Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Fernando Rodriguez Ureña
René Zavaleta Mercado, el filósofo orureño, alquimista de los conceptos y ecléctico pensador con un sentido profundo de la historia y la realidad social y política boliviana, antes de producirse el nacimiento del Estado Plurinacional de Bolivia había señalado que fuimos una semi forma estatal moderna, con una sociedad abigarrada donde coexistían sincrónicamente realidades antitéticas pero funcionales, que habían reproducido las prácticas coloniales proyectándolas al infinito.
La República
El nacimiento de la República de Bolivia fue un doloroso parto de 15 años de guerra entre quienes querían seguir manteniendo las prebendas de la corona española y quienes, bajo la inspiración liberal inglesa y el socialismo utópico francés –introducido por jesuitas que enseñaban en las universidades–, pretendían construir una nación moderna, iluminada por la filosofía de la revolución francesa y las libertades enunciadas en la revolución norteamericana, siguiendo la misma lógica de la constitución de los estados nacionales.
En esa guerra, los indios y mestizos de la patria pusieron los muertos. Los caudillos de las republiquetas que sobrevivieron a la guerra fueron los menos.
A la hora de la victoria de Ayacucho, los tristemente denominados dos caras, los famosos abogados de la Academia Carolina de la Universidad de Charcas, aquellos que vivaban al Rey primero y que usando el famoso retruécano le negaban obediencia después, esos mismos que en palabras de José Gabriel Condorcanqui transformaban la sangre de indios en oro para la corona, fueron los que aparecieron en el Desaguadero vivando también a Bolívar y los soldados de la patria grande… y se transformaron en dirigentes del naciente país.
Así, por arte de magia, quienes habían sido los guerrilleros de la independencia pasaron inmediatamente al olvido, a no ser nadie. ¿Cuantos guerrilleros signaron el Acta de la Independencia y Constitución de la República de Bolivia? La respuesta es dramática: uno, tan sólo uno, García Lanza, que por su condición de militar sabía leer, además tenía tierras en yungas y poseía una renta anual superior a 25 pesos de plata. Pero, ¿Por qué hacemos referencia a estas condiciones? Porque las mismas fueron exigidas a los demás luchadores por la independencia que, como eran pobres e iletrados, no pudieron ser electos constituyentes.
Un caso de increíble injusticia es el de Juana Azurduy, que murió pobre, abandonada por el Estado, en un convento, después de haber perdido a su compañero Manuel Ascencio, y a sus hijos, en los campos de batalla. ¿Quiénes diseñaron esa estrategia de exclusión de los verdaderos actores de la independencia? Por supuesto que la vieja/nueva clase política ayer realista hoy republicana.
La oligarquía
Así nació la clase política republicana boliviana, llena de ardides, trampas y traiciones. Jamás dejó de considerarse una aristocracia, conteniendo en sí misma un desprecio total por el indio a quien, sin embargo, necesitaba. Nuca renunció a actuar como oligarquía, ligada a los intereses de la metrópoli, de donde seguían a pie juntillas sus órdenes para ejecutarlas en nuestra tierra. Con esa misma mentalidad oligárquica y colonial, tan deforme como sus aspiraciones, nunca dejaron de ser parásitos del Estado, logrando tierras, créditos, no pagando impuestos.
Así conformaron la rosca minera y terrateniente, ligada además a la banca y al comercio. Todo, gracias a apropiarse de los bienes comunes de la colectividad, de la comunidad de los bolivianos y bolivianas.
Esa práctica, que parecería pre-capitalista, con signos de actuaciones feudales, se siguió proyectando en el tiempo hasta el pleno siglo XX, haciendo de nuestro país una nación comparable con Haití y varias naciones africanas, por sus indicadores de pobreza, exclusión y redistribución del ingreso.
Esa clase política erigida en los corredores coloniales universitarios siguió siendo la misma de los corredores palaciegos de la República boliviana, la que por cultura política acudía al cuartelazo y el golpe de Estado como reflejo al desprecio supino por la democracia que ellos habían convertido hipócritamente como su forma de gobierno estatal.
Esa clase política republicana resultó tener problemas de identidad, pues de burguesa sólo tenía su manera de gastar o consumir y de feudal colonial su manera de explotar, tanto a la gente como a la naturaleza. Claro, cuando quería actuar como clase burguesa sólo mostraba sus defecciones inherentes a su naturaleza, por lo que su única manera de reproducirse era buscando alianza con intereses foráneos, ajenos a la patria, con aliados que se convertían a la brevedad en sus patrones indiscutibles. Fue y pretende seguir siendo una clase capataz, fiel a su patrón y cruel con los explotados.
Los herederos
En ese corpus social deformado, acomplejado, sin personalidad para proponerse un proyecto económico, político y cultural propio, se reproducía la oligarquía minera, terrateniente y financiero dependiente boliviana, que, inaugurado el ciclo democrático boliviano y latinoamericano, decidió modernizarse ideológicamente produciendo novedosas y enrevesadas teorías democráticas para hacer posible la doctrina occidental de democracia y sus principios.
Experta en fumar bajo el agua, se inventó la alianza entre partidos enemigos (MNR-FSB) para hacer presidente a un dictador (Banzer); produjo un sistema de pactos (Pacto por la democracia ADN-MNR-MIR-NFR-UCS) que generaba alternabilidad (léase, organizaron un pasanaku para ser titulares del poder) entre los mismos socios; promovieron ideas federalistas fundamentalistas (Nación Camba) con el objetivo de dividir el país; generaron proyectos fascistoides encubiertos de ropaje democrático (Podemos, NFR, Partido Verde).
¿Cuáles eran las actividades económicas de esta clase política democrática republicana? El contrabando de minerales preciosos; agroindustria subvencionada por el Estado con impuestos recortados; combustible a bajos precios y concesiones de grandes extensiones de tierra; el lavado de dinero y el tráfico de divisas; el tráfico de cocaína; el tráfico de maderas preciosas, obras de arte y hasta de armas, dejando en sospecha la trata de órganos y personas.
¿Qué proyecto de país proponían? Ninguno. Sólo depredación. Sólo rapiña. Ninguna iniciativa nacional con perspectiva industrializadora. Miremos cuáles son las industrias locales que produjeron en 180 años de gobierno.
Esa clase política republicana es justamente la que fue derrotada cuando se expulsó del gobierno a uno de sus preclaros hijos: Gonzalo Sánchez de Lozada Sánchez de Bustamante, nombre que denota su pertenencia a la aristocracia que gobernaba el país. Esa clase política liberal, demócrata y republicana fue derrotada en la Asamblea Constituyente fundacional del Estado Plurinacional de Bolivia.
Esa clase fue la que nos impuso su dictadura económica, política, cultural y social por 180 años.
A esa clase derrotada, le hicimos concesiones para que el Parlamento Republicano aprobara el texto de la Constitución del Estado Plurinacional.
Esa misma clase, y algunos de sus nuevos aliados capitalistas endógenos, nos dicen hoy que tenemos un gobierno dictatorial, prorroguista, totalitario, vitalicio… ¡Sinvergüenzas!
Democráticamente deberíamos retomar el texto constitucional de Oruro y, convirtiéndolo en programa de gobierno, profundizar definitivamente nuestro proceso, sin obligadas o coyunturales concesiones, con el poder popular comunal organizado, transformar nuestro Estado en socialista comunitario, como fue planteado desde el principio de la revolución democrática y cultural.
¿Democracia liberal? ¿Volver al pasado? No. Impostores: aprendan a jugar con las reglas de la democracia participativa. Y, ¿si no lo quieren? Tienen la puerta abierta.
El autor es dirigente del Movimiento Guevarista. Fue Embajador del Estado Plurinacional de Bolivia ante China
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