Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Fernando Rodríguez Ureña
La
Revolución Francesa fue la partera del Estado Moderno que materializó la visión
liberal de la naciente burguesía, procreando una visión de la política que las
libertades y la propiedad fueron sus baluartes a defender.
Su
sacrosanta división de poderes que presupone un Estado que garantiza su
institucionalidad sostenida en la legalidad y el equilibrio de los pesos y
contrapesos que produce su racionalidad política, vendría a constituir el tipo
ideal de un aparato que gobierna con justeza a la sociedad.
Sin
embargo, este modelo ideal es justamente eso. Esos principios a lo largo de la
historia fueron subvertidos por el propio sistema, qué en el ejercicio de una
doble moral, predica una cosa y practica otra.
Por
ejemplo, los golpes de Estado producidos por militares fueron una práctica
usual cuando al sistema le convenía derrocar gobiernos que eran antisistémicos,
pues cuestionaban sus baluartes mencionados: las libertades y la propiedad.
La
experiencia latinoamericana es absolutamente contundente en datos y resultados:
gobiernos de orden nacionalista, populista y socialista, fueron desterrados del
poder a partir de golpes militares, generalmente cruentos.
La
historia de los años 60s es muy clara: Allende en Chile, Torres en Bolivia,
Velasco en el Perú, Janio Cuadros en Brasil, Arturo Frondizzi en la Argentina,
junto a la Guatemala de Jacobo Arbenz en los 50 o la invasión de la Grenada de
Coard 1983, son algunos de los ejemplos que marcaron a fuego a las democracias
latinoamericanas.
Durante
el ciclo de los Gobiernos democráticos, electos por la vía del voto, el propio
sistema produjo otro tipo de injerencias como las democracias restringidas o
las democracias controladas, que igualmente eran favorecidas desde el Pentágono
y la Casa Blanca.
Hoy la situación
no ha cambiado mucho ya que no se usan los golpes de carácter militar sino
aquellos los golpes parlamentarios, apoyados por el poder judicial y
sustentados por las guerras de cuarta generación y la guerra económica.
Y es
más, el modelo que el neoliberalismo usa es aquel derroca parlamentariamente al
presidente electo, impone un presidente títere de transición y finalmente
impone un candidato fuerte, de derecha, que garantiza el control político y
económico de la restauración neoliberal.
En Honduras,
Roberto Micheletti se quedó como presidente transitorio luego de sacar a Manuel
Zelaya de su legítimo cargo y luego impuso a Porfirio Lobo por la vía
electoral.
En
Paraguay se da el golpe parlamentario contra Fernando Lugo, imponiendo
transitoriamente a Federico Franco para dar paso a Horacio Cartes, quien
garantiza el proceso de restauración conservadora.
En el
Brasil de Michel Temer se ejecuta el golpe parlamentario en contra de Dilma
Rousseff, imponiendo inmediatamente la agenda de la restauración neoliberal. Y
claro, en ese modelo, sus días están contados en la medida en que su
responsabilidad en actos de corrupción ha desnudado su carácter. Seguramente en
los próximos días estaremos presenciando la fabricación de un nuevo presidente
para garantizar la restauración.
Temer
saldrá de escena como ocurriera con Micheletti en Honduras y Franco en
Paraguay.
Así, de
una manera maquiavélica se instauran operadores transitorios para clausurar
procesos democráticas progresistas y revolucionarios y abrir nuevos periodos
que deben aparentar seguir siendo democráticos.
Vivimos
una nueva etapa golpista que usa la legalidad democrática como arma que se
vuelca contra la democracia liberal misma. Nunca se puso de mayor evidencia la
doble moral liberal para hacer política. Ahí sus nuevos manuales y formas de
operación.
En ese
contexto, es moralmente posible plantearse la necesidad de subvertir esa
legalidad fariseica desde una nueva legalidad generada en el seno mismo de los
gobiernos democráticamente electos y que impulsan gobiernos progresistas y
revolucionarios.
Venezuela
se planteó una nueva Constituyente para garantizar su democracia popular.
¿No
deberíamos pensar algo parecido para Bolivia? Claro que sí. Frente a la doble
moral liberal y burguesa, debemos generar nuestra propia legalidad que impida
la restauración del neoliberalismo como ocurrió en la Argentina de Macri o “los
procesos golpistas constitucionales” de Brasil, Paraguay y Honduras.
Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios