Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Helena Argirakis Jordán
Desde 1952 hasta 1982, la presencia del sindicato y la condición obrera en el campo político boliviano fue fundamental, pues configuró, moldeó y expandió los contornos y contenidos del proyecto de Estado moderno, inaugurado por la Revolución Nacional, ya sea a través de su participación en la etapa de co-gobierno con el MNR, ya sea en su antítesis a la dictadura militar iniciada en los 60.
Como acertadamente plantean varios teóricos, la condición obrera contenida en la forma organización sindical gestionaba la expresión de los derechos de ciudadanía popular (vetados por la dictadura militar), ejerciendo una suerte de “ciudadanía sindical”, que ampliaba los derechos políticos y sociales (el voto universal, las reivindicaciones en torno a la legislación laboral, demandas de redistribución de los excedentes del Estado, la incorporación de nuevos sujetos sociales a la disputa política) a partir de la fuerza impugnativa y de irradiación de la(s) asamblea(s) obreras.
En definitiva, la condición y forma organizativa que configuró y unificó el campo político boliviano durante el siglo XX fue el sindicato obrero, pues tuvo la capacidad de canalizar exitosamente las demandas y reivindicaciones del polo nacional popular. La presencia de la condición obrera expresada en su forma sindical fue tan preponderante que el partido hegemónico durante el siglo XX, el Movimiento Nacionalista Revolucionario, tuvo entre sus principales factores de poder a la tormentosa asociación cíclica con el sindicato obrero (y también campesino) como base social de su legitimidad y de su sistema de legitimación política permanente.
Sin embargo, luego del advenimiento de las reformas estructurales que promovieron la implementación del neoliberalismo y la globalización en el país, se inicia el ciclo de repliegue, contracción y desinserción de la condición obrera y su expresión sindical por varios factores. Por un lado, el desmontaje del modelo de Estado de bienestar en su vertiente nacionalista, que obliga el despido y relocalización de los obreros, por lo que paulatinamente la organización del sindicato obrero pierde su pertinencia política. Por otro lado, se inicia el desmantelamiento de las bases organizativas en torno al lugar de trabajo y se transita hacia el ciclo político de la democracia pactada, donde la forma organización partidaria asumirá formalmente el universo de las representaciones entre la sociedad y el Estado. Lo más contundente en esta etapa es la des-corporativización circunstancial de la política boliviana, que condujo a la eliminación de canales alternativos de acceso para la participación, gestión y control social en la política, reduciendo la “democracia” a un sustantivo hegemónico de carácter prescriptivo y normativo e impidiendo la intervención de la sociedad en la definición de lo público.
Lo más determinante para la desinserción de la condición obrera en Bolivia fue quizás la incapacidad de vislumbrar un propuesta de proyecto país que trascienda la “dialéctica de la obediencia negociada en las calles” (García Linera. 2004). El movimiento obrero en lugar de exigir la anulación, eliminación y superación del Estado neoliberal, extractivista, desarrollista, moderno y occidental, demandaba la restitución de antiguos pactos, equilibrios, correlaciones de fuerzas y sistemas de sentidos anteriores al DS 21060. Dicho clivaje provocaría el sutil deslizamiento de los mecanismos de representación e intermediación hacia la autogestión de las demandas de parte de nuevas estructuras de acción colectivas, en base a identidades étnicas, culturales e históricas, la pertinencia territorial y comunitaria, además de la concepción de los servicios básicos como derechos humanos irrenunciables. El nacimiento de los nuevos y revitalizados movimientos sociales dejaba sin pertinencia ni representación al antiguo movimiento obrero, que por las circunstancias de la historia y sus contradicciones internas, quedaba marginalizado en el reconfigurado campo de disputas políticas del siglo XXI. Lo que evidenciamos en la actualidad es el esfuerzo de reinserción de la condición obrera en el contexto de la compulsión electoral, frente a la innegable marcha de la Historia.
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