Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Carla Espósito Guevara
Dillma Rusself enfrenta una de las peores crisis políticas de la historia democrática del Brasil, acusada de maquillar las cuentas públicas por una comisión parlamentaria que aprobó un juicio político en su contra. Paralelamente Ignacio Lula, uno de los favoritos a la reelección presidencial, es acusado por la posesión de un departamento. Mientas tanto en Argentina, Cristina Kishner, en medio de enormes manifestaciones populares de apoyo, llega a Buenos Aires para declarar ante la fiscalía por acusaciones de un supuesto caso de lavado de dinero. En Bolivia, Evo Morales enfrenta también una crisis política, aunque de menor envergadura, por acusaciones de tráfico de influencias en base a una única prueba presentada: el certificado de nacimiento de un niño cuya existencia sigue siendo un misterio.
La simultaneidad de estos hechos no tiene nada de casual. Son emblemáticos de la nueva estrategia de la derecha latinoamericana, que ya no apuesta al golpe de Estado clásico, ni a la intervención militar o la desaparición física de los líderes políticos de izquierda, sino a una estrategia más sutil, pero no por ello menos efectiva, que es la destrucción moral de la imagen de los líderes de izquierda.
Esta estrategia es parte del neo golpismo blando. Término acuñado el 2009 luego de que el presidente Zelaya fuera destituido por un golpe de estado en Honduras al que se le sumaron luego el intento de golpe prefectural en Bolivia el 2008, la intentona de golpe de estado a Correa en 2010 y el derrocamiento de Lugo en Paraguay el 2012. Ahí empezó una nueva modalidad para deponer gobiernos legítimos, caracterizada por un bajo nivel de violencia explícita, alto nivel de violencia simbólica y psicológica, promoción de un desgaste gradual, manipulación mediática y uso masivo de los medios de comunicación. Su objetivo expreso es desprestigiar los gobiernos de turno y potenciar un ambiente de confusión, fatiga y decepción utilizando consignas populistas cuya ventaja radica en la simplificación de la realidad. Un mecanismo favorito de esta estrategia es la amplificación de errores en que incurren los gobiernos progresistas y la implosión de sus contradicciones internas.
El neo golpismo hoy asume la forma de una “cruzada contra la corrupción” discurso con que la nueva derecha regional pretende reposicionarse y desgastar los gobiernos opacando con ella todos sus logros. Se trata de una derecha que, después de la crisis del neoliberalismo, no logró construir un proyecto político propio con el cual liderar la región, entonces ha optado por destruir la imagen del otro como estrategia contraofensiva. Utilizando las grandes cadenas televisivas y las redes sociales ha desatado una campaña como defensora de los “derechos constitucionales”, de la democracia y una batalla selectiva contra la corrupción, en la cual lo que importa es sembrar la sospecha en contra de los gobiernos legítimamente elegidos, borrando un pasado quizás más corrupto, sabiendo que la corrupción no es nueva, sino un problema sustancial en la historia regional, al que no escapan ni propios ni extraños.
Los propios errores y la acción de la nueva derecha han llevado a los gobiernos progresistas de la región a una crisis caracterizada por la judicialización de la política y la deslegitimación moral de sus líderes con efectos que pueden ser profundamente corrosivos. Si la izquierda no atina a corregir sus errores y a comprender la naturaleza de la acción de esa nueva derecha, la región corre el riesgo de retornar a un periodo que creíamos ya superado.
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