Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Raúl
Romero
En el prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política
(1859), Marx escribió que los seres humanos establecen determinadas relaciones
de producción “necesarias e independientes a su voluntad” que van de acuerdo a
la “fase de desarrollo” en la que se encuentran. Dichas relaciones conforman la
“estructura económica de la sociedad”, estructura sobre la cual se levanta una
“superestructura jurídica y política”. Marx concluyó dicha reflexión señalando
que “no es la conciencia del hombre lo que determina su ser, por el contrario,
es el ser social lo que determina su conciencia”.
De forma exageradamente resumida, y sin retomar las múltiples
interpretaciones sobre el tema –las de Gramsci y Althusser, entre las más
importantes-, se puede decir que la superestructura en Marx es ese conjunto de
ideas políticas, religiosas, jurídicas, filosóficas, artísticas, etcétera, que
se construyen sobre la base de las relaciones económicas capitalistas; las
cuales tienen la función de reproducir y perpetuar dichas relaciones. De esa manera,
en el capitalismo se impone una ideología afín con la cual se justifica y
legitima el modo de producción-explotación, ideología que reproduce y se
reproduce en el capitalismo, al mismo tiempo que busca perpetuarle. En resumen:
al capitalismo como sistema económico dominante le corresponde una ideología
también dominante.
Casi un siglo más tarde, en 1947, Theodor Adorno y Max Horkheimer
acuñaron el término “industria cultural” para referirse a los medios de
comunicación y a la industria del entretenimiento que hacían del arte y de la
comunicación una “mercancía”, la cual contribuía a afirmar el orden
capitalista. En aquella época, la radio, la televisión y el cine empezaban a
ocupar un papel fundamental en la reproducción del statu quo.
Es también durante la primera mitad del siglo XX que la mercantilización
del cine se establece y cobra gran fuerza a través de Hollywood, la más grande industria
del cine del mundo, y que arroja enormes ganancias a la economía
norteamericana. Pero la ganancia no sólo es en ese sentido, pues Hollywood se
ha convertido en uno de los principales aparatos de reproducción ideológica del
imperio estadounidense. Habrá que recordar, tan sólo, cómo en plena guerra fría
aparecieron películas que buscaban insertar en el imaginario social una
concepción negativa de Medio Oriente o de los países socialistas (Rambo); o aquellas
películas que luego derivaron en estrategias militares para “proteger” a
Estados Unidos (EEUU) de posibles ataques nucleares (Star Wars).
Como potencia mundial, EEUU ha construido su hegemonía en tres ejes: 1)
poder económico (con el control del Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional); 2) poder militar (la tercera parte de la inversión total
mundial en armamento, casi dos millones de milicianos, desarrollos tecnológicos
y nanotecnológicos de punta y un poderío nuclear inigualable); y 3) industria
cultural, en donde Hollywood se ha convertido en uno de los estandartes más
importantes.
Hoy Estados Unidos está urgido de justificar y legitimar sus acciones
bélicas para mantener y fortalecer su dominio mundial, sobre todo después de la
derrota en Irak, así como de la crisis económica que ha golpeado severamente a
países de Europa como Grecia y España. Para ello echa nuevamente mano de su
industria cinematográfica. Películas como Zero
Dark Thirty o Argo son prueba de
ello. Hoy nuevamente queda claro que Hollywood es un aparato de reproducción
ideológica del imperialismo y que la Casa Blanca sabrá sacar suficiente
provecho de ello.
Raúl Romero es mexicano, es Técnico académico del
Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM. Publicado en Rebelión
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