Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo
D. Villanueva Imaña *
Tres razones y un propósito
orientarán el desarrollo del trabajo que se presenta a continuación. De partida
seguramente todos coincidiremos que la complejidad, abigarramiento y
condensación social latinoamericana[1]/ (y específicamente boliviana), no solo da
lugar a un innumerable conjunto de contradicciones y antagonismos que
generalmente se traducen como conflictos y disputas (algunas de las cuales se
traducen en momentos de crisis y revueltas sociales), sino que también provocan
un estado permanente de interpelación sobre el futuro y el destino de nuestros
países, donde se plantean asuntos de fondo y disyuntivas como por ejemplo:
desarrollismo extractivista o armonía con la naturaleza para Vivir Bien;
neoliberalismo o descolonización; capitalismo salvaje o socialismo comunitario,
etc.
Esta expresión del abigarramiento de las sociedades latinoamericanas,
también ha despertado desafíos y una permanente inquietud (tanto en los
movimientos y organizaciones sociales que buscan respuestas y soluciones a sus
demandas, como a nivel intelectual), acerca de la alternativa o el modelo (al o
de desarrollo) que debería seguirse para abordar y resolver los problemas y
conflictos históricos y actuales que presentan nuestras sociedades, las cuáles
además en la última década, hemos emprendido procesos de renovación, cambio y
transformación, como consecuencia de la crisis y el agotamiento del modelo
neoliberal que se había impuesto desde los años 80 del siglo pasado.
Una tercera fuente de
origen a las inquietudes sobre el futuro de nuestras sociedades y por encontrar
nuevas vías para resolver los problemas históricos y recientes, emerge de la
dinámica misma de los procesos emprendidos por buena parte de los países
latinoamericanos que, en la generalidad de los casos, tiene que ver con el
mismo tipo de dilemas planteados más arriba.
Junto a estas tres razones
que han promovido innumerables debates sobre los caminos y alternativas que
deberían seguirse para continuar avanzando en cada uno de los procesos
iniciados, y asumiendo aquel propósito planteado por José Carlos Mariátegui[2]/ por el cual un correcto abordaje y
solución a los problemas comunes que nos aquejan, pasan por adoptar un tipo de
socialismo acorde a nuestra realidad “que no sea calco y copia” (pero que
adicionalmente tenga la virtud de rescatar las prácticas ancestrales de los
pueblos indígenas que persisten a pesar del sistemático asedio (neo)colonial y
occidental), se efectuará un esfuerzo por deconstruir y fundamentar el
paradigma del Vivir Bien y el socialismo comunitario, entendiendo que los
mismos constituyen la base y rescatan precisamente aquellas prácticas, los
principios y valores de nuestros ancestros, así como el pensamiento y los
postulados que responden a la dinámica propia de nuestra realidad.
Bajo esas premisas será
posible entender con mayor claridad por qué por ejemplo el socialismo
comunitario para Vivir Bien no se limita a superar la lucha de clases y plantea
el establecimiento de una relación armoniosa con la naturaleza; o por qué no se
limita a la lucha anticapitalista y antineoliberal, y proyecta la
descolonización y el antiimperialismo. O que frente a los valores capitalistas,
burgueses y neoliberales del individualismo, la competencia y la explotación
salvaje de la fuerza de trabajo y la naturaleza, el paradigma del Vivir Bien y
el socialismo comunitario plantean la lucha por alcanzar la igualdad, al mismo
tiempo de recuperar las prácticas comunitarias y los principios de solidaridad,
reciprocidad, intercambio y complementariedad de los pueblos indígenas. Que
frente a la explotación clasista, el dominio imperialista y el sometimiento
étnico cultural y neocolonial; se plantea la superación de las condiciones de
explotación del hombre y la naturaleza, la liberación nacional del
imperialismo, y la descolonización interna y externa. Es decir, que los
postulados que sustentan el paradigma del Vivir Bien y el socialismo
comunitario, no se basan exclusivamente en la lucha contra la explotación
capitalista y la disputa de las clases sociales por la apropiación del excedente
y de los recursos naturales disponibles (que corresponden al enfoque y la
visión clásica del marxismo); sino que también aborda la lucha por la
recuperación del comunitarismo y las prácticas de solidaridad de los pueblos
indígenas, a pesar de la permanente y sistemática presión externa de la
sociedad, el mercado y el capital.
De esa manera, el presente
artículo efectuará un esfuerzo por desentrañar y analizar las fuerzas y las
tendencias más sobresalientes en el proceso de construcción del paradigma del
Vivir Bien y el socialismo comunitario, entendidas éstas como el impulso social
y el tipo de pensamiento o las ideas que sustentan el accionar de diversos
agentes sociales, para materializar aquello que podría denominarse como su
destino nacional u horizonte de visibilidad, a decir de Michel Foucault.
El punto de partida
histórico y las condiciones impuestas
Es un hecho
incontrovertible que la persistencia del dominio capitalista y el
(neo)colonialismo se explican porque el bienestar y la riqueza de los países
capitalistas desarrollados, se subvenciona con la pobreza y el sometimiento de
los países marginales. La única forma de garantizar la expansión de la economía
y garantizar la obtención del lucro y la ganancia que constituyen el fin último
del sistema capitalista, no es únicamente explotar la naturaleza y la fuerza de
trabajo del hombre, sino acceder, someter y dominar al conjunto de los países y
las economías del mundo, a fin de imponer su modelo y su lógica de explotación.
El origen de este planteamiento
no es producto de la imaginación o de un esfuerzo intelectual desconectado de
la realidad; sino que proviene de la forma cómo se fueron construyendo los
acontecimientos y la propia historia.
De esa manera se explica
por ejemplo que el dominio colonial español que se caracterizó por el saqueo y
la apropiación de la riqueza explotada en las minas, la encomienda, la mita, la
imposición de tributos, los obrajes, etc.; ha heredado a su vez el colonialismo
interno que se traduce principalmente en el racismo, la discriminación, el
patriarcalismo, el prebendalismo y otra serie de prácticas que aún persisten en
el cotidiano desenvolvimiento de los pueblos latinoamericanos.
Nuestros países sometidos
históricamente a la condición de semicolonias dependientes, han sido forzados a
transferir riqueza primero, y posteriormente proveer de materias primas a las
grandes industrias transnacionales, a costa de su soberanía y de su hambre. El
imperialismo no es un adjetivo resultante de un esfuerzo intelectual, sino de aquel
inicial crecimiento de la gran industria que provocó el agotamiento de mercados
nacionales, para dar lugar al expansionismo y la internacionalización de la
economía capitalista. Debe recordarse que aquella segunda ola de dominio
neocolonial (que corresponde a la fase de expansión industrial del capitalismo
y el periodo republicano de los países latinoamericanos), se caracterizó por el
reordenamiento de la economía mundial en favor del imperialismo y de las
grandes empresas transnacionales.
De esta fase, la más
importante característica a destacar es la división internacional del trabajo y
el sometimiento a la condición de meros proveedores de materias primas que se
impone sobre los países llamados subdesarrollados, que terminan perdiendo la
libertad y la soberanía nacionales, para ser sometidos a la condición de países
dependientes y semicoloniales, a pesar de contar con Declaraciones y Proclamas
de Independencia de las antiguas monarquías dominantes. Se trata del
establecimiento de Estados aparentes, excluyentes y monoculturales organizados
según la visión occidental desarrollista, pero sometidos a la condición de
dependientes del interés imperialista que, como se puede deducir claramente,
dan lugar y explican las luchas antiimperialistas de liberación nacional y
descolonización externa que se han emprendido desde entonces.
Por otra parte, también
resulta importante destacar que a su turno, la explotación capitalista y el
dominio colonial que se impusieron sobre nuestras sociedades, no lograron hacer
desaparecer ( en una buena parte de los países de Latinoamérica), las formas
comunitarias de organización social y productiva, donde prevalece una lógica
diferente de producción y reproducción de la vida, cuyos principios son la
solidaridad, el intercambio, la reciprocidad y una relación armoniosa con la
naturaleza, que constituyen la base fundamental del nuevo paradigma alternativo
al capitalismo y que los pueblos indígenas de Latinoamérica plantean como Vivir
Bien, Suma Qamaña o Sumaj Kausay.
Por estas razones se
explica el por qué a los países dependientes y subdesarrollados no solo les
queda la alternativa de someterse a la condición de semicolonias del
imperialismo, o luchar por la soberanía y la liberación nacional; sino también
el de discutir y definir el tipo (modelo) de desarrollo que se empleará para la
construcción del Estado nacional (como podremos apreciar más adelante).
En el caso de la condición
(neo)colonial y a pesar de lo que pudiera pensarse de manera superficial, la
descolonización no es (exclusiva ni principalmente) una tarea para deshacerse
de taras y prácticas heredadas del pasado en diversas esferas, como si esta
condición solo fuese un resabio y una herencia del pasado histórico que se ha
quedado arraigado en múltiples prácticas individuales y colectivas, que se las
entiende como una especie de resabio por superar. En realidad y quizás
constituya lo más importante de este fenómeno que suele ser muy complejo y
esquivo a la comprensión ciudadana, la descolonización consiste en romper la condición
de país penetrado, ocupado y acosado, en diferentes niveles y grados, por el
sistema imperialista predominante. Se trata por tanto de una tarea de
liberación nacional, de recuperación de la soberanía y la dignidad nacional,
que se traduce en la conformación de un Estado nacional independiente, pero ya
no de los estados monárquicos de los siglos XVII y XVIII, sino del imperialismo
capitalista predominante.
Para avanzar en este
propósito, se han puesto en marcha diverso tipo de iniciativas y acciones para
luchar contra este resabio que se expresa por medio de innumerables prácticas
individuales, institucionales, organizativas y estatales. Se trata de una lucha
contra el señorialismo, el prebendalismo, el machismo patriarcal, el
patrimonialismo, el caudillismo, etc. Es decir, de una lucha para romper con
prácticas tradicionales heredadas, para deshacerse y desembarazarse de aquellos
simbolismos que corresponden a estructuras y conductas que el sistema
reproduce, a pesar de su agotamiento y crisis.
Al respecto, evidentemente
no se pueden descuidar las tareas que hacen al desmontaje del colonialismo
interno, a la lucha contra el racismo y toda forma de discriminación, a
trabajar en la educación y la construcción de nuevas prácticas y de una nueva
forma de encarar y pensar el futuro de nuestros países, a la recuperación de
aquellas prácticas y manifestaciones culturales e identitarias que nos
permitirán construir la interculturalidad, la igualdad y el respeto por la
diversidad y la diferencia. En fin, a deconstruir y reconstruir la identidad
nacional y la nueva forma del sujeto (ser) nacional. Pero ello no es suficiente
y aun siendo encomiable puede resultar estéril.
No hay que olvidar que no
es posible separar el proceso de descolonización nacional de la lucha contra el
imperialismo, porque al hacerlo no solo se truncarían los logros para alcanzar
la igualdad entre todos los ciudadanos y superar las condiciones de explotación
y sometimiento étnico cultural y clasista que han sido impuestos, sino que se
condenaría al Estado y al conjunto de la sociedad, a permanecer en condición de
semicolonia, resignando su libertad, su soberanía y su independencia
nacionales, en favor de los intereses capitalistas y el modelo de desarrollo
occidental que se encuentra en crisis.
Por esta razón, la
descolonización y la liberación nacional del imperialismo son impensables sin
una propuesta y un proyecto alternativos al sistema capitalista y neoliberal
imperantes. No es posible hablar de liberación nacional y recuperar la
soberanía económica y política, sino nos planteamos la construcción de un
modelo alternativo al capitalismo salvaje, el extractivismo y la condición de
productores de materias primas. Es decir, sino echamos a andar ya el paradigma
del Vivir Bien en armonía con la naturaleza y la construcción del socialismo
comunitario.
No basta superar la
opresión clasista y étnico-cultural que se traduce en el colonialismo interno y
da cuenta de las desigualdades y la explotación que aún sufren las mayorías
populares dentro del país; debe emprenderse la lucha contra la opresión
imperialista, debe encararse la lucha por la liberación nacional y la soberanía
económica y política del Estado y la sociedad.
Encarar las tareas de la
descolonización bajo la perspectiva de la liberación nacional (y no solo como
descolonización interna), tiene dos virtudes importantes. Primero, que
contribuye a otorgar un sentimiento y una conciencia de liberación a las clases
y sectores populares, lo que les otorga la fuerza y el impulso necesario para
profundizar los cambios y transformaciones, y emprender tareas de esa
envergadura. De esa forma, no solo se favorecen condiciones para avanzar enel
proceso de cambio, sino que al contar y compartir un mismo objetivo e
identificar un enemigo común, las clases populares tienden a unirse y se
movilizan aliadas. Al asumir en carne propia la explotación, el dominio y el
sometimiento que ejerce el imperialismo y los intereses transnacionales sobre
la soberanía nacional, los sectores populares tienden a aliarse y emprender una
lucha conjunta.
En otras palabras, cuando
los procesos revolucionarios y/o sus conductores (en tanto líderes y sujetos
colectivos más esclarecidos) dejan pasar la oportunidad, o lo que es peor,
alientan el faccionalismo de las clases para promover o consentir que los
sectores sociales actúen por su cuenta, con liderazgos e intereses corporativos
y egoístas que pugnan únicamente por resolver sus problemas más inmediatos y
sectoriales; entonces no solo se pierde la ocasión de profundizar las transformaciones,
sino que se convierten en artífices de la división, el conflicto, el
enfrentamiento y la confrontación por intereses mezquinos y excluyentes. Aunque
evidentemente no se puede negar la justeza que pudieran expresar sus demandas,
resulta claro que se ha perdido el horizonte de transformaciones mayores, para
reducir el proceso de cambio y transformación, a un escenario de apaga
incendios de conflictos y demandas que, dependiendo de su violencia y
radicalidad, inclusive pueden poner en jaque la propia gobernabilidad y la
estabilidad democrática.
Segundo, al encarar de
manera simultánea la resolución de las contradicciones internas y las tareas de
liberación nacional, no solo se evita el riesgo de que las (nuevas) clases
dominantes tiendan a realizarse plenamente y organizar la sociedad de acuerdo a
sus intereses y, por tanto, mantener la condición dependiente y semicolonial
del país frente al imperialismo y los intereses transnacionales; sino que se
contribuye a establecer condiciones para que los sectores populares y las
organizaciones revolucionarias avancen más allá, hacia el cumplimiento de la
liberación nacional y el establecimiento de una sociedad socialista. Por esta
razón se dice que los países dependientes y semicoloniales para liberarse deben
cumplir simultáneamente la tarea de vencer y superar el dominio burgués
nacional, y al mismo tiempo encarar la lucha por la liberación nacional contra
el imperialismo y la descolonización.
Estas son las razones y el
fundamento principal que sostienen la necesidad de no desvincular las tareas de
la descolonización con la lucha contra el imperialismo, pero a condición de que
ellas, al mismo tiempo y juntas, articulen la construcción y puesta en marcha
del paradigma del Vivir Bien en armonía con la naturaleza, como instrumento de
liberación nacional y construcción del socialismo comunitario.Apesar del riesgo
de la redundancia, la descolonización interna es un desafío irrenunciable, pero
será inútil y estéril si paralelamente no se aborda la lucha por la liberación
nacional con base en los principios del Vivir Bien, que constituye al paradigma
alternativo al capitalismo y el neoliberalismo.
El escenario de la
planificación y el desarrollo
Un segundo escenario
fundamental en el proceso de construcción de vías alternativas al capitalismo,
se da en el ámbito de la planificación nacional.
En este ámbito, las
preocupaciones fundamentales están centradas en la forma de cómo resolver los
problemas de hambre, pobreza, desigualdad, el acceso a servicios, etc., que
casi siempre va unida al tipo o modelo económico y productivo que se decide
llevar adelante. Ello ha sucedido en situaciones donde el antiguo sistema
neoliberal imperante ha sido sustituido y se plantean nuevas alternativas (de o
al) desarrollo, como es el caso por ejemplo de Ecuador y Bolivia, que expresa y
constitucionalmente han formulado el paradigma del Vivir Bien (Sumak Kausay y
Suma Qamaña), como aquel horizonte de posibilidad y objetivo estratégico que
emerge de las luchas y el mandato popular. Este desafío para diseñar y
construir una nueva forma de concebir y planificar el desarrollo, así como de
incorporar las tareas de transformación y cambio del antiguo modelo, también
contrae diverso tipo de opciones y maneras para encarar y resolver aquellas
deudas históricas y sociales heredadas.
De esa manera, siendo que
la lucha contra la pobreza, el hambre (seguridad y soberanía alimentaria), la
provisión de servicios básicos, etc., son objetivos irrenunciables y pendientes
que no pueden ser dejados de lado; la pregunta principal tiene que ver con el
método y la forma de conseguir erradicar estos males y no solamente combatirlos
para reducir su incidencia. Surge el dilema entonces acerca del tipo o modelo
de desarrollo que se requiere para afrontar y resolver adecuadamente los
problemas nacionales. De esta forma se explica por qué por ejemplo los países
dependientes y subdesarrollados se plantean la alternativa de someterse a la
condición de semicolonias del imperialismo, o luchar por la soberanía y la
liberación nacional; así como el de discutir y definir el tipo de desarrollo
que se empleará para la construcción del Estado nacional. En virtud a ello se
puede afirmar que no todos los tipos de desarrollo liberan, sino que inclusive
dependiendo del modelo y el contenido del desarrollo que se adopte, bien puede
favorecerse la condición colonial o semicolonial y la dependencia de un país.
Bajo dicha perspectiva, una
agenda de desarrollo con enfoque capitalista y neoliberal como es la de los
Objetivos del Milenio[3]/, no se plantea en ningún caso atacar las
causas que originan la pobreza, el hambre, la falta de acceso a los servicios
básicos, etc., sino únicamente para reducir su incidencia y aplacar los efectos
que sufre la mayoría de la población. Una agenda de desarrollo de ese tipo,
solo busca combatir los efectos perniciosos de la explotación del hombre y la
naturaleza, pero nunca para resolver y erradicar las causas que los originan.
En otras palabras, debería considerarse que al no atacar las causas que
originan los males, en realidad lo que se hace es contribuir a perpetuar el
sistema y la lógica de desarrollo extractivista que constituye su base de
sustento.
Desde esa perspectiva,
puede afirmarse que los objetivos del Milenio acordados en el marco de la ONU,
constituyen el instrumento (sutil y perverso) que el sistema capitalista y
neoliberal ha creado para perpetuar la lógica de desarrollo extractivista del
capitalismo salvaje, porque si bien muestra una voluntad para mejorar y reducir
la incidencia de los males que aquejan al mundo, en realidad anulan toda
posibilidad de atacar y resolver las causas que los originan y, mucho menos,
cambiar y transformar el sistema de explotación que da lugar al hambre, la
pobreza y la desigualdad que supuestamente se combate.
Habrá resultado un esfuerzo
descomunal equiparable al parto de los montes si, a título de superar las
desigualdades y lograr el desarrollo, fortalecer la economía, luchar contra la
pobreza y el hambre pero sin afectar las causas originadas en la explotación
desmedida de la naturaleza y la fuerza de trabajo, y adoptando el modelo
occidental capitalista de desarrollo; terminamos embargando el futuro de
igualdad, libertad, independencia y soberanía nacionales que, ellos sí,
constituyen los objetivos irrenunciables.
Persistir en la repetición
y reproducción del antiguo modo de planificación y desarrollo, entrañaría
adoptar una nueva contradicción entre el discurso anticapitalista y antiimperialista
que se utiliza, al mismo tiempo de impulsar en la práctica el modelo que se
basa en la idea de impulsar el crecimiento económico, pero sobre la base del
extractivismo y la explotación de los recursos naturales, el impulso a las
inversiones que nos harán cada vez más dependientes de los intereses
transnacionales y la construcción de mega obras que favorecerán a las empresas
capitalistas que se dice combatir, pero que además contribuirán a someter la
soberanía nacional.
Encarar una opción del tipo
mencionado anteriormente, donde lo que importa es expandir la economía del
consumo y la explotación extractivista de los recursos naturales, importaría
favorecer el proceso de extinción y genocidio de los pueblos y las culturas
originarias que todavía persisten y continúan utilizando el sistema de
intercambio, la solidaridad, la reciprocidad y la complementariedad, que al
mismo tiempo de constituir la base fundamental de su economía y del modo de
relacionarse e interactuar socialmente, también (y principalmente) son la base
del paradigma alternativo del Vivir Bien en armonía con la naturaleza. Es
decir, implicaría favorecer la destrucción y el exterminio del instrumento
fundamental de la lucha contra el imperialismo y de la propuesta de alternativa
civilizatoria al capitalismo salvaje y el neoliberalismo, que los pueblos
oprimidos y dependientes todavía disponen.
En países como Bolivia
donde no se ha logrado establecer y desarrollar una burguesía nacional y un
sistema capitalista de corte industrial (que se entendía era la base para
establecimiento de una sociedad de bienestar), parece como si hubiésemos
asimilado tan profundamente aquella idea por la que al permanecer como
proveedores de materias primas, íbamos a perpetuar la subordinación y
dependencias tan características de nuestra pobreza y subdesarrollo, que hemos
perdido de vista que aquella industrialización y sustitución de la matriz
primario exportadora que tanto se desea, bien podría constituir la nueva y
moderna forma de reforzar al capitalismo y los lazos de dependencia y
subordinación al capital transnacionalque debería constituir, ese sí, el
eslabón de la cadena de opresión y colonialismo por romper. En otras palabras,
parecería como si no existiese capacidad para imaginar proyectos de desarrollo
alternativos al extractivismo y la industrialización a ultranza. Parecería como
si estuviésemos condenados, una vez más, a reproducir aquella “paradoja
señorial” a la que hacía referencia René Zavaleta Mercado, por la cual estamos
destinados a retornar y repetir los antiguos y despreciados modos de hacer las
cosas, como reflejo instintivo y mecánico de la condición colonial impuesta.
La disputa por los recursos
naturales
Se trata de un antiguo
escenario histórico pero que ha cobrado actualidad, en vista de que los países
latinoamericanos, unos más que otros, desde siempre hemos sufrido la ambición
de los países del norte, porque nos convirtieron en una especie de botín y
fuente para cubrir sus necesidades de acumulación y/o enriquecimiento, casi
siempre por medio de la extracción y explotación de los recursos minerales,
hidrocarburiferos, forestales y de la fuerza de trabajo disponible.
En la actualidad y teniendo
como telón de fondo el mismo tipo de recursos naturales como el agua, los
bosques, los hidrocarburos y los minerales de diverso tipo, a los que se
incluye la construcción de mega obras de infraestructura que facilitan la
explotación de los mismos; solo ha variado el contenido de la disputa que
actualmente adopta la denominación de medio ambiental, en vista de que más allá
del propósito y los términos de la explotación y extracción de los recursos
naturales, lo que se discute son los temas de la contaminación, los daños socio
ambientales y la violación de los derechos de los pueblos y comunidades
indígena originario campesinas, que se han constituido en una especie de última
frontera contra la codicia capitalista extractiva y, al mismo tiempo, portadora
y protagonista de la construcción del paradigma alternativo a ese capitalismo
salvaje que no solo los amenaza, sino que pone en riesgo al conjunto de la
humanidad y el equilibrio natural de la biodiversidad del mundo.
En este contexto se ha
planteado un debate global que aunque surge como respuesta a la crisis
climática y medio ambiental que se viene discutiendo desde hace algunas décadas
a nivel de los foros mundiales, para los países latinoamericanos tiene además
un fuerte contenido prospectivo acerca del tipo de sociedad a construir, en
vista del surgimiento de procesos populares de cambio que han puesto sobre la
mesa de discusión de nuestros pueblos, el futuro y la vocación económica y
productiva que busca compatibilizarse con el discurso de la defensa de los
derechos de la madre naturaleza, así como de la construcción del paradigma
alternativo del Vivir Bien, frente al capitalismo decadente,
Esta disputa que pone en
juego el tipo de acceso, uso, propiedad y forma de explotación de los recursos
naturales, se expresa a través del posicionamiento medioambiental que se
adopta.
Una de las vertientes de
dicha discusión plantea que “el ambientalismo es una nueva forma de
colonialismo(…)”[4]/. Esta definición tan corta, pero al mismo
tiempo tan precisa y de profunda significación; ciertamente entraña no
solamente los nuevos desafíos que se plantean en el mundo moderno sobre la
forma cómo debe encararse el desarrollo, la forma de relacionamiento del hombre
con la naturaleza y las nuevas formas que adquiere la dominación y explotación
capitalista, sino que también contiene los dilemas y encrucijadas a las que se
enfrentan procesos de cambio y transformación como el de Bolivia, en un
escenario en el que aún predominan visiones y enfoques neoliberales y
proimperialistas.
El ambientalismo al que
hace referencia la afirmación citada, no puede ser otra que la que corresponde
a aquella lógica mercantil que propone la denominada economía verde. Es decir,
hace referencia a un enfoque (método) para establecer una forma de relacionamiento
con la naturaleza, que no es precisamente de armonía para Vivir Bien. En
realidad el ambientalismo como nueva forma de colonialismo, corresponde al
enfoque del desarrollismo extractivista que, arguyendo razones de un supuesto
manejo responsable de los recursos naturales, pretende mantener la lógica de
explotación y mercantilización de los mismos, en correspondencia a los
intereses transnacionales capitalistas. Es más, el ambientalismo de la economía
verde actúa hipócritamente, porque al mismo tiempo de preocuparse por impulsar
campañas nacionales (e inclusive mundiales) para cambiar focos de luz, apagarla
por unas horas, o dejar de utilizar envases y bolsas de plástico; se rasga las
vestiduras cuando se trata de cumplir los controles ambientales sobre las
inversiones o los proyectos de explotación que pretende llevar adelante, o
cuando debe dar cumplimiento y garantizar el ejercicio del derecho de consulta
y participación de los pueblos indígenas.
Este tipo de ambientalismo
hipócrita, está estrechamente asociado al desarrollismo neoliberal y
extractivista que impulsa y promueve el emprendimiento de mega obras de
ingeniería hidráulica, de transporte, comunicaciones y de explotación de
recursos naturales hidrocarburíferos y mineros. Fomenta el desarrollismo basado
en la inversión de capitales transnacionales y la construcción de obras de
envergadura elefanteásica, sobre la base del ofrecimiento de facilidades a la
inversión, pero que implican reducir (o inclusive anular) las exigencias
ambientales y conculcar los derechos socioambientales y de los pueblos
indígenas. Es decir, que al mismo tiempo de adoptar como panacea el
desarrollismo y la industrialización a ultranza, como supuesto paso
indispensable para lograr el desarrollo y la viabilidad nacional, en realidad
lo que hace es favorecer el extractivismo (vía el ofrecimiento de facilidades a
la inversión) y, lo que es mucho peor, hipotecar la soberanía nacional y
acrecentar los lazos de dependencia del capital transnacional.
Parece olvidarse que esta
nueva “panacea del desarrollismo y la industrialización” corresponden a una
tarea de aquel nacionalismo populista de los años 50 o del nacionalismo
dictatorial de los años 70 y 80, que actualmente (dadas las circunstancias
internacionales y el escenario mundial de la economía y las finanzas) tendría
una muy dudosa ventaja económica sobre las supuestas ganancias y divisas que
podría conseguirse, que puede ser claramente cuestionable y demostrable si se
toma en cuenta los graves y profundos daños sociales, ambientales y políticos
(dependencia de las transnacionales y pérdida de soberanía), que se pueden
advertir cuando se emprenden este tipo de iniciativas.
Es claro que este tipo de
ambientalismo se encuentra en la antípoda del posicionamiento global de los
movimientos sociales y las organizaciones populares que han planteado la
construcción de un nuevo paradigma alternativo al capitalismo basado en una
relación armoniosa con la naturaleza para Vivir Bien, y han emprendido luchas
por la defensa de la Madre Tierra (Pachamama) y los derechos de los pueblos
indígenas.
A modo de conclusión
Según la tercera ley física
de Newton, a toda acción le corresponde una reacción igual y de sentido
contrario que contiene a su interior la misma fuerza y la misma potencia
reactiva. Este principio aplicado a la realidad social, puede traducirse en el
hecho de que los procesos de cambio y transformación contienen a su interior
fuerzas reactivas (reaccionarias) que tienden a retornarlo al punto de inicio;
es decir, devolverlo al estado conservador previo. Por eso se explica en muchos
casos el retorno, la traición o la degeneración de los procesos de cambio a su
condición original pre o contrarrevolucionaria. Por eso se dice que los
procesos que no avanzan, se estancan y retroceden. Así, la revolución se hace
contrarrevolución y la izquierda se reconstituye como la nueva derecha.
De esa forma, al adoptar
vías desarrollistas y extractivistas a nombre de la necesidad de luchar contra
la pobreza y reducir las desigualdades, o de cambiar la matriz productiva y el
patrón de acumulación sin asegurar la soberanía nacional; lo que se hace no es
cambiar el modelo establecido, sino reafirmarlo de un modo más contundente,
pero a costa del pueblo y en contra de su voluntad, que suele ser usurpada por un
grupo dirigencial y/o un sector social que raptan y sustituyen el liderazgo
nacional, para imponer intereses antinacionales y sectarios, y apostar por el
cálculo político, la conveniencia coyuntural o la componenda.
Debe reiterarse que la
construcción de un nuevo poder y de una nueva hegemonía (aun cuando en
principio suponga la sustitución de las viejas élites conservadoras y la
emergencia de un nuevo protagonismo social en base a los sectores histórica y
tradicionalmente excluidos como ha sucedido en el caso de Bolivia); contiene el
germen de una nueva dominación, cuyo contenido no siempre es revolucionario,
puesto que puede estar permeado por la persistencia y no destrucción de
antiguos gérmenes coloniales, racistas o liberales, que han sido asimilados en
el antiguo estado capitalista y neoliberal. El dominado espera ser el nuevo
dominador.
Por estas razones, el
desafío de todo proceso de transformación y cambio (si efectivamente se plantea
ese horizonte) consiste en deshacerse y superar las relaciones sociales y de
producción prevalecientes, lo que supone superar la lógica de explotación
capitalista y neoliberal, el colonialismo y las prácticas de sometimiento y
explotación que de ellas se derivan.
Las acciones de un proceso
de ese tipo, no deberían limitarse al cumplimiento de las tareas democrático
burguesas y nacionalistas que no fueron cumplidas durante todo el periodo
histórico previo, sino que debería encarar al mismo tiempo las tareas de
liberación nacional, para recuperar la soberanía económica y política (que no
es lo mismo que la sola recuperación de los recursos naturales al patrimonio
nacional, sino que implica capacidad de control y decisión sobre el tipo de
producción y la economía). Es decir, que al mismo tiempo de realizar las tareas
rezagadas correspondientes al Estado capitalista y monocultural que se busca
superar, también debería emprenderse la lucha contra el imperialismo, para
liberarse de las condiciones de dependencia económica y el sometimiento
neocolonial, donde la recuperación de la identidad nacional está estrechamente
relacionada con la recuperación de las prácticas culturales basadas en la
solidaridad, la reciprocidad y la complementariedad que constituyen la base
principal del paradigma alternativo del Vivir Bien en armonía con la
naturaleza.
En fin, lo que se busca es
sustituir aquella forma de organizar la vida social basada en la ley del valor
y la competencia, por otra forma de vida basada en la armonía entre los hombres
y con la naturaleza para Vivir Bien.
Notas:
[1]/
Para una mejor comprensión de lo señalado, se adopta aquí el concepto de
“formación social abigarrada” que plantea René Zavaleta Mercado, “porque en
ella no solo se han superpuesto las épocas económicas” sino donde lo múltiple y
diverso conviven en “verdaderas densidades temporales mezcladas no obstante no
solo entre sí del modo más variado, sino que también con el particularismo de
cada región porque aquí cada valle es una patria, en un compuesto en el que
cada pueblo viste, canta, come y produce de un modo particular y habla todas
las lenguas y acentos diferentes sin que unos ni otros puedan llamarse por un
instante la lengua universal de todos”. (Ver: René Zavaleta Mercado (comp.).,
Las Masas en Noviembre. En: Bolivia, hoy. Ed. Siglo XXI; México, diciembre
1983).
[2]/
“…no queremos ciertamente que el socialismo sea en América calco y copia. Debe
ser una creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en
nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano". José Carlos
Mariátegui., 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana. Impacto
Cultural Editores AC. Perú, Abril 2010.
[3]/
No debe olvidarse que los compromisos mundiales de la Agenda del Milenio
acordados en el seno de la ONU, fueron establecidos precisamente en el apogeo
del neoliberalismo, a finales de los años 90, como un “esfuerzo” para reducir
las enormes brechas y desigualdades que se habían evidenciado ya en esos años
entre el cada vez más reducido y selecto grupo de ricos y la inmensa mayoría de
pobres y excluidos que resultaban y continúan siendo producidos por el modelo
neoliberal imperante.
[4]/
La afirmación corresponde al Presidente Evo Morales de Bolivia, que reproduce
una declaración efectuada en visita realizada al Presidente Manuel Santos de
Colombia, de fecha 16 de marzo de 2012.
El autor es Sociólogo boliviano. Cochabamba, Bolivia, abril de 2013.Imagen: corresponde a una de las Pinturas de Jose Rodriguez Sanchez
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios