Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
¿Por qué decir que cada persona
vuelve a la tierra y brota de ella un
poco cada día de su vida?
Por Katherine Fernández
La gestión de la alimentación no es solo saber
producir la comida o comprarla. Es una cotidianidad extraordinaria que empieza
en la tierra, se dirige a nuestro cuerpo, donde transita, se transforma y luego vuelve a
la tierra en un ciclo dinámico de regeneración continua.
Los seres humanos hemos sido educados para despreciar
partes muy importantes de nuestro cuerpo, sus funciones vitales y el producto
de ellas. Así mismo hemos creado extensiones del cuerpo como por ejemplo la casa,
donde todo representa una forma de ocupación del espacio y cierto ejercicio de poder.
Las ventanas son ojos, la cuchara, tijeras, cepillo, escoba, alicate, martillo, pala,
agujas y pinzas, son manos, la radio es una oreja, el teléfono es la boca y el baño,
con todo su sistema de plomería es la extensión que más refleja el cuerpo y está diseñado
para expulsar de la casa, bajo el título de saneamiento, aquellos materiales que
nuestro sistema interno decidió no utilizar, pero que no son desechos, porque le sirven a
la tierra.
Por supuesto que los traumas históricos de epidemias
como el cólera y la fiebre tifoidea, que hicieron desaparecer poblaciones de ciudades
enteras en el siglo pasado por falta de higiene, nos obligaron a desarrollar una
urbanidad con el concepto de desecho. Es perfectamente comprensible y lo hicimos
bien, pero va llegando la hora de reformular este pensamiento y el motivo es que está
faltando agua en el planeta, la industria está acelerando la explotación de la tierra y
los informes de Naciones Unidas proyectan su consecuente infertilidad, así como la
creciente contaminación de los ríos.
Pero con el conocimiento que ahora tenemos, podemos
reconfigurar nuestra manera de vivir para poder restaurar las relaciones armónicas
con la naturaleza, haciendo que aquello que nuestros cuerpos transforman y devuelven
en el proceso biológico, sea parte integrante del ciclo vital, en lugar de perderse mezclado con la
contaminación.
Con estas explicaciones volvemos a la soberanía
alimentaria, cuyos componentes ya conocidos son:
·
Definir las políticas de producción de
alimentos
·
Proteger los mercados locales del dumping
·
Alcanzar la sustentabilidad
El ciclo de la soberanía alimentaria no estaría
completo sin elementos fundamentales como:
·
Los consumidores de alimentos, que somos
todos.
·
La responsabilidad tanto en la producción
como en el consumo.
Ya que dentro de las políticas agrícolas, un país
puede decidir también consolidar el monocultivo, una forma que no es responsable con la
tierra e imposibilita o anula la sustentabilidad porque incurre en el desequilibrio
ecosistémico.
El último elemento que cierra el ciclo de la
soberanía alimentaria, con orientación hacia la regeneración es la reutilización de las
deposiciones humanas, así como se lo hace con el estiércol, para devolver a la tierra
abono y fertilizante. Esta reutilización implica la evolución de nuestra mentalidad,
concibiendo que nuestro cuerpo transforma los alimentos y produce no solamente sangre
para nuestra existencia, sino también materiales útiles para la tierra que a su vez los
transforma nuevamente en alimentos para todas las especies.
Como es conocido, esta forma de pensar ya ha
concebido nuevas formas de construir las casas, conservando la misma idea de
extensión de nuestro cuerpo así como las comodidades alcanzadas, pero cambiando el
sistema sanitario a baños secos, con inodoros que no utilizan agua, sino aserrín o tierra,
para evitar olores y dispone de bidones, tanques o bolsas de almacenamiento que se
destinan a espacios de procesamiento de humus que posteriormente abonan
jardines o surcos de cultivo. En la ciudad de El Alto, la experiencia más concreta es el
proyecto de Sumaj Huasy que ha capacitado a familias para la construcción de baños
secos y jardines y recoge semanalmente eses y orina en camiones que las
transportan hacia las plantas de tratamiento y producción de hortalizas, cereales como
la quinua y otros cultivos. Lo que buscan actualmente es una apropiación del sistema de
parte del gobierno municipal, que significaría el ahorro en la inversión pública en
sistemas de alcantarillado de hasta un 75%, tomando en cuenta que una zona de mil
familias invierte 5 millones de dólares en tuberías y cámaras colectoras, que además
requieren gastos adicionales en mantenimiento periódico y funcionan con agua potable,
no siempre reciclada, lo que encarece aún más el uso del sistema, tanto para la familia
como para el municipio. Se calcula que si cada persona gasta 15 litros de agua dos veces
al día soltando el tanque del inodoro, el promedio de desperdicio mensual de agua
limpia en un hogar tipo de 4 miembros es de 3600 litros, cantidad que es restada de
la preparación de alimentos e higiene. Según el estudio de la Dra. Margot Franken*, el 32% del agua va a los inodoros y
solo el 2% va al consumo humano, esto
refleja la desproporción del uso de agua en que incurrimos con el alcantarillado que además, ocasiona una
mezcla con toda la contaminación de fábricas y minería que se deposita en los ríos y que
hace irrecuperable el agua, las eses y la orina, perdiendo su alto valor como abono y
fertilizante.
A manera de conclusión, pues la soberanía alimentaria
tiene que ver directamente con nuestra responsabilidad en la producción de
alimentos, al decidir lo que va comer, si son alimentos sanos sin la carga de toxinas y
agroquímica industrial que artificializa la comida, el resultado de su transformación en
nuestro cuerpo será de calidad y así devolveremos a la tierra abono y fertilizante dignos.
* Exposición de la Dra.
Margot Franken, del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés
en el Seminario Recursos
Hídricos en Emergencia, organizado por el Centro Integral de Desarrollo Social
y Agroecológico CIDESA,
La Paz, año 2003.
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