Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Desde el punto de vista del marxismo, la clase obrera es la llamada a dirigir la toma del poder y consiguiente construcción del socialismo debido al lugar que ocupa en el proceso de producción, también a su lugar en la organización del trabajo y a su lugar con respecto de la propiedad de los medios de producción, así como por ser por excelencia la generadora de la riqueza y del conocimiento científico.
Este papel está motivado, además, dentro el capitalismo, por el agudo grado de explotación que ha sufrido a lo largo de los últimos 250 años por parte de los dueños de los medios de producción. Estas circunstancias la han llevado a desarrollar largas y sangrientas luchas desde el siglo XVII hasta el día de hoy, como son la lucha por la jornada de 8 horas, por mejores salarios, por el seguro social, tratando siempre de arrancarle al sistema un retazo de la plusvalía para mejorar sus condiciones de vida. Es más, estas luchas han dado lugar al denominado constitucionalismo social y al constitucionalismo socialista. Pero además de las luchas económicas reivindicativas, durante el siglo XX, la clase obrera atraviesa cambios cualitativos que muestran su maduración y su alto grado de organización y unidad. Sufre cambios cualitativos, tales como la adquisición de una conciencia política nacional en la que su ideología definitivamente se constituye en la protagonista de los cambios y transformaciones sociales del siglo XX, logrando, en muchos casos, ascender al poder como vanguardia de los pueblos en alianza con campesinos, capas medias y soldados, como sucedió en Rusia, Mongolia, China, Corea, Vietnam, Camboya o Cuba en estricta sujeción a sus particularidades y propia realidad en cada una de esas experiencias.
En el caso de Bolivia, luego de la debacle del movimiento popular originada por el modelo neoliberal de los años 80, que prácticamente acabó con esa clase obrera (mineros, fabriles, petroleros, zafreros) que se había fogueado y formado durante más de 70 años y que había cultivado una tradición de lucha revolucionaria, con mucho esfuerzo, el presidente Evo Morales intenta reconstituir al proletariado boliviano, nacionalizando e industrializando los hidrocarburos, nacionalizando y realizando inversiones en la minería y la metalurgia y fomentando el desarrollo del conjunto del aparato productivo, incentivando inclusive a los empresarios nacionales a invertir para crear fuentes de trabajo y con ello no sólo recupera los recursos naturales, sino que incide en el acrecentamiento del contingente humano de la clase obrera.
Este afán no siempre ha sido bien entendido, ya que, por ejemplo, en el caso específico de Huanuni, con buenas intenciones en principio y para repotenciar al proletariado minero se abren las puertas a más de 4.500 trabajadores. El Estado asume las inversiones y gastos necesarios para su potenciamiento y modernización. Pero, esto, junto al auge del precio internacional de los minerales. Enceguecidos, los enreda en una irracional vorágine de aumentos salariales cada vez mayores que llegan a distorsionar la economía y la administración de la mina y la propia conciencia del obrero.
En un país donde el ingreso medio es de 300 dólares, repentinamente emergen mineros asalariados que obtienen una utilidad mensual superior a los 2.000 dólares, vale decir por encima del sueldo del Presidente.
Es más, el Estado se hace cargo de los impuestos al fisco de la mina frente a una producción degradada con los altos costos que significa pagar tan elevados salarios a esa cantidad de obreros, habiendo llevado al límite del colapso, sin generar ganancias para el Estado y la sociedad boliviana terminando, por el contrario, el Estado subvencionando los privilegios de los mineros, quienes ajenos a toda lógica se lanzan a una huelga rapaz, arrastrando tras de sí, como siempre a sectores medios no productivos como maestros y salubristas que, influidos por la quinta columna imperialista del trotskismo, aprovechan cualquier circunstancia para desestabilizar a los gobiernos antiimperialistas.
Preocupa que se venga engendrando una aristocracia obrera absolutamente egoista, insensible, huérfana de los valores patrióticos y de solidaridad propios de la clase obrera. Una aristocracia que solamente piensa en sí misma y en seguir lucrando del Estado y de las ganancias que son de todo el pueblo, pretendiendo, para colmo, elevar su pensión jubilatoria en un 100% para comerse no solamente la torta que se hornea en Huanuni, sino la que deben comer todos los trabajadores de Bolivia durante los próximos 30 años.
Da tristeza el nivel al que han llegado y cómo sus acciones los diferencian tangencialmente de los mineros de los años 40 a 60 que con total desprendimiento, pensando primero en la patria, dieron su vida en sucesivas masacres en su lucha por la liberación nacional y la revolución, pensando antes que nada en Bolivia y no en los miserables, metálicos y mezquinos intereses que hoy enarbolan los huelguistas.
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