Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Nelson
Lombana Silva
La destitución de Gustavo Petro Urrego de la
alcaldía mayor de Bogotá, obedece a un plan siniestro trazado por la derecha y
la extrema derecha que trata de explotar electoralmente el presidente –
candidato Juan Manuel Santos Calderón. Cálculo aberrante que atenta contra la imagen
del país en la arena internacional al sacrificar de un brutal plumazo los
pactos internacionales suscritos por este país.
Coloca al desnudo una vez más la calaña de clase
dirigente que tiene Colombia y a su vez, la poca palabra que tiene el presidente
Santos, quien había dicho públicamente que respetaría el fallo de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de los Estados
Americanos, OEA.
El país no puede colocarse de espaldas ante este
terrible y vergonzoso suceso, por cuanto no puede concebirse como un simple
caso aislado de Bogotá y que solo afecta a los capitalinos o quizás a un
partido o movimiento político. Nada de eso. La repercusión es de calado
nacional y así debemos entenderlo todos y todas.
Por eso, el caso hay que contextualizarlo e
interpretarlo crítica y autocríticamente desde distintos escenarios con suma
amplitud y urgencia para asumir una posición consecuente y no ser simple
espectador pasivo o de oficina. Se impone con urgencia la acción de masas. La
movilización nacional bien organizada y bien dirigida con plena conciencia
social y de clase.
A todas luces el fallo de la procuraduría general
de la nación no fue un fallo en Derecho, fue un fallo político y de clase, el
cual constituye una puñalada trapera a la débil democracia colombiana. Es una
patada a la mesa de diálogo de la Habana (Cuba), un mensaje expreso: Nadie de
la insurgencia podrá hacer parte de la conducción del Estado en la eventualidad
de fructificar dichos diálogos. Es una afirmación terrible, en otras palabras:
Solo los hijos de la oligarquía tienen derecho de gobernar a Colombia.
Retumba las tesis de Carlos Marx: La lucha de
clases. Santos hace al parecer un cálculo tenebroso, un cálculo electorero de
cara a su reelección: Respalda un uribista para esta alcaldía, garantizando el
respaldo de este a su reelección y de paso se establece el compromiso que el
negocio de las basuras volverá a manos de los hijos del ex presidente de los
múltiples falsos positivos.
Petro no fue víctima de este fenomenal entramado
por ladrón, incapaz o violador de la norma constitucional, resulta víctima
porque se atrevió tímidamente a desafiar la oligarquía y la mafia de cuello
blanco que ha existido en la capital de la república y en Colombia.
Además, porque fue coherente con lo propuesto en
campaña: La defensa de lo público y la lucha contra la corrupción. Petro se
puso al servicio del pueblo humilde, que fue lo que hizo al quitarles el
negocio de las basuras a los ricos para entregarlo a los recicladores. Ese fue
el pecado capital.
Bueno resulta entender también que la trama no es
obra aislada del cavernario Procurador Ordóñez; éste es apenas un alfil de un
plan conspirativo liderado por la clase oligárquica, que como se ha dicho no
maneja relaciones humanas sino intereses económicos.
Desconociendo los alcances de las medidas
cautelares y exponiendo al país a las consecuencias internacionales, el
presidente Santos fiel monigote de los Estados Unidos y de sus apetitos
personales, salta al vacío sin pensarlo dos veces.
El pueblo no puede ver semejante exabrupto cruzado
de brazos. Debe asumir una posición consecuente y defender a capa y espada sus
intereses de clase. La izquierda debe desarrollar creativamente la unidad a
través del frente por la paz y la justicia social, un frente capaz de responder
orgánica y políticamente a las prácticas vergonzantes de la derecha y de la
extrema derecha.
El pleito no es solamente contra Petro y el
movimiento Progresista, es contra todos los colombianos y colombianas que
luchan por la justicia social y la paz con reformas estructurales.
Hay que organizar en todo el país acciones
unitarias, explicar el fondo de estas arbitrarias medidas que endulzan los
medios de comunicación a través de la incomunicación, la tergiversación y la
presentación de verdades a medias. A eso hay que salirle al paso en calles y
veredas de Colombia.
La paz con justicia social, la defensa de los
diálogos de la Habana (Cuba), la defensa de lo público, la defensa del medio
ambiente, la asamblea nacional constituyente, los diálogos con el Ejército de
Liberación Nacional, ELN y el Ejército Popular de Liberación, EPL, deben
enarbolarse con decisión y coraje. Es una batalla que hay que librar cuerpo a
cuerpo como bien lo señala la fórmula vicepresidencial Aída Avella Esquivel.
Hay que expresar la inconformidad en toda la nación
e internacionalmente con organización y acción de masas. Colombia necesita
urgentemente ser gobernada por la izquierda, indudablemente. No hay otro
camino.
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