Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alvaro Puente Calvo
Están sobre el
tapete la impotencia y las lágrimas de varias familias. Sus hijos ya no existen
o han quedado dañados de por vida. Los médicos que los atendieron y los
hospitales que los cobijaron no sirvieron para sanar, sino para matar. Ya es
vieja cantaleta. Mil veces hemos escuchado historias similares, pero no hemos
sabido que alguien asumiera el problema. Nadie puso nunca remedio.
Toda sociedad
debe tener normas claras. Todos deben tener legislados sus derechos y sus
obligaciones, pero, antes que nadie, los que trabajan con la vida de los demás:
los médicos y las enfermeras. Los principios éticos y los valores morales son
muy importantes, pero son suficientes solo para una minoría selecta de médicos
geniales, sabios, profundamente humanos, responsables. Hay otra masa inmensa
que necesita tener las normas claramente escritas. Necesita escritas y
legisladas cada una de las sanciones y las penas que corresponderán a cada
irresponsabilidad, a cada error, a cada detalle que ignoren de la profesión que
deberían dominar.
Sin embargo, en
esta tierra, los médicos pueden matar, pueden fallar en todas sus
responsabilidades, pueden mandar el tratamiento contraindicado, tratar a sus
pacientes como ganado, exigir procedimientos inútiles y nunca pasa nada. Nunca
hemos sabido que estén sometidos a la justicia. Nunca hemos visto que tengan
que cuidarse de nada. ¿A santo de qué están por encima de normas y de
obligaciones? ¿Quién es su poderoso protector? ¿Quién es su cómplice? ¿Quién
les ha dado permiso para matar? El futuro es aún más negro. Tenemos ahora
alguna universidad que lanza anualmente camadas enormes de médicos mal
formados, mal preparados, y nuestra sociedad no tiene como defenderse. Tenemos
hospitales y cajas de salud para las que se ha hecho normal despreciar y
abandonar a los enfermos que tocan sus puertas y nuestra sociedad no tiene cómo
exigir y cómo controlar.
La nueva
Constitución da la norma de que se trate a los enfermos con “calidez”. ¿Qué
calidez es posible cuando no hemos alcanzado ni la más elemental calidad, si el
nivel técnico está por los suelos? ¿Qué calidez podrán poner en su trabajo los
que no han descubierto todavía que tratan con personas?
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