Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Alfredo Rada
Hace
más de una década que cuando la intelectualidad “progresista” habla de los
pueblos indígenas tiende a reverenciar a sus representantes. Es cierto que en
nuestra historia contemporánea encontramos líderes aymaras y quechuas
consecuentes con su ideología revolucionaria, anticolonialista y
antiimperialista, uno de ellos es el fundador de la Confederación Sindical
Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) Genaro Flores Santos, hoy
bastante enfermo y anciano; otra fue la valiente mujer minera Domitila
Chungara, sólo por dar dos nombres.
Siempre
he cuestionado la idealización de lo indígena en que caen algunos
intelectuales, igual que en los años 70 otros intelectuales encumbraban a los
obreros sólo por ser tales, exagerando sus virtudes y pasando por alto sus
defectos. A esa izquierda obrerista de aquellos años le sucedió en este nuevo
siglo otra izquierda indigenista; mientras la primera hablaba del proletariado
como “vanguardia revolucionaria” de la sociedad, la segunda teorizaba sobre los
originarios como “reserva moral” de la humanidad. Soy crítico de las dos.
También
en los 70 comenzaron a surgir, como una novedad política, los kataristas
organizados en varios partidos políticos: el Movimiento Revolucionario Túpac
Katari de Liberación (MRTKL), el Movimiento Indio Túpac Katari (MITKA) o el
Partido Indio de Bolivia. Cada uno tenía a sus propios líderes: Raimundo Tambo,
Genaro Flores, Constantino Lima, Luciano Tapia. Sabían defender sus ideas, cuyo
fundamento ideológico se basaba en el filósofo Fausto Reynaga, que escribió textos
esenciales como la Tesis India.
Sin
embargo, cuando sucedió el golpe de Luis García Meza en 1980, entre los que
aparecieron apoyando la dictadura estuvo Eufronio Vélez, dirigente de una de
las facciones indianistas. Fue una llamada de atención de que en ese incipiente
movimiento originario también había oportunistas y traidores.
Vayamos
a un caso más relevante. En los años 90, cuando muchos revolucionarios se
convirtieron al neoliberalismo, fue la de Víctor Hugo Cárdenas una de las
peores traiciones. Prefirió ser segundo bajo las órdenes de un oligarca
—Gonzalo Sánchez de Lozada— antes que dirigir ese poderoso movimiento político
de los pueblos indígenas que estaba naciendo. Pudo más la ambición que la
conciencia.
Ya
en nuestros días se sabe de indígenas que hacen pactos con los enemigos
históricos de las naciones originarias. Rafael Quispe, asesor del Consejo de
Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq), fue el operador que impulsó desde hace
seis meses un acuerdo político entre la dirigencia de esa organización
encabezada por Félix Becerra con el Partido Verde, que proclamó al neoliberal
Jorge Quiroga Ramírez como candidato a la presidencia. Este turbio alineamiento
precipitó una reacción de varios suyus (organizaciones territoriales de
carácter regional) en La Paz, Oruro y Potosí, que hace dos semanas realizaron
un congreso en el que desconocieron a esa dirigencia y eligieron nuevas autoridades
encabezados por el Jiliri Apu Mallku (autoridad mayor) Hilarión Mamani, de
Potosí. Casi de inmediato, los dirigentes desplazados convocaron a su propio
evento congresal, en el que se eligió a otro Jiliri Apu Mallku, Freddy Bernabé,
de Oruro. Con esto se consumó la división de Conamaq.
No
obstante, esta organización ya estaba debilitada por otros factores. Uno de
esos factores fue el conjunto de denuncias de manejos irregulares en el Fondo
de Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Este fondo, creado en 2004 dentro de la
Ley de Hidrocarburos, se financia con un porcentaje del Impuesto Directo a los
Hidrocarburos (IDH). Aunque es fiscalizable, el Fondo Indígena tiene márgenes
de autonomía y es administrado directamente por las organizaciones sociales,
correspondiéndoles a las anteriores autoridades de Conamaq la designación del Gerente
de Proyectos, cargo que en los últimos años recayó en el señor Epifanio
Pacheco, técnico de los ayllus de Chuquisaca.
Serán
las auditorías a realizarse en los siguientes meses las que establezcan si las
sospechas son ciertas, determinando además las responsabilidades
administrativas, civiles y penales de quienes han tenido el mando económico del
Fondo. Pero ya las denuncias de malos manejos dañaron a la organización
originaria, erosionando la confianza de las bases comunales en sus dirigencias.
Otro
de los factores que debilitó a la organización tiene que ver con la fase
posterior a los procesos de titulación de tierras que impulsó el Conamaq. Bien
se sabe que esta organización tuvo la virtud histórica de promover las
titulaciones colectivas como Tierras Comunitarias de Origen (TCO) en favor de
los ayllus y markas en el occidente andino de Bolivia. Su momento de máximo
esplendor orgánico fue hace diez años, cuando logró aglutinar a comunidades
aymaras y quechuas que demandaban la consolidación legal de sus posesiones de
tierras. Pero, una vez tituladas, no pudieron pasar a una siguiente etapa,
aplicando nuevos modelos comunitarios de gestión territorial y productiva, de
carácter colectivo y asociativo, en las mejores condiciones abiertas por un
régimen económico constitucional que, por primera vez en nuestra historia
reconoce al sector social y comunitario.
Un
tercer factor es la orientación de la acción política de la organización. La
saliente conducción de Conamaq se equivocó en sus estrategias respecto al
Gobierno. Es que una cosa es la crítica propositiva dentro del proceso de
cambio para profundizarlo, otra es deslizarse por la pendiente inclinada del
oportunismo hacia los brazos de la derecha. Después del conflicto por el
Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), los
exdirigentes Becerra y Quispe se volvieron cada vez más opositores a Evo
Morales, sin darse cuenta que transitaban en ruta contraria a sus bases, que le
recibían con entusiasmo como líder indígena cada vez que visitaba sus
municipios para entregar obras.
Estos
factores explican la poca capacidad de convocatoria del Conamaq, esa relación
inversamente proporcional entre los exaltados discursos de sus mallkus con la
poca cantidad de gente que logran movilizar, lo que no alcanza a disimular ni
siquiera la exagerada cobertura mediática que se les brinda.
Entender
la difícil situación de esta organización y, lo más importante, aportar a su
resolución pasan por analizar las causas de su crisis; para ello no sirven los
argumentos simplones que atribuyen todos sus males a una supuesta “injerencia
gubernamental”.
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