Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Carla Espósito Guevara
Si hay
un problema que caracteriza el proceso político boliviano, es justamente su
burocracia. Definitivamente creo que uno de sus rasgos es ser prisionero de su
propia burocracia.
Max
Weber, sociólogo alemán, decía que el tipo de organización administrativa
puramente burocrática es el más eficiente y que la burocracia es el medio
formal más racional que se conoce para lograr el control efectivo sobre los
seres humanos, superior a cualquier otra forma de organización en cuanto a
precisión, estabilidad, disciplina y operabilidad, porque implica la adaptación
de los medios a los fines, lo que hace posible un alto grado de cálculo de
resultados y predictibilidad. Burocracia y eficacia serían para él casi
sinónimas.
Contrariamente,
en el polo opuesto a Weber, Hannah Arendt, desde una perspectiva absolutamente
critica, tomando como referente su estudio sobre la burocracia nazi, sostiene
que la burocracia moderna funciona bajo la impersonalidad, lo que genera una de
las formas más crueles pues se trata de un “gobierno de nadie”, lo
que no significa que nadie gobierne, sino que diluye la responsabilidad
en la impersonalidad.
Desde
la literatura el famoso escritor checo, Franz Kafka, a su manera, dibujó
también un retrato de la burocracia moderna en su inmortal libro El Castillo,
en el que la describe como una enrome máquina laberíntica sin salida, manejada
por seres irracionales.
Poco
antes de morir, un amigo palestino que en vida fue embajador de ese país en
España, miembro de la OLP y amigo de Arafat, me contó que conoció muy bien la
burocracia egipcia, que era una de las más antiguas del mundo, pero que la
boliviana la superaba. Es claro que no hablaba en términos positivos.
Cuando
pienso en la burocracia boliviana, de todos quienes he citado, me quedo sobre
todo con los dos últimos. La burocracia criolla es aún más kafkiana que la de
Kafka, estamos en las antípodas de Weber porque si algo le falta es
precisamente racionalidad, aunque también tiene algo que la concepción
arendtiana describe: la forma impersonal de diluir la responsabilidad.
El gran
problema de la burocracia en nuestro país es que no pudo ponerse a la altura de
los desafíos que impuso el proceso político de la última década. Perdió de
vista su fin último y su razón de ser que es la mejora de la calidad de vida de
la población, convirtiéndose en un fin en sí misma. Sumergida en los laberintos
de sus escritorios, la burocracia se ocupó de crear procesos administrativos complicados
y pesados y, en vez de ser el soporte operativo de la gestión política, terminó
sometiéndola a la lógica mezquina de las fechas, los procedimientos, las
cartas, los informes y los memorándums, hasta hacerla su rehén. Muy
frecuentemente, las prioridades políticas quedaron perdidas en los laberintos
de los procedimientos y los papeles y hoy la gestión política es prisionera de
la lógica burocrática.
La
famosa responsabilidad por la función pública se convirtió en un mecanismos
que, en lugar de fomentar la responsabilidad como actitud ética frente al
trabajo del Estado, es un medio de persecución obsesivamente punitivo de los
funcionarios, tan contra productivo que termina alentando justamente lo
contrario, la evasión de responsabilidades, porque asumirlas supone muchos
riesgos. Entonces mejor pasar a otro la papa caliente y lavarse las manos lo
antes posible.
Es
claro que en el proceso político boliviano existe una enorme contradicción
entre las grandes aspiraciones políticas y los limitados márgenes que impone la
burocracia. En esta contradicción sin duda radica una parte de las limitaciones
de este proceso. Entender por qué la lógica muerta de la burocrática logró
imponerse sobre las prioridades políticas más vivas, es un hecho que merece una
reflexión más profunda.
Socióloga.
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