Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alejandra Valderrama
El
15 de enero de 1919 fue asesinada Rosa Luxemburgo, Leo Jogiches y Karl
Liebknecht, junto a decenas de militantes comunistas a manos de la
policía del gobierno socialdemócrata Alemán. Pero, para nosotros ella no
está muerta. La fuerza de sus ideas, su método -que sin dogmatismos ni
elogios de ningún tipo nos transmite un sentido de crítica cabal como
herramienta para la lucha revolucionaria- son parte de su legado.
En defensa del legado de Marx y Engels: ¿Reforma o revolución?
Desde
estudiante secundaria, Rosa fue perseguida. Militó clandestina en un
ambiente de efervescente discusión política al alero de un régimen
despótico y represivo.
Así,
la joven Rosa Luxemburgo se arrojó a la lucha revolucionaria de la
clase obrera, con un instinto y combatividad que fue reconocido apenas
llegó a Alemania, aunque era una de las más jóvenes de la sala, nadie le
podía contar lo que era estar en la cárcel. Ya no era una estudiante y a
pesar de una compleja bienvenida en los círculos socialdemócratas
alemanes, ella destacó de inmediato desarrollando sus ideas sin
supuestos y buscando elevar el pensamiento concreto siempre en conexión
con las tareas históricas que los marxistas revolucionarios tenían en el
presente.
¿Reforma
o revolución? La Segunda Internacional y la Socialdemocracia alemana en
particular forjaron su desarrollo en un período de estabilidad y
desarrollo capitalista ininterrumpido sin protagonizar ningún proceso
revolucionario que templara a la organización en una lucha directa
contra la burguesía. Ellos concentraron el conjunto de su acción
política en la acción sindical y la lucha parlamentaria, desarrollando
ampliamente la táctica en tiempos de paz, pero sin prepararse para
tiempos convulsivos, adaptándose finalmente a los tiempos de la
democracia burguesa.
La
separación entre teoría y práctica traería sus consecuencias evidentes.
Esta fue la base objetiva que permitió el surgimiento de un ala
revisionista que buscó tranzar las ideas fundacionales del marxismo con
las ideas del liberalismo burgués. Su precursor fue Eduard Bernstein, al
igual que los reformistas de hoy, para él, mediante reformas parciales
el capitalismo podía evolucionar pacíficamente. El objetivo del
socialismo debía ser desechado, el fin es nada, el movimiento lo es
todo. La joven Rosa dio una lucha implacable contra quienes querían
limar el filo de las ideas de Marx y Engels.
Para Rosa la legalidad y el Estado no podían separarse de la lucha de clases:
“De
hecho, en todas las épocas, la constitución legal no es otra cosa que
el producto de la revolución. Mientras que la revolución es el acto de
creación política de la historia de clase, la legislación, bajo
distintas formas, no es otra cosa que el vegetar político de la
sociedad” (1)
Contra todo rutinarismo conservador: Huelga de masas y parlamentarismo
Pero,
no solo dio una lucha ideológica y política contra el ala reformista de
Bernstein, instalando la necesidad de la revolución y ligando las
tareas cotidianas con la lucha revolucionaria por el socialismo. Su
experiencia en la revolución de 1905 en Varsovia la hizo reflexionar
sobre la táctica predominante de la segunda internacional: el
parlamentarismo.
Al
calor de uno de los movimientos huelguísticos que sacudieron principios
de siglo XX, coordinadoras, mítines de obreros y tomas de fábricas, la
fuerza de la clase obrera repuso los métodos revolucionarios en la
cabeza de los marxistas rusos y en Rosa Luxemburgo. Esto trajo intensos
debates, reponer los métodos históricos de lucha de la clase obrera no
sería fácil, la dirección de la socialdemocracia alemana que dirigía
cientos de sindicatos, que poseía fuerza y apoyo electoral, se oponía a
la táctica de huelga de masas por considerarla desorganizadora y que
podría minar los derechos conquistados por años de democracia burguesa y
estabilidad social.
Para
ella, toda acción parlamentaria debía estar ligada a la lucha
revolucionaria por el socialismo, la táctica debía estar subordinada a
la estrategia.
“El
dominio de la legalidad burguesa del parlamentarismo, es cierto, no es
solo un campo de dominación de la clase capitalista, sino también un
campo de batalla. Pero, así como el orden jurídico es para la burguesía
una expresión de su violencia, la lucha parlamentaria no puede ser, para
el proletariado, más que la tendencia a llevar adelante su propia
violencia. Si no existe, detrás de nuestra actividad legal y
parlamentaria, la violencia de la clase obrera, siempre lista a entrar
en acción. La acción parlamentaria de la socialdemocracia se convierte
también en un pasatiempo espiritual, similar a aquel de sacar el agua
con una espumadera. Los aficionados del realismo, que constantemente
hacen hincapié en los “sucesos positivos” de la actividad parlamentaria,
para utilizarlos como argumentos contra la necesidad y utilidad de la
violencia en la lucha de clases, no se han dado cuenta de que estos
sucesos, son tan pequeños, que no deberían considerarse más que como los
productos del efecto invisible y latente de la violencia.” (2)
Desligar
la táctica y la estrategia fue la posición del sector oportunista del
partido que años después votaría los Créditos de Guerra el 4 de agosto
de 1914, aniquilando la unidad de clase de la II Internacional y
arrojando a la socialdemocracia al campo de la burguesía.
Rosa
Luxemburgo no se quedaría callada, defendió el internacionalismo de la
clase obrera frente a la primera guerra y denunció la claudicación de la
socialdemocracia alemana. Entre un mar de consignas patrioteras marcó
con firmeza los principios del marxismo revolucionario. Había que
prepararse para la revolución para esto no se podían tener medias
tintas.
La
idea de la revolución socialista que Rosa Luxemburgo defendió contra
las corrientes reformistas necesitaba la palanca de un partido como el
que Lenin y Trotsky construyeron para la toma del poder por el
proletariado.
Mientras
hoy predominan concepciones de una izquierda que no se propone la lucha
por el socialismo como una tarea actual y ven la transformación de la
sociedad en los estrechos márgenes del régimen burgués, debemos reponer
el debate de estrategias. Al calor de los nuevos fenómenos de la lucha
de clases en América Latina y en el mundo, se abre un periodo objetivo
en donde vuelven a aparecer grandes discusiones como: ¿Reforma o
revolución? Para nosotros no está muerta, Rosa tiene que vivir:
“No
os dais cuenta de que vuestro orden está levantado sobre arena. La
revolución se erguirá mañana con su victoria y el terror asomará en
vuestros rostros al oírle anunciar con todas sus trompetas: ¡Yo fui, yo
soy, yo seré!” (3)
Notas
(1) ¿Reforma o revolución?, Rosa Luxemburgo.
(2) “Problemas de la organización de la socialdemocracia Rusa”. Rosa Luxemburgo.
(3) “El orden reina en Berlin”. Rosa Luxemburgo.
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