Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás
Por: Manuel Canelas
No hace falta ser un perspicaz observador para saber qué
tiene poco de verdadera la campaña ciudadana por el No en el referéndum de
febrero. Primero, porque resultaba poderosamente llamativo que los que
enunciaban esto eran políticos profesionales. Muchos, por no decir todos,
políticos que no han tenido buenos resultados —el apoyo de las mayorías— cuando
han pasado, no en pocas ocasiones, por las urnas.
Por supuesto que estos políticos encontraban alguna
“fórmula” para disimular un poco su protagonismo: simplemente apoyarían a la
ciudadanía; fundarían, ellos, plataformas ciudadanas; seguramente financiarían
alguna marcha o algunos panfletos. Todo para que la cosa arranque, siempre
espontáneamente, y después dar un paso al costado. Tampoco muy al costado, no
vaya a ser que no salgamos en la foto final. En toda esta operación contaron
con la inestimable ayuda de buena parte de los medios de comunicación, los que
suelen ser —y esto no es negativo en absoluto— celosos de toda acción
gubernamental; hasta de las que no ocurren. Buena parte de la trinchera
mediática boliviana —verdaderos partidos políticos— no pone mucho reparo en
convertir en sus noticias a los alcaldes opositores en ciudadanos activos
contra el Gobierno; a exconstituyentes o exdiputados de partidos de oposición
en analistas independientes; a excandidatos a alcaldes en la voz objetiva del
análisis; y a asesores vigentes de la campaña de la oposición en sesudos
observadores sin intereses partidarios.
Esta elección en particular ha provocado incluso que algunos
periodistas, sin dejar de señalar que son los más independientes, entren de
lleno en el ruedo —en el que ya estaban casi sin disimulo— e inauguren
programas específicos para hacer campaña por el No o sean más activos, y
partidistas, en las redes sociales que los asambleístas oficialmente
opositores. Todo siempre con el loable objetivo de estimular la campaña
ciudadana que parece que cobrará fuerza a partir de marzo. Después del
referéndum, sea cual sea el resultado, habrá mucho que reflexionar sobre el
estado de nuestros medios. De todos.
La ‘pole position’
Como marzo parece una fecha algo tardía, nuestros políticos opositores se han visto en la
obligación de generar más estímulos y, por ejemplo, Jorge Quiroga le ha encontrado el
gusto a dar unas tres ruedas de prensa semanales. Que nadie piense mal, no lo
hace para estar en una posición preferente que le permita reclamar paternidad
sobre un buen resultado del No, lo hace para estimular el despertar ciudadano
—ése que no le gustaba mucho cuando él estaba al mando. Curiosamente, cada vez
que Tuto se ha presentado a unas elecciones ha ido perdiendo la confianza de la
gente: 2005 obtuvo alrededor del 28%; para las elecciones a la Asamblea
Constituyente de 2006, el frente político que lideraba llegó al 15%; en 2014 no
llegó ni al 9% del apoyo ciudadano.
Es evidente, como buen comunicador que es, que sus ruedas de
prensa se siguen con facilidad. Ahora bien, no suele decir necesariamente la
verdad. Cuando se le sindica de seguir demasiado apegado a las líneas
norteamericanas para la región, uno no tiene que hacer un esfuerzo imaginativo
muy grande, es cuestión de remitirse a los antecedentes y preguntarse si
Quiroga representa hoy algo diferente a lo que representaba en los años 90. La
respuesta es no. Por mucha vocación de outsider que tenga —cualquiera que lo
escuche por primera vez juraría que no tuvo responsabilidad alguna en el
pasado— podemos ver, en ruedas de prensa o entrevistas antiguas, tan buenas
como las de ahora, lo que significó Quiroga en nuestro país y qué relación con
Estados Unidos defendía como “inevitable”. Como en los 90 era sentido común de
nuestra élite gobernante el decir que esta relación, nos gustase o no, era
imprescindible, uno puede escoger casi cualquier recorte al azar y encontrarse
con declaraciones muy francas que entonces no suponían problemas y que
hoy, gracias a la recuperación de nuestra soberanía nacional y a exigir un
trato respetuoso, nos suenan imposibles de aceptar en alguien que aspira a
representar a los bolivianos. Declaraciones de Quiroga como éstas, octubre de
1996 —un año antes de que asumiera como Vicepresidente: “ Yo recuerdo
cuando llegó la misión del FMI el 92 a negociar el programa con Bolivia, lo
primero que pidieron es una copia de la resolución donde Bolivia votaba en
favor de la invasión a Irak. Ellos bien sabían que lo habíamos hecho, pero era
una forma de decirle al Gobierno de Bolivia que si no hay eso, no se puede
negociar”.
Dijo que este tipo de vinculaciones existen y “uno puede
tratar 20 años de cambiarlas, pero la realidad es que hay el peligro de que te
descertifiquen, que nos quiten las carreteras, proyectos del Banco Mundial y la
ayuda de las Naciones Unidas”.
Que nos quiten las carreteras... No, no hace falta
WikiLeaks para encontrar esto, basta con la edición de Presencia del 3 de
octubre de 1996. La soberanía, según lo dicho por Quiroga, no estaba ni se la
esperaba hasta al menos 20 años… finalmente bastaron, por la voluntad y la
lucha de la gente, muchos menos años, y que Tuto y sus amigos dejasen el poder
previamente, para tener otra relación con Estados Unidos.
Pero los que pelean por la pole no están solo en occidente,
no. Rubén Costas decidió, cuando las encuestas marcaban un No en ascenso,
fichar por algo parecido a Ferrari y dejar que su Alcalde de Cochabamba lo
proclame candidato presidencial con nada menos que cuatro años de antelación…
así taponamos preventivamente el acceso a algún espabilado joven demócrata que
tenga ambiciones inconfesables. Por supuesto, Costas piensa, al igual que los
demás, ser el padre del buen resultado del No, resultado que, con seguridad,
superará el 24% que alcanzó Costas yendo de la mano de Samuel y Ernesto Suárez
en 2014 —elección en la que incluso el MAS le ganó Santa Cruz. Es difícil creer
que Costas representa algo distinto al hombre que quería un Estatuto
Departamental que regulase la migración interna —fronteras entre bolivianos— o
que habla(ba) mucho más de autonomía que de patria.
Otro que ha seguido esa estela, no vaya a ser que no salga en la foto, es Félix Patzi, quien,después de montarse en bicicleta para huir de su polémica iniciativa que pretendía exigir a las mujeres un examen de papanicolau para poder hacer sus trámites —ocurrencia que mejoró con la exigencia a los hombres de un examen de cáncer de próstata—, dice que irá de candidato a presidente en 2019…no sabemos si ya lo consultó con su aliado Luis Revilla, quien también parece más ocupado en la carrera presidencial que casi todos los anteriores. Y claro, al último pero no por eso menos importante, tenemos a Samuel Doria Medina, que no solo estrenó hace poco un programa de radio, como espacio solicitado, sino que difunde en periódicos encuestas que favorecen su liderazgo y que, extraña o casualmente, no toman en cuenta a Tuto Quiroga.
Un No para repartir entre demasiados: Esta campaña no es
otra cosa que una elección primaria entre viejos actores opositores que, cuando
se presentan a los ciudadanos de frente, con un proyecto nacional, no suelen
obtener grandes resultados. Sin embargo, han encontrado en la posibilidad de un
buen resultado del No el oxígeno necesario para mantenerse artificialmente
vigentes. Ninguno de ellos representa hoy los intereses y las aspiraciones de
la mayoría de los bolivianos; ninguno, tampoco, tiene algo parecido a un
proyecto de país; su único proyecto a corto plazo, después de conseguir el
oxígeno necesario, es desear que Evo —que supera el 60% de aprobación de su
gestión según cualquier encuesta— no sea su rival en las elecciones de 2019
para la cual todos se ven ya candidatos. La campaña ciudadana ha sido el último
disfraz que, de manera irremediable, ha mostrado sus costuras en cuanto las
ambiciones de nuestros resabios de la partidocracia se han dejado ver.
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