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Soberanía alimentaria no es solo producir comida


¿Por qué decir que cada persona
vuelve a la tierra y brota de ella un
poco cada día de su vida?
Por Katherine Fernández
La gestión de la alimentación no es solo saber producir la comida o comprarla. Es una cotidianidad extraordinaria que empieza en la tierra, se dirige a nuestro cuerpo, donde transita, se transforma y luego vuelve a la tierra en un ciclo dinámico de regeneración continua.
Los seres humanos hemos sido educados para despreciar partes muy importantes de nuestro cuerpo, sus funciones vitales y el producto de ellas. Así mismo hemos creado extensiones del cuerpo como por ejemplo la casa, donde todo representa una forma de ocupación del espacio y cierto ejercicio de poder. Las ventanas son ojos, la cuchara, tijeras, cepillo, escoba, alicate, martillo, pala, agujas y pinzas, son manos, la radio es una oreja, el teléfono es la boca y el baño, con todo su sistema de plomería es la extensión que más refleja el cuerpo y está diseñado para expulsar de la casa, bajo el título de saneamiento, aquellos materiales que nuestro sistema interno decidió no utilizar, pero que no son desechos, porque le sirven a la tierra.
Por supuesto que los traumas históricos de epidemias como el cólera y la fiebre tifoidea, que hicieron desaparecer poblaciones de ciudades enteras en el siglo pasado por falta de higiene, nos obligaron a desarrollar una urbanidad con el concepto de desecho. Es perfectamente comprensible y lo hicimos bien, pero va llegando la hora de reformular este pensamiento y el motivo es que está faltando agua en el planeta, la industria está acelerando la explotación de la tierra y los informes de Naciones Unidas proyectan su consecuente infertilidad, así como la creciente contaminación de los ríos.
Pero con el conocimiento que ahora tenemos, podemos reconfigurar nuestra manera de vivir para poder restaurar las relaciones armónicas con la naturaleza, haciendo que aquello que nuestros cuerpos transforman y devuelven en el proceso biológico, sea parte integrante del ciclo vital, en lugar de perderse mezclado con la contaminación.
Con estas explicaciones volvemos a la soberanía alimentaria, cuyos componentes ya conocidos son:
·         Definir las políticas de producción de alimentos
·         Proteger los mercados locales del dumping
·         Alcanzar la sustentabilidad
El ciclo de la soberanía alimentaria no estaría completo sin elementos fundamentales como:
·         Los consumidores de alimentos, que somos todos.
·         La responsabilidad tanto en la producción como en el consumo.
Ya que dentro de las políticas agrícolas, un país puede decidir también consolidar el monocultivo, una forma que no es responsable con la tierra e imposibilita o anula la sustentabilidad porque incurre en el desequilibrio ecosistémico.
El último elemento que cierra el ciclo de la soberanía alimentaria, con orientación hacia la regeneración es la reutilización de las deposiciones humanas, así como se lo hace con el estiércol, para devolver a la tierra abono y fertilizante. Esta reutilización implica la evolución de nuestra mentalidad, concibiendo que nuestro cuerpo transforma los alimentos y produce no solamente sangre para nuestra existencia, sino también materiales útiles para la tierra que a su vez los transforma nuevamente en alimentos para todas las especies.
Como es conocido, esta forma de pensar ya ha concebido nuevas formas de construir las casas, conservando la misma idea de extensión de nuestro cuerpo así como las comodidades alcanzadas, pero cambiando el sistema sanitario a baños secos, con inodoros que no utilizan agua, sino aserrín o tierra, para evitar olores y dispone de bidones, tanques o bolsas de almacenamiento que se destinan a espacios de procesamiento de humus que posteriormente abonan jardines o surcos de cultivo. En la ciudad de El Alto, la experiencia más concreta es el proyecto de Sumaj Huasy que ha capacitado a familias para la construcción de baños secos y jardines y recoge semanalmente eses y orina en camiones que las transportan hacia las plantas de tratamiento y producción de hortalizas, cereales como la quinua y otros cultivos. Lo que buscan actualmente es una apropiación del sistema de parte del gobierno municipal, que significaría el ahorro en la inversión pública en sistemas de alcantarillado de hasta un 75%, tomando en cuenta que una zona de mil familias invierte 5 millones de dólares en tuberías y cámaras colectoras, que además requieren gastos adicionales en mantenimiento periódico y funcionan con agua potable, no siempre reciclada, lo que encarece aún más el uso del sistema, tanto para la familia como para el municipio. Se calcula que si cada persona gasta 15 litros de agua dos veces al día soltando el tanque del inodoro, el promedio de desperdicio mensual de agua limpia en un hogar tipo de 4 miembros es de 3600 litros, cantidad que es restada de la preparación de alimentos e higiene. Según el estudio de la Dra. Margot Franken*, el 32% del agua va a los inodoros y solo el 2% va al consumo humano, esto refleja la desproporción del uso de agua en que incurrimos con el alcantarillado que además, ocasiona una mezcla con toda la contaminación de fábricas y minería que se deposita en los ríos y que hace irrecuperable el agua, las eses y la orina, perdiendo su alto valor como abono y fertilizante.
A manera de conclusión, pues la soberanía alimentaria tiene que ver directamente con nuestra responsabilidad en la producción de alimentos, al decidir lo que va comer, si son alimentos sanos sin la carga de toxinas y agroquímica industrial que artificializa la comida, el resultado de su transformación en nuestro cuerpo será de calidad y así devolveremos a la tierra abono y fertilizante dignos.

* Exposición de la Dra. Margot Franken, del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés en el Seminario Recursos Hídricos en Emergencia, organizado por el Centro Integral de Desarrollo Social y Agroecológico CIDESA, La Paz, año 2003.

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