Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica
Rocha,
En Bolivia la última semana que precedió a las celebraciones de la Navidad fue
decisiva/decidora respecto a la ruta que emprendió el país durante este año:
transitando entre las luces y las sombras. Es claro, no se puede evaluar el
desempeño económico, político y social de un país, un gobierno y una sociedad
con base en un par de hechos que emergen del área gubernamental en un solo y
determinado periodo de tiempo; no obstante, creo que, a través de ellos, sí es
posible dar cuenta de una dinámica instalada sobre cómo ocupamos nuestra agenda
pública. Íntegros y en bonanza, pero con algunos días rotos.
El 20 de diciembre los y las bolivianas fuimos testigos de una fiesta (de
esas del espíritu colectivo, interno) sin parangón en las últimas décadas con
el lanzamiento del satélite Túpac Katari. Para los y las agoreras del
derrotismo un satélite (¡un satélite!) jamás podría ser algo importante en la
vida de un país mientras existan problemas estructurales que, en efecto, aún
persisten en nuestra sociedad. Así, mientras los y las descreídas generaban
ruido en torno a nuestra supuesta poca capacidad para discernir entre espejos y
realidades, la mayor parte del país festejaba un hito histórico y un
esfuerzo-nación de orden desconocido para Bolivia hasta esa fecha. Una de las
mejores metáforas que me comentaron en torno al lanzamiento del satélite hacía
la siguiente comparación: "Si un padre es pobre y no tiene dinero para
comprarle una computadora a su hijo, es una pena. Pero si un padre tiene dinero
y no le compra una computadora a su hijo, es un mal padre”. Y es que, en
tiempos de bonanza económica, lo lógico es que la administración de Estado
asegure que el país pueda ingresar a campos vetados antes por imposibilidades
de orden económico. Así fue que se nos infló el orgullo.
No obstante, en la misma semana, con el afán de impedir
"malinterpretaciones” por parte de la oposición -así justificaron-, la
Cámara de Diputados decidió modificar la redacción del artículo 5 del proyecto
de Código Niño, Niña y Adolescente en el que finalmente determinaron que se
señale que dicha norma protege la vida desde el momento de la concepción;
intentando de esta manera establecer en un Código (¡por encima de la
Constitución!) desde qué momento el Estado reconoce la existencia de la vida.
Así pues, uno más de los códigos Morales (así lo denominan algunas ministras y
legisladoras), ingresó en la arena de las visiones conservadoras que pugnan
internamente dentro del Movimiento Al Socialismo junto con otras visiones en
este complejo entramado político que establece de manera determinante cómo será
la arquitectura legal e institucional a la que debe plegarse el Estado
Plurinacional. A último minuto y por decisión -al parecer- de pocos y pocas se
estableció una visión que impone la teoría de la vitalidad, desde el enfoque
jurídico, y consiguientemente impide el ejercicio pleno de los derechos
sexuales y reproductivos de las bolivianas que nacemos y habitamos en este
territorio; siendo que esta visión no había sido aceptada años atrás durante la
Asamblea Constituyente en resguardo, precisamente, de estos derechos y, por
ello, no figura en la Constitución. Así fue que nos rompieron el júbilo.
Se nos acabó el año, compatriotas. No somos, ni podremos ser nunca un país
en negro y blanco. No todo está bien y no todo está mal. No importa cuánto
aunemos esfuerzos por bregar un buen camino, siempre se nos quedarán algunos
días rotos en la historia. Esforcémonos porque el 2014 sean los menos.
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios