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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...

¿Qué pasa? ¿Nuestro modelo ya no es Suiza sino Senegal?


Por: Rafael Puente
El presidente Evo Morales afirmó en su momento, con harto optimismo, que Bolivia seguiría los pasos de Suiza, un país plurinacional y consecuentemente pacifista que, pese a su mediterraneidad, ha logrado altos niveles de calidad de vida y un notable nivel de cuidado de su medio ambiente. 
No es sorprendente que todavía no nos hayamos acercado visiblemente a ninguno de esos rasgos prometedores (la meta era muy ambiciosa). Lo preocupante es que, de pronto, parece que nuestros modelos son otros, al menos eso es lo que parece cuando el Gobierno –como gran logro– anuncia que el famoso Rally París-Dakar el año próximo pasará por Bolivia'
Para empezar nos anuncian que el espectáculo le costará al Estado Plurinacional por lo menos cuatro millones de dólares (mientras que las ganancias seguirán siendo para las escuderías, para algunos pilotos y para las grandes empresas mediáticas, y en el mejor de los casos para tal cual emprendimiento turístico).
Ante este dato sólo quisiera plantear, por ejemplo, una pregunta. En momentos en que se acaba de aprobar la ley que garantiza a las mujeres una vida libre de violencia –ley necesaria, progresista y esperanzadora– el Estado se encuentra con la obligación de crear un montón de juzgados especializados, de fiscalías especializadas y de refugios y centros de acogida para mujeres agraviadas y maltratadas, sin todo lo cual la ley se quedaría en mero discurso. ¿Será que se va a contar con presupuesto necesario para cubrir todas esas necesidades? Probablemente no. ¿Tiene entonces sentido que nos gastemos esos cuatro millones en un rally, por muy famoso e internacional que sea? Y podríamos hacer una larga serie de preguntas similares.
Pero no está sólo el tema de la inversión económica. ¿Nos hemos preocupado de averiguar por qué el rally se fue de África, donde había nacido? Por lo que se sabe, tanto el Gobierno de Francia como el de Senegal empezaron a sugerir que el rally se fuera a otro lugar, pese a su popularidad, al furor mediático que despertaba y a su ya larga tradición (de casi treinta años). ¿Y por qué se vio efectivamente obligado a emigrar a Sudamérica (primero a Argentina y Chile, para extenderse luego a Perú y se supone que ahora también al sudeste de Bolivia)?
En primer lugar porque no resultaba sostenible semejante despilfarro de recursos y semejante exhibición de riqueza –cada corredor de cada especialidad con su equipo, su atuendo, sus camiones auxiliares, sus helicópteros y su séquito mediático, toda una caravana de dos mil personas muy representativas de un Primer Mundo ostentoso– en mitad de un Tercer Mundo hambriento y harapiento. Y entonces vinieron los asaltos y robos, y por tanto la multiplicación de la Policía, y la extensión de la represión, y hasta los secuestros. Y en segundo lugar la multiplicación de los muertos (se contabilizan 22 corredores y 25 personas ajenas a la carrera pero que fueron víctimas de ella). Y en tercer lugar, el peligro de actos de terrorismo –aquí el peligro no serían los terroristas, pero podemos apostar que sí serían los bloqueadores (“¡o nos conceden el derecho a contrabandear o bloqueamos el rally!”) –; todo eso sin contar los previsibles daños al medio ambiente y a la escasa fauna autóctona.
De hecho el año 2005 se publicó en Senegal un manifiesto de 24 organizaciones no gubernamentales, ecologistas y sindicales, que pedían la supresión del rally, al que calificaban de “rodeo publicitario en el continente de la pobreza”. ¿De verdad queremos asumir nosotros lo que los senegaleses acabaron rechazando? ¿De verdad no tenemos otras necesidades fundamentales en que gastar esos millones? Y sobre todo ¿de verdad podemos pensar que eso es Vivir Bien? Por favor'
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano para el Cambio (CUECA) de Cochabamba.

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