Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Carlos Macusaya
Los
meses del año tienen una carga simbólica que les confiere cierto sentido.
Diciembre es el mes de la navidad; agosto, el mes de la pachamama, y octubre,
el mes en que se recuerda la colonización. Octubre está marcado y se hacen
rememoraciones, casi tormentosas, de lo que pasó “desde que llegaron los
españoles”. Todo esto queda enredado en una actitud que no rebasa las
limitaciones de lo reactivo.
Se ha
hecho normal que muchos griten a los cuatro vientos los actos de barbarie que
se dieron en nombre de la civilización a partir del 12 de octubre de 1492.
Abundan los discursos que denuncian los crímenes que se cometieron contra
poblaciones llamadas hoy “indígenas”. Pero todo esto forma un conjunto de
ruidos estridentes que no pasan de la mera denuncia.
Octubre,
y en especial su día 12, ha sido convertido en un tiempo de autoflagelación
conciencial, un tiempo en el que parecemos estar más dispuestos a mortificarnos
espiritualmente. En esta disposición entra en juego, de modo determinante, una
forma básica y esquemática de representar un proceso que nos ha marcado.
Mientras
deambulamos en estas dinámicas, el problema que se alude tan insistentemente
queda como intacto, pues en el juego de victimización que se despliega el
victimario simbólico es reconocido como garantía, y por tanto recibe autoridad,
de nuestra queja. Es la fatalidad de la victimización: se denuncia algo que se
espera otro encare o arregle.
Pero,
además, no sólo se trata de una pasividad con apariencia de rebeldía, sino de
una situación que empantana los forcejeos por ir más allá en simples denuncias.
Lo que aparenta ser una contestación contra lo que se ha hecho desde la
colonización termina siendo una forma de evitar trasformar realmente nuestra
condición histórica.
Así,
los actos que se dan en distintos lugares, buscando concientizar las personas
sobre los crimines de la dominación europea, llegan a ser espectáculos en los
que algunos culpabilizados buscan calmar su conciencia. Sin embargo, de nada
sirve recordar testarudamente que hace 500 años nos conquistaron o cosas así.
Todo esto queda en buenas e ingenuas intenciones, y nada más.
En las
actuales circunstancias lo más peligroso que podemos hacer no es gritar las
maldades de la colonia o el barbarismo de los europeos. Lo más peligroso en
este tiempo es serenar la cabeza y problematizarnos con aquello que gritamos y
denunciamos. No es que los gritos y denuncias no tengan sentido, sino que el
problema está en que no podremos avanzar a punta de denuncias y gritos.
Estamos
en un tiempo en el que lo que hace falta no son ni actos, ni denuncias, ni
alzar la voz; estos aspectos abundan. Lo que hace falta es clarificar nuestra
situación actual y nuestro papel en este proceso. Dos muchachos que discuten
seriamente sobre la colonización son más peligrosos que un montón de personas
que la denuncian.
y Twitter: @escuelanfp
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