Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Gustavo
Espinoza M.
El Diario “La República” sostiene que fueron 50,000
las personas que marcharon anteayer en Lima contra Keiko Fujimori, y con motivo
del 24 aniversario del Golpe de Estado del 5 de abril de 1992. Probablemente
fueron mucho más.
Y eso, si contamos solamente a aquellos que marcharon,
pero habría que sumar también a las decenas de miles de personas que a lo largo
de calles y avenidas, desde las veredas, vehículos en marcha, viviendas o
edificios; saludaron, y aplaudieron la marcha, mostrando gráficamente su más clara
identificación con la protesta cívica convocada por los Colectivos Juveniles y
las Redes Sociales con el apoyo multitudinario de muchísimas organizaciones de
muy variado signo.
Y en efecto. Jóvenes, estudiantes, mujeres, personas
mayores, obreros, intelectuales, profesionales y técnicos, trabajadores del
campo y la ciudad; se congregaron a partir de las 5 de la tarde en la Plaza de
San Martín, e iniciaron una hora más tarde una movilización que puede
considerarse la más grande, aguerrida y organizada, en lo que va del nuevo
siglo.
Hubo una campaña aviesa destinada a desalentar la
participación de la gente en este evento. Llamadas telefónicas, mensajes por la
vía de Internet, amenazas por Facebook y rumores intensos se extendieron desde
la tarde de ayer por toda la ciudad capital: “Sendero ha organizado la violencia, habrá dos coches bomba que
estallarán en San Martín, ocurrirá incendios en el centro de la ciudad, habrá
muertos y heridos, ocurrirá un Golpe de Estado”; se
repitió por una y otra vía, al extremo que muchos se preguntaron si se debía
ir, o si habría que evitar que fueran los hijos, expuestos a tan magnos
peligros. Nada de eso ocurrió, ni cambió el rumbo de las cosas.
Pero eso no sólo fue en Lima. En todo el país tuvieron
lugar concentraciones similares: en Arequipa, Cusco, Puno, Chimbote, Piura,
Huancayo, Ayacucho. En Chiclayo, los miles de manifestantes fueron agredidos
por activistas del APRA, empeñados en hacer su propia manifestación en apoyo a
García. Fue el único incidente, ayer en el Perú. En todas partes las
manifestaciones fueron combativas, tumultuosas, pero enteramente pacíficas
Y por si todo esto fuera poco, los peruanos en el
exterior también hablaron: Buenos Aires, Santiago, Caracas, Londres, París,
Roma, Madrid y hasta Helsinski, fueron escenario de presentaciones de
centenares de compatriotas nuestros que evocaron la tragedia vivida por la
patria, y ratificaron su voluntad de impedir que ella se repita.
Nunca antes en el Perú se produjo una demostración tan
masiva de repudio a una opción electoral, como la que hoy se vio a lo largo y
ancho del país. Preludio de una elección compleja, pero también de un
hipotético gobierno enfrentado a una recia y combativa oposición ciudadana que
lo tornaría inmanejable.
Si Keiko Fujimori tuviera dos dedos de frente, si no
se dejara manipular por los titiriteros que se mueven en la trastienda, si no
tuviera la ambición por el Poder, que la corroe; y si no representara los
intereses que la impulsan; bien podría declinar su candidatura, porque ella luce
inviable ante los ojos de los peruanos. Podría, incluso, ser electa en un
extraña maniobra fraudulenta, pero no podrá garantizar ni estabilidad, ni
gobierno en un país convulso.
Y es que estratégicamente, el fujimorismo es muy
precario. Está transitoriamente apuntalado en tres
campos. Un segmento pauperizado de la sociedad integrado por personas muy
pobres, carentes de oficio y función y afectadas duramente por la crisis. Forman
parte de lo que se llama el segmento “E” de la sociedad, aunque éste no
comparte esa opción de modo mayoritario.
Aun así, en él tiene cierta fuerza, y se vale de ella
para mostrar una “imagen popular” que no corresponde al sentido de su política.
Este segmento existió siempre en la sociedad peruana, pero curiosamente fue
alimentado bajo el régimen de Alberto Fujimori en la última década del siglo
pasado, cuando el Perú, extenuado por la crisis, fue capturado y sometido por
los organismos financieros internacionales que le impusieron el “modelo” neoliberal
de dominación capitalista.
Con él, el régimen interrumpió el proceso de
industrialización en marcha, y quebró la estructura productiva del país. Fueron
desmanteladas o vendidas las empresas públicas, y destruido brutalmente el
sector estatal de la economía, lo que dejó a miles de personas en la calle.
Como consecuencia del mismo fenómeno, muchas de las empresas privadas -del
sector metal mecánica, textil y otros- también quebraron, lanzando a la
desocupación a significativos sectores del proletariado industrial entonces
emergente. Alrededor de un millón de peruanos se vio afectado por este fenómeno
y debió cambiar su modo de vida. Imposibilitado de conseguir empleo, en unos
casos optó por crear su propio puesto de trabajo -trabajando, por ejemplo como
taxista- o se asimiló a segmentos sociales emergentes: comercio y servicios.
Creció así, como espuma, el comercio informal y la
actividad dependiente, que no siempre pudo capturar al total de la mano de obra
desproletarizada, y dejó a un sector de la sociedad en la marginación y el
desamparo. A este segmento llegó el fujimorismo en su momento. Pero no para
recuperarlo como fuerza productiva, sino para afirmar su condición menesterosa,
y envilecerlo.
A este segmento se suman dos núcleos adicionales: uno
“nuevo” de gentes que no vivieron en la sociedad de entonces y que se formaron
respecto a ella en un “mensaje” que le trasmitiera la “Prensa Grande” ligada
por esencia a la clase dominante. Ella buscó afirmar en la conciencia de la
nueva generación dos conceptos que aún se repiten, como si respondieran a la
verdad.

Fujimori “sacó” al país de la crisis, más o menos del
mismo modo cómo Adolfo Hitler sacó de la crisis a Alemania en los años 30 del
siglo pasado. Sólo que no recurrió a las fábricas de armas para tener mano de
obra ocupada, sino que usó esa “mano de obra” para sus programas clientelistas
afirmando la sujeción, la dependencia y el servilismo en un amplio sector
social que aun hoy le sirve de sustento. Envileció a una buena parte de la
población degradándola moral y materialmente
Y no "terminó con el terrorismo”, como se dice.
Simplemente ocurrió que el Estado dejó de hacer actos terroristas que antes
hacía, atribuyéndolos a Sendero Luminoso. Los atentados con explosivos y
bombas, la ejecución ilegal de personas, los llamados “Paros Armados”, la
voladura de torres de alta tensión; que eran frecuentemente hechas por
efectivos de la instituciones armadas cumpliendo “planes operativos” de su
Comando adjudicándolas a SL; dejaron de hacerse, con lo cual “las acciones
terroristas” cesaron en el país.
Y eso ocurrió porque ellas ya no fueron necesarias.
Respondieron a una determinada etapa de la implementación del “modelo”, cuando
el Estado necesitaba levantar un “cuco” -el terrorismo-. A fin de justificar
una represión generalizada, quebrar la resistencia popular a su programa
fondomonetarista y perpetuar su dominio.
Para
eso inventó leyendas que hoy lucen desopilantes
al común de los peruanos, como aquella del “equilibrio estratégico” en
un escenario en el que los terroristas “rodeaban las ciudades” y estaban
a punto de “tomar el Poder”. De ese imaginario “peligro”, salvó al Perú
el chinito de
la yuca.
Los incautos que creen en ese cuento, constituyen -por
ignorancia y necedad- un segundo núcleo definido del “Keikismo”
Pero es “la
Clase Dominante” y sus expresiones concretas -la “prensa grande”, entre
otras- la que forma el tercer segmento del “Keikismo”. Está obcecadamente
empeñada en perpetuar el “modelo” neoliberal impuesto por el Fondo Monetario.
Siente verdadero pánico ante la sola posibilidad de que esto cambie. Sus
intereses, y los del Gran Capital, están en juego.
El Keikismo, entonces, es, en las condiciones de hoy,
una herramienta contra el pueblo. Hay que derrotarlo con la más amplia unidad,
pero también con una política flexible, ágil, dirigida a la inteligencia
ciudadana y que sea capaz de ganar la confianza de millones. Y todo eso, es
posible.
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