Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Julieta Paredes
La lucha de las y los trabajadores comienza
cuando las acciones de las manos y de los cuerpos son alejados de los propios
cuerpos para convertirse en mercancías, en un objeto que tiene una vida
artificial proporcionada por el burgués, por el patrón, que se beneficia de ese
artificio. Esta práctica se fue consolidando a través de la historia de las
luchas de la humanidad (cuando digo humanidad estoy hablando de las mujeres
también, no se olviden). La lucha contra la esclavitud ha sido una pelea muy
clara contra esa apropiación del trabajo humano. Los esclavistas eran y son
dueños de los cuerpos, de todas sus acciones, creaciones y sus frutos. Son los
dueños de la vida y de la muerte.
Hoy nos parece
una historieta referirnos al esclavismo. Pero no, en Bolivia aún hay esclavos y
esclavas en las tierras bajas, como en Alto Parapetí. ¡Los hay!, aunque el
cardenal Julio Terrazas quiera tapar la realidad con su sotana. Y ni qué decir
de las esclavas que son llamadas esposas. En el patriarcado conviven muy bien
esclavismo, feudalismo, capitalismo, neoliberalismo y machismo.
Para nosotras,
feministas comunitarias, las luchas que nos hablan de cuerpos convertidos en
trabajadores se llevan a cabo para que las acciones de las manos, las
creaciones y los frutos de los cuerpos regresen a los cuerpos, y se repare el
desequilibrio en el que vivimos hoy en día en el planeta. Es un desequilibrio
que desarmoniza con la vida, con el vivir bien y con la felicidad. Por eso, al
hablar de un proceso de cambio revolucionario no podemos dejar de nombrar las
tareas pendientes contra los depredadores de la felicidad, que son los
burgueses, los patrones, los dueños de la propiedad privada. Es cierto que se
están desarrollando acciones que poco a poco benefician en algo al mundo del
trabajo, y que los cambios no se dan de la noche a la mañana.
Mi
cuestionamiento se dirige a lo que tenemos en el corazón; en concreto, a dos
ámbitos. Uno donde, creo que por miedo, las acciones son muy lentas. El otro es
la mística revolucionaria de creer que uno de los problemas es la propiedad
privada y la explotación de los cuerpos. No escucho ni veo que de verdad
cuestionemos la propiedad privada y la explotación de las y los trabajadores.
Es más, dentro del MAS y las organizaciones sociales, las y los compañeros
potencian el capitalismo con todas sus lacras. Necesitamos claridad frente a
los capitalistas, burgueses, empresarios, patrones, barraqueros, etc.
Necesitamos condenar que su negocio sea no pagar el trabajo, en otras palabras,
robar al trabajador. Y no pues sentarnos, como compadres, a planificar
políticas públicas. No mamen, preguntarle al ratón cómo cuidar el queso, ¡por
favor!
Ser
revolucionario no es ser un gritón o un opinólogo, es proponer cómo hacer la
revolución. Pero si en nuestro interior no creemos realmente en el mundo que
soñamos, si en nuestra vida cotidiana no defendemos nuestros ideales con
acciones, luchando contra la explotación y el enriquecimiento a costa de
otros, cómo, ¿díganme cómo?, vamos a lograr el summa qhamaña, ese vivir bien en
estas tierras.
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