica de facciones de clase que forman parte del Bloque Social en el poder y la incorporación generacional de jóvenes a la ciudadanía activa que no tienen referentes simbólicos, cognitivos ni afectivos con el pasado lejano y reciente, entraña varias complejidades, problemáticas y trampas que se nuclean en torno al consumo y las variantes de ésta. Si bien la generación y redistribución de excedentes de parte del Estado y el ascenso socioeconómico de grandes estratos de la población es fruto de conquistas históricas y políticas justas y necesarias, también conlleva varias complejidades y trampas en torno al consumo que le tocará sortear al oficialismo de gobierno del Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) en la siguiente década.
Irónicamente, han sido los 10 años de gobierno de Evo Morales (la década de oro de la economía boliviana), y no el modelo neoliberal, el que ha posibilitado no solo el crecimiento y la estabilidad económica con la consecuente movilidad y ascenso social, sino también al consumo y consumismo, con el consiguiente deslizamiento de la conciencia de clase (dicha conciencia de clase ya no asociada a la función del trabajo y las fuerzas productivas, sino asociada a la función posmoderna del consumo y consumismo). Lo afirmado aquí no quiere decir que podemos —como Estado, como economía, como sociedad, como configuración histórica, como seres humanos— abstraernos de manera absoluta del consumo; sin embargo, el punto central a analizar aquí  —en este momento histórico en el que se encuentra el proceso de cambio en el país— es detenernos a reflexionar hacia dónde se dirigen los excedentes de nuestra economía plural (estatal, privada, cooperativa, comunitaria, mixta) y qué actitudes o comportamientos estamos asumiendo como bolivianos frente a esta renovada prosperidad.
En el caso boliviano, la problemática actual del consumo se presenta desde diferentes aristas, como por ejemplo, consumo versus Vivir Bien: el consumo y el “derecho a consumir”, las libertades individuales y los derechos humanos enfrentados drásticamente al Vivir Bien y los derechos de nuevos sujetos políticos no humanos como la Madre Naturaleza. Dicho enfrentamiento entre el consumismo y el Vivir Bien abarca la reflexión y el debate sobre los desenfrenados apetitos y apegos materiales de los seres humanos, indistintamente de su clase, condición étnica o racial y cultural frente a la capacidad reproducción de la vida en el planeta Tierra. En el actual momento histórico y debido al acceso de productos chinos al mercado nacional, adicionalmente a los demás productos que tradicionalmente se importaban a Bolivia, existe la disponibilidad de adquirir una inmensa variedad de productos de toda calidad, precio y modelos, adaptados para todas las clases sociales y bolsillos o capacidad adquisitiva, fomentando el consumo no solo de productos de primera necesidad, sino suntuarios y vinculados a la estructura del deseo.
Irónicamente, las universales conquistas en torno a las libertades individuales y los derechos humanos de los siglos XIX y XX se han convertido actualmente en territorios estériles de cooptación y vaciamiento de contenido político histórico a manos del capitalismo mundial y del consumismo, ya que actualmente se consume a nombre de la libertad individual y de los derechos humanos de manera absoluta e irrestricta  —yo tengo el derecho a comprar—  ya que nadie está dispuesto a ceder un milímetro en sus hábitos de consumo a favor de la recuperación del equilibrio y sostenibilidad armoniosa del planeta. Al contrario, con la progresiva complejización y sofisticación del proceso de consumo que ofrece productos de toda calidad y a todo precio para el amplio abanico socio económico (productos verdes, ecológicos, light, edulcorados, deslactosados y desgrasados para paliar la conciencia de culpa judeocristiana frente al consumismo) nadie se queda sin comprar y sin gastar; por lo que en lugar de que el acceso o la democratización del consumo se mantenga como una conquista histórica y social, se vuelve más bien la tumba del propio proceso de cambio y la antípoda del Vivir Bien.
La autora es politóloga cruceña
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