Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Definitivamente, el futuro de la alimentación no es lo que
era. Al menos en lo que agricultura industrial se refiere. Monsanto, el villano
más conocido de la agricultura transgénica, podría pronto desaparecer del
escenario con ese nombre, si se autoriza su compra por parte de Bayer –aunque
sus intenciones serán las mismas. Las
fusiones Syngenta-ChemChina y DuPont-Dow siguen también bajo escrutinio de las
autoridades anti-monopolio en muchos países. Si se concretan, las tres empresas
resultantes controlarán 60 por ciento del mercado mundial de semillas
comerciales (incluyendo casi 100 por ciento de semillas transgénicas) y 71 por
ciento de los agrotóxicos a nivel global, niveles de concentración que superan
ampliamente las reglas antimonopolio de cualquier país.
Estas megafusiones
tendrán muchas repercusiones negativas a corto plazo: aumento notable de
precios de insumos agrícolas, más disminución de innovación y de variedades a
disposición del mercado, mayores limitaciones al fitomejoramiento público y
aumento de agrotóxicos en los campos –y por tanto en alimentos- para poder
seguir vendiendo semillas transgénicas, aunque hayan provocado resistencia en
decenas de plantas invasoras y haya que subir dosis y agregar mezclas con
agroquímicos aún más tóxicos. Para esas empresas, su mayor negocio es vender
veneno, o sea que si no se lo impiden, este será el curso de acción.
Las fusiones tendrán también fuertes impactos sobre las
economías campesinas y de agricultores familiares, aunque estos en su mayoría
usan sus propias semillas y pocos o ningún insumo químico, porque el poder de
presión de estas megaempresas frente a gobiernos e instancias internacionales
aumentará con su tamaño y por monopolizar los primeros eslabones de la cadena
agroalimentaria. Aumentarán la presión
para obtener leyes de propiedad intelectual más restrictivas; para restringir o
ilegalizar los intercambios de semillas entre campesinos –por ejemplo con
normas “fitosanitarias” y obligación de usar semillas registradas–; para que
los programas para el campo y los créditos agrícolas sean condicionados al uso
de sus insumos y semillas patentadas; para que los gastos en infraestructura y
otras políticas agrícolas beneficien a la agricultura industrial y desplacen a
los campesinos.
Como si no fuera suficiente, hay otros factores muy
preocupantes. La ronda de fusiones no finalizará con esos movimientos, sino que
apenas empieza. Lo que está en juego a mediano plazo es quién controlará los
400,000 millones de dólares (mdd) de todos los insumos agrícolas. Actualmente,
el valor conjunto del mercado comercial global de semillas y agrotóxicos es de
97,000 mdd. El resto, tres veces mayor,
está controlado por empresas de maquinaria y fertilizantes, que también se
están consolidando. Las cuatro empresas de maquinaria más grandes (John Deere,
CNH, AGCO, Kubota) ya controlan el 54 por ciento de ese sector.
El sector maquinaria ya no son simples tractores: han
adquirido un alto grado de automatización, integrando GPS y sensores agrícolas
a sus máquinas, drones para riego y fumigación, tractores no tripulados, así
como un acúmulo masivo de datos satelitales sobre suelos y clima. A su vez,
Monsanto y compañía, las seis grandes “gigantes genéticas”, también se han
digitalizado y controlan una enorme base de datos genómicos de cultivos,
microorganismos y plantas de agro-ecosistemas, además de otras bases de datos
relacionados.
Ya existen entre ambos sectores contratos de colaboración y
hasta empresas compartidas para la venta de datos climáticos y seguros
agrícolas. Monsanto, por ejemplo, adquirió en 2012 la empresa Precision
Planting, de instrumentos y sistemas de
monitoreo para “agricultura de precisión”, desde siembra a riego y
administración de agroquímicos. En 2013, compró The Climate Corporation, para
registro y venta de datos climáticos.
John Deere acordó posteriormente comprar Precision Planting a Monsanto,
pero las oficinas antimonopolio de Estados Unidos y luego Brasil, objetaron la
compra, por considerar que John Deere pasaría a controlar un porcentaje
monopólico del sector. Aunque finalmente la venta se canceló en 2017, es una
muestra de la tendencia. Existen varias otras empresas de base
digital-instrumental (Precision Hawk, Raven, Sentera, Agribotix) compartidas o
en colaboración entre las transnacionales de maquinaria agrícola con las de
semillas-agrotóxicos. Ver al respecto el documento “Software contra Hardware”
del grupo ETC (http://tinyurl.com/y9dnpano).
Todo indica que las grandes empresas de maquinaria se
moverán para comprar a los gigantes genéticos, luego de finalizada la primera
ronda de fusiones. Esta segunda ronda tiene el objetivo de imponer una
agricultura altamente automatizada, con muy pocos trabajadores, que ofrecerá a
los agricultores un paquete que no podrán rechazar: desde qué semillas,
insumos, maquinaria, datos genómicos y climáticos hasta qué seguros tendrá que
comprar, además de que buscarán que se condicionen los créditos agrícolas a la
adquisición de este nuevo paquete, así como ahora ya se hace con semillas y
agroquímicos.
Es fundamental entender y denunciar los impactos de las
megafusiones desde ya. Muchas organizaciones se han movilizado para protestar
en Estados Unidos, Europa, China, y varios países de África y América Latina,
incluso ante las oficinas anti-monopolio, lo que al menos ha retrasado su
aprobación. De fondo se trata de impedir que los agronegocios se apropien de
todo el campo y la alimentación, también una forma de proteger la producción
campesina y agroecológica, la única forma para poder comer sano y para la
soberanía alimentaria.
- Silvia Ribeiro investigadora del Grupo ETC
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