Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica Rocha
Han pasado
diez años desde que el presidente de nuestro país es Evo Morales. Para muchos
de nosotros y nosotras, ello implica la totalidad de nuestra vida activa en
democracia; y ello ha implicado asistir a urnas en esta década una similar
cantidad de veces que años. Lo cual, sin duda, en los anteriores 20 años que le
preceden a este periodo de continuidad democrática era algo difícil de
imaginar. Y es que hemos acudido a vivir, presenciar y ser parte de este
denominado proceso de cambio pletóricos de expectativas y de planes que nos
orientaban, entre otros, a no sólo fortalecer nuestra democracia
representativa, sino también a intensificarla y ampliarla. Bajo ese horizonte,
el país apostó por lo que ahora conocemos como democracia intercultural.
En estos diez años se ha forjado todo un renovado escenario político de actores y actoras, a tiempo de que el liderazgo del Presidente se ha fortalecido (de ello dan cuenta las votaciones para su elección que nunca han disminuido el umbral del 50% del país), es ese tema precisamente el que estamos discutiendo ahora mismo de cara a asistir al referendo constitucional del siguiente 21 de febrero.
En diez años han pasado varias cosas, menos de las que se vanagloria el masismo cuando señala que han tenido que trabajar demasiado para revertir cientos de años de una gestión alejada de la gente (es demasiado insostenible ya el tema de la justicia y de la educación universitaria, por nombrar algunos) pero también ciertamente más de las que ahora la oposición trata de mostrar como que nunca han pasado (hace diez años se puede decir, con certeza, que no figurábamos en el mapa mundial).
En estos diez años, pues, hemos asistido, finalmente, a la digna nacionalización de varios de nuestros recursos naturales; hemos presenciado la inclusión de renovados actores y actoras nacionales en la economía, en la sociedad y en la política (otrora excluidos) y hemos tenido varios años de estabilidad y bonanza económica (a reserva del debate sobre cómo es que se produjeron) a tiempo de que se han generado bonos para promover incentivos en puntuales medidas de tipo social.
Pero no todo han sido buenas noticias en estos diez años, varias de las medidas adoptadas por el gobierno se han tornado en verdaderos desaciertos, como bien se sabe: el anuncio fallido de un gasolinazo (que quisieron hacer pasar por nivelación de precios), la entonces fallida construcción de la carretera por el TIPNIS (que puso en el debate público un punto esencial del proceso de cambio: el cuidado a la Madre Tierra) y el reciente caso de escandalosos malos manejos y presunta corrupción en el Fondo Indígena (este ya puso en la cuerda floja la idea del mismo sujeto histórico indígena originario de este proceso). Sumado a todo ello el natural desgaste de tantos años de un mismo gobierno y la actual discusión en torno al rumbo que tuviere que tomar el proceso de cambio, han sido varios los momentos por los que ha pasado este gobierno en los que la esencia misma no sólo del proceso sino también de la Constitución que aprobamos el año 2009 ha estado en el ojo de la tormenta.
No obstante, no puede caber duda alguna de que en estos diez años se ha forjado una parte fundamental de la historia de nuestro país, a la cabeza de Evo Morales. No el principio de la historia como quisieran pensar algunos/as masistas pero seguro que tampoco el fin de los tiempos democráticos, como insisten en hacernos creer otros/as opositores/as. La mayoría hoy en campaña, tratando de convencernos de su correspondiente absolutismo.
En estos diez años se ha forjado todo un renovado escenario político de actores y actoras, a tiempo de que el liderazgo del Presidente se ha fortalecido (de ello dan cuenta las votaciones para su elección que nunca han disminuido el umbral del 50% del país), es ese tema precisamente el que estamos discutiendo ahora mismo de cara a asistir al referendo constitucional del siguiente 21 de febrero.
En diez años han pasado varias cosas, menos de las que se vanagloria el masismo cuando señala que han tenido que trabajar demasiado para revertir cientos de años de una gestión alejada de la gente (es demasiado insostenible ya el tema de la justicia y de la educación universitaria, por nombrar algunos) pero también ciertamente más de las que ahora la oposición trata de mostrar como que nunca han pasado (hace diez años se puede decir, con certeza, que no figurábamos en el mapa mundial).
En estos diez años, pues, hemos asistido, finalmente, a la digna nacionalización de varios de nuestros recursos naturales; hemos presenciado la inclusión de renovados actores y actoras nacionales en la economía, en la sociedad y en la política (otrora excluidos) y hemos tenido varios años de estabilidad y bonanza económica (a reserva del debate sobre cómo es que se produjeron) a tiempo de que se han generado bonos para promover incentivos en puntuales medidas de tipo social.
Pero no todo han sido buenas noticias en estos diez años, varias de las medidas adoptadas por el gobierno se han tornado en verdaderos desaciertos, como bien se sabe: el anuncio fallido de un gasolinazo (que quisieron hacer pasar por nivelación de precios), la entonces fallida construcción de la carretera por el TIPNIS (que puso en el debate público un punto esencial del proceso de cambio: el cuidado a la Madre Tierra) y el reciente caso de escandalosos malos manejos y presunta corrupción en el Fondo Indígena (este ya puso en la cuerda floja la idea del mismo sujeto histórico indígena originario de este proceso). Sumado a todo ello el natural desgaste de tantos años de un mismo gobierno y la actual discusión en torno al rumbo que tuviere que tomar el proceso de cambio, han sido varios los momentos por los que ha pasado este gobierno en los que la esencia misma no sólo del proceso sino también de la Constitución que aprobamos el año 2009 ha estado en el ojo de la tormenta.
No obstante, no puede caber duda alguna de que en estos diez años se ha forjado una parte fundamental de la historia de nuestro país, a la cabeza de Evo Morales. No el principio de la historia como quisieran pensar algunos/as masistas pero seguro que tampoco el fin de los tiempos democráticos, como insisten en hacernos creer otros/as opositores/as. La mayoría hoy en campaña, tratando de convencernos de su correspondiente absolutismo.
Comunicadora
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y Twitter: @escuelanfp
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