Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Las masacres, constante en la historia del movimiento obrero
Las masacres como método coercitivo para aplastar las protestas sociales, fueron empleadas por las empresas mineras capitalistas, desde principios del siglo XX. La primera masacre, provocada por Máximo Nava, hombre fuerte de Simón I. Patiño, fue provocada en el Ingenio de Miraflores (Socavón Patiño), en cuyos hornos de calcinación fueron consumidos los cadáveres de obreros asesinados. La segunda masacre fue protagonizada por el tenebroso administrador de la Compañía Estañífera Llallagua, Emilio Díaz, en septiembre de 1919, en la Casa Gerencia de Catavi; esta vez fueron los hornos de calcinación de Catavi los que hicieron desaparecer los cuerpos de los mineros asesinados. En la tercera masacre intervienen tropas militares, enviadas con urgencia por el presidente Bautista Saavedra a pedido de las empresas capitalistas. La cuarta masacre fue planificada por la Patiño Mines, que instruyó al gerente de la Empresa Minera Catavi, Percy Holmes, desatar la represión sangrienta con los Regimientos Ingavi, Sucre y el Carabineros, enviados con orden del Presidente Enrique Peñaranda, a pedido de la Patiño Mines.
El control de Bolivia por los Estados Unidos
A partir de 1952, Estados Unidos de Norteamérica, interviene en los destinos del país. El triunfo de las masas en las calles, el 9 de abril de 1952, gracias a milicias armadas de mineros y campesinos que destruyeron al ejército, arrinconaron a la clase política conservadora, llevando al poder al Movimiento Nacionalista Revolucionario. Su jefe, el Dr. Víctor Paz Estenssoro, llegó desde su exilio en Buenos Aires, en un avión piloteado con urgencia por un joven capitán de la Fuerza Aérea Boliviana, quien emocionado, se inscribió al MNR. Era René Barrientos Ortuño.
EE.UU. siguió con recelo el curso de la revolución boliviana, con una labor de inteligencia para el control de la dirigencia movimientista, tratando de alejarla lo más posible de la influencia comunista cubana. Para ese fin diseñó una estrategia de modernización y desarrollo, apuntando a neutralizar y liquidar el radical sindicalismo revolucionario minero. La punta de lanza fue el Plan Triangular, que buscaba reducir la influencia de la Corporación Minera de Bolivia, iniciando el proceso privatizador de la minería, su verdadero objetivo, plan que generó fuerte oposición desde las bases mineras organizadas. En seguida, EE.UU. lanzó la Alianza para el Progreso, con un “barniz ideológico, formulado en un entorno estratégico de tinte anticomunista, lo que justificó el crecimiento de un gobierno represivo y llevó a la rápida militarización de la sociedad boliviana”. EE.UU. jugaba a dos bandas: por un lado apoyaba los planes desarrollistas de Paz Estenssoro, pero por otro atizaba los afanes desestabilizadores del Gral. René Barrientos Ortuño, elegido como Vicepresidente en las últimas elecciones. Barrientos conspiró desde ese día para derrocar a Paz Estenssoro. El fatídico 4 de noviembre Paz afirmó que fueron “las contradicciones de la política exterior de EE.UU. las que desestabilizaron su gobierno y lo condujeron a su caída”. A partir del 4 de noviembre, EE.UU. tomó control pleno de las instituciones políticas del país, es decir, gobernaba con Barrientos, a tal extremo que el jefe de la CIA en Bolivia, Sternfield “se vanagloriaba de que hasta la muerte de Barrientos en 1969, nada pasaba en Bolivia sin nuestra intervención”.
El gobierno de Barrientos planifica La Masacre de “San Juan”
Barrientos suscribió el Pacto Militar-Campesino, con el fin de mediatizar la vanguardia minera. En mayo de 1965, para aplicar el Plan Triangular, Barrientos declaró Zonas Militares a los centros mineros, ordenó la persecución, destierro, apresamiento y despido selectivo de dirigentes y proscribió los sindicatos. Era el “Sistema de Mayo”. El núcleo obrero de Siglo XX fundó el Partido Comunista Marxista-Leninista, de inclinación maoísta, que propugnaba la lucha armada. Vino la Masacre de Septiembre de 1965 y los dirigentes entraron en clandestinidad. Las tensiones llegaron a su límite con la incursión de Che Guevara y su grupo guerrillero en Ñancahuazú, Sudeste del país. EE.UU. envió con urgencia expertos en contrainsurgencia guerrillera y agentes de inteligencia para asesorar a Barrientos y aplastar al movimiento minero.
En las bases mineras se debatió sobre la posición de los trabajadores sobre el grupo guerrillero. La asamblea de trabajadores de Catavi, del 19 de abril, resolvió enviar alimentos y medicinas y plegarse a las guerrillas. El 6 de junio, Huanuni expresó su solidaridad con la lucha guerrillera y la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia convocó con urgencia a un ampliado nacional a realizarse en Siglo XX el 24 de junio, para plantear la reposición de sueldos y salarios, la vigencia de las organizaciones sindicales, la reincorporación de los despedidos y el apoyo a la guerrilla.
La estrategia del gobierno militar, asesorado por EE.UU., respondió con la declaratoria del Estado de Sitio, el 7 de junio, instruyendo el inicio del cerco militar a los centros mineros. En respuesta, el 9 de junio, los mineros declaran huelga en cuatro distritos. Un curioso incidente registrado en la ciudad de La Paz, el 14 de junio, tensionó la situación política, al estallar un artefacto de dinamita en las oficinas de la Comibol, atribuida por el gobierno a los mineros, ordenando la prohibición de transmisiones de radioemisoras mineras, a tiempo de convocar a un diálogo entre las partes enfrentadas. Huanuni respondió con la declaratoria de “Territorio Libre”, el 16 de junio. Barrientos ordenó reforzar la guarnición militar de Playa Verde, próxima a Huanuni. El 18 de junio la FSTMB decide no asistir a la reunión convocada por Barrientos, “mientras se mantenga el Estado de Sitio, mientras los líderes mineros permanecían en las cárceles y en los campos de confinamiento y mientras de pretenda callar con la fuerza bruta las emisoras mineras y mientras el ejército amenace a los distritos mineros”.
Ante el inminente ampliado minero en Siglo XX, Barrientos ordenó la incursión militar que provocó la masacre, la fatídica madrugada del 24 de junio, cuando las familias mineras celebraban la tradicional fiesta de San Juan, con fogatas en las calles de los campamentos mineros. La madrugada del 24 de junio, fuerzas militares de la II División, comandada por Amado Prudencio; Regimiento Rangers, al mando del Tcnl. Alfonso Villalpando y el Mayor Pérez; Regimiento Camacho de Oruro y Regimiento 13 de Infantería; amparadas en la oscuridad, se desplazaron por las calles, disparando contra los trabajadores mineros. Una fracción de ejército se descolgó desde Cancañiri, otra por el Calvario y una tercera fuerza, dirigida por el teniente Sequeiros. Alberto Zamorano de la Policía Nacional y el comandante de los detectives de Llallagua, operan desde el pueblo. Pero fue el capitán Zacarías Plaza, jefe de las Milicias Campesinas y hombre de confianza del Gral. René Barrientos Ortuño, el director político de la operación militar. Desde la oscuridad, comandos militares se desplazaron por las calles, disparando contra los trabajadores mineros. Una nómina parcial reportó 22 asesinados y 24 heridos. Medios argentinos mencionaron la cifra de 87 muertos. Nunca se sabrá a ciencia cierta cuántos cayeron asesinados esa noche. El temible capitán Zacarías Plaza, realizó una acción de rastrillaje en los campamentos, casa por casa, deteniendo a los trabajadores. Ese día empezó el desarme de los mineros en Siglo XX. Se requisaron viejos fusiles máuser de la Guerra del Chaco y miles de cartuchos de dinamita fueron tirados a los cenizales de Llallagua.
Historiador, docente titular de la UMSA, jefe de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
y Twitter: @escuelanfp
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