Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lucía Sauma
Somos naturaleza, poner el dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe”, decía José Luis Sampedro, economista y escritor español, defensor de la economía solidaria, que junto a Stéphane Hessel se constituyeron en los inspiradores de movimientos de jóvenes en el mundo como el de los “Indignados”. Ambos alertaron, sobre todo a la juventud, la urgencia de tener pensamiento propio, creativo, de despertar la capacidad de indignarse, rebelarse y comprometerse para cambiar el orden de lo injusto.
Stéphane Hessel, a los 91 años, en 2012 dijo a la humanidad que “estamos a tiempo de cambiar las cosas, hay que luchar contra la desesperanza, es necesario crear un consejo de seguridad económica a nivel mundial, formado por 20 o 30 Estados, con el objetivo de instaurar una estrategia que afronte los grandes retos en los campos de la economía, el comercio, el trabajo y la salud”. Este hombre, que fue uno de los redactores de la Declaración de los Derechos Humanos en 1948, detenido y brutalmente interrogado por la Gestapo, deportado al campo de exterminio de Buchenwald, de donde logró salir tras intercambiar la identidad con un preso ya fallecido, convocó en el siglo XXI a la movilización general para conseguir no el mejor de los mundos, sino un mundo viable. Fue su legado antes de morir, en febrero de este año.
José Luis Sampedro, quien falleció mientras dormía en abril de 2013 a los 96 años, decía que hay dos tipos de economistas: los que tratan de hacer más ricos a los ricos y los que tratan de hacer menos pobres a los pobres. En el primer grupo están los que siguen resignadamente las directrices del mercado, sin importar las necesidades de la gente de carne y hueso. Los segundos, por el contrario, son los que ponen la economía al servicio de la satisfacción de las necesidades reales de la gente, con el objetivo de contribuir a la construcción de una sociedad verdaderamente justa para todos. Sampedro era un defensor del pensamiento propio; decía que nos educan para ser súbditos, borregos, para no pensar, para no crear, que los medios de comunicación nos controlan, nos paralizan a través de lo frívolo y lo estúpido, para que dejemos de percibir que “sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor”.
Cuando Stéphane Hessel o José Luis Sampedro nos llaman a la “insurrección pacífica”, a rebelarnos contra la resignación y la estupidez, hay que escucharlos: “la peor actitud es la indiferencia. Si se comportan así, perderán uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue. No se rindan, no se resignen. Piensen por sí mismos”.
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