Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
La economía es cruel. Basada en indicadores esta ciencia clasifica –con bastante acierto– a las economías como sustentables, emergentes, en desarrollo, etcétera. La economía es una ciencia que tiende a darle una etiqueta lo más exacta posible a una economía basada siempre en indicadores. Es cruel porque un ligero cambio en un indicador puede llevar del cielo al infierno a un país en menos de un trimestre o alguna otra medida de tiempo. Estas clasificaciones, lo más científicas posibles, generan discusiones y debates, tratando de indagar las causas que colocaron un indicador en tal o cual posición.
También están los políticos que usan uno u otro indicador, escogidos discrecionalmente, para auto calificar sus gestiones como exitosas. La realidad y la ciencia, claro está, tarde o temprano se imponen. Tal es el caso del ridículo que hizo Carlos Saúl Menem en los noventa cuando, basado en indicadores tomados a su antojo, calificó a su país como uno del primer mundo, cuando la pobreza se propagaba de manera casi irreversible en la mayoría de sus pobladores. La realidad y la ciencia económica, ambas crueles, mostraron en 2001 la verdadera Argentina, muy, pero muy lejos de ese primer mundo.
Los indicadores económicos, cuando no son presentados por políticos, tienen su razón de ser, tienen su importancia para clasificar economías en las más variadas formas. Por supuesto que no hay un indicador que resuma todo y tampoco uno definitivo para algo.
La “cuenta corriente”
Uno de aquellos indicadores es el saldo en la cuenta corriente.
Es tan importante este indicador que a partir de su resultado final y los cambios en las variables que lo componen, es posible diagnosticar una economía con bastante eficacia. Por tales razones el saldo en cuenta corriente está asociado a la solvencia de una economía, equivalente a las medidas que usan los bancos con sus clientes para medir su capacidad de pago.
De manera concreta, la suma descontada de los saldos en cuenta corriente al igualar el stock inicial de deuda externa representa la restricción presupuestaria internacional de cualquier economía. En palabras sencillas, las futuras ganancias netas de dólares deben alcanzar cuando menos para pagar la deuda externa actual. Todos se fijan en este indicador y toman decisiones en función de él y es muy difícil impactar exógenamente en el mismo sino a través de sus componentes.
El saldo en cuenta corriente tiene dos bloques: el saldo comercial y el bloque de remuneración a los factores. El primero, simplemente es la resta de las exportaciones menos las importaciones. El segundo, en una economía pequeña, está dominado por el servicio de la deuda externa, es decir, el pago de intereses de la misma.
Bolivia es un país que ha mostrado superávit en cuenta corriente en los últimos 10 años. El valor medio durante ese período fue de 7.18 % del PIB con un mínimo de 2.24 % del PIB en 2011 y un máximo de 12.13 % del PIB en 2007. La magnitud de estos saldos y sobre todo la continuidad de los mismos, convirtió a Bolivia, como arte de magia, en un país solvente.
Excepcionalidades históricas
Este indicador atrae préstamos e inversiones, genera confianza en los acreedores, especialmente en el caso boliviano. ¿Por qué? Acudiendo a las memorias del Banco Central de Bolivia desde 1929, se evidencia que Bolivia presentaba continuos déficit en cuenta corriente, interrumpidos por uno que otro año con superávit. Es decir, Bolivia siempre fue un país insolvente hasta 2005 cuando el saldo se torna positivo y empieza la llamada bonanza de la cual nos dicen que la estamos disfrutando.
El saldo en cuenta corriente dice mucho de la intencionalidad de la política pública. Por ejemplo, en el banzerato, sólo en 1974 se tuvo superávit y fue suficiente para inundar el país con préstamos. En los mejores años de la bonanza de los setenta, Bolivia tuvo déficits en esta cuenta. Al saberse solvente y al ver solvente la economía en 1974, el gobierno contrajo gran cantidad de créditos que de buena gana fueron otorgados hasta por bancos privados dada la “solvencia” manifiesta en el indicador de la economía boliviana. El hecho de endeudarse en semejantes cantidades revelaba que el gobierno tenía la expectativa de que la bonanza iba a ser permanente o al menos de muy larga duración. Diez años después ya estábamos en hiperinflación. Debe anotarse cuán cortoplacista fue la reacción de los financiadores que basados en un solo año accedieron a cualquier solicitud de crédito de un gobierno que ni siquiera tenía la venia parlamentaria para endeudarse.
Bolivia hoy
La sucesión de superávits en el periodo posterior a 2004 es inédita en toda la historia
económica de Bolivia. La continuidad de dichos saldos positivos revela la intencionalidad de política pública. El menor endeudamiento relativo (medido como porcentaje del PIB) nos dice que los superávits fueron considerados transitorios. Esta cautela extrema se repitió por diez años, provocando un crecimiento inferior con tasas que no superaron el 7% anual a pesar del auge observado. Se priorizó el consumo antes que la inversión, se inundó al sistema bancario de recursos pero no se canalizó a inversión.
económica de Bolivia. La continuidad de dichos saldos positivos revela la intencionalidad de política pública. El menor endeudamiento relativo (medido como porcentaje del PIB) nos dice que los superávits fueron considerados transitorios. Esta cautela extrema se repitió por diez años, provocando un crecimiento inferior con tasas que no superaron el 7% anual a pesar del auge observado. Se priorizó el consumo antes que la inversión, se inundó al sistema bancario de recursos pero no se canalizó a inversión.
Los saldos en cuenta corriente representan una bonanza inesperada, tomada con cautela por todos, por el gobierno y por los inversores. Los primeros apostando a lo seguro, los últimos asesorados por políticos que les decían que estábamos viviendo una debacle. La continuidad de los superávits hizo cambiar el comportamiento de ambos. El gobierno empezó a despilfarrar y los inversores a invertir donde sea y donde se pueda, menos en sectores productivos. La sucesión de superávits fue el mejor indicador que pudiésemos obtener, inobjetable, y con mucha ciencia detrás. Éramos solventes sin ninguna duda. Y ahora, en 2015, el saldo se ha tornado negativo.
El signo de dicho saldo está determinado básicamente por la balanza comercial. La caída de las exportaciones ha sido tan fuerte que el masivo déficit comercial ha revertido 10 años de solvencia internacional.
Empecé el artículo diciendo que la economía es una ciencia cruel. Hasta el año pasado teníamos un certificado de solvencia que nos daba una calificación AAA+ como país, dada la continuidad y tamaño de los superávits en cuenta corriente. El saldo negativo actual por supuesto que nos reduce la calificación. Hasta 2004 éramos DDD- ya que sólo habíamos obtenido 7 superávits en 75 años. Por supuesto que debe ser objeto de preocupación para los gestores de política pública y para cualquier agente económico en general.
El autor es economista. Docente de la UMSA
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