Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Nicole Cox y Silvia Federici
Desde Marx,
ha quedado claro que el capital funciona y se desarrolla a partir de
los salarios. Es decir, que la fundación de la sociedad capitalista
se basa en los asalariados y en su directa explotación. Lo que
todavía no tienen claro ni han asumido las organizaciones del
movimiento obrero es que, justamente mediante los salarios tiene
lugar la explotación de los que no tienen salarios. Y es justamente
la falta de salario lo que esconde una explotación todavía más
efectiva…En lo que se refiere a las mujeres, su trabajo se entiendo
como un trabajo personal que queda fuera del capital (2).
No es
casualidad que en los últimos meses varios periódicos de la
izquierda hayan publicado ataques contra “Salarios para las amas de
Casa”. No sólo porque cada vez que el movimiento de mujeres toma
una posición autónoma la izquierda se sienta amenazada, sino
también por que la izquierda considera que esta perspectiva supone
implicaciones que van más allá de la “cuestión mujer” y
representa una clara ruptura con sus políticas, pasadas y presentes,
que tienen que ver con las mujeres y con el resto de la clase
trabajadora. Además, el sectarismo que la izquierda ha mostrado
tradicionalmente en relación con las luchas de las mujeres, es una
consecuencia directa de su visión estrecha de la manera en que el
capital funciona, y la dirección que la lucha de clases debe tomar y
está tomando para romper su funcionamiento.
En nombre
de la “lucha de clases” y de “el interés común de clase”,
la tendencia de la izquierda ha sido siempre la de seleccionar
ciertos sectores de la clase trabajadora como agentes revolucionarios
y condenar a los otros a un mero papel de apoyo a sus luchas. La
izquierda, reproduce así en sus objetivos estratégicos y
organizativos la misma división de clases que caracteriza la
división capitalista del trabajo. En este sentido, a pesar de la
variedad de sus posiciones tácticas, la izquierda es
estratégicamente una: cuando se trata de escoger los temas
revolucionarios, estalinistas, trotskistas, anarco-libertarios, vieja
y nueva izquierda, todos están de acuerdo con las mismas premisas y
argumentos por una causa común.
Nos
ofrecen “desarrollo”
Desde que
la izquierda ha aceptado la premisa según la cual el salario es la
línea divisoria entre aquello que es trabajo y aquello que no lo es,
entre la producción y el parasitismo o entre el poder potencial y la
absoluta impotencia, la enorme cantidad de trabajo no remunerado que
las mujeres realizan para el capital dentro de sus hogares ha quedado
totalmente fuera de sus análisis y sus estrategias. Todos, desde
Lenin hasta Gramsci, pasando por Benston y Mitchell, toda la
tradición de la izquierda, está de acuerdo en la “marginalidad”
de los trabajos domésticos para la reproducción del capital y, como
consecuencia, la marginalidad de las amas de casa para la lucha
revolucionaria. Según la izquierda, las amas de casa no sufren por
culpa del capital, sino por la ausencia de este. Parece que nuestro
problema es que el capital no ha conseguido entrar ni organizar
nuestras cocinas y dormitorios, con las dos siguientes consecuencias:
a) vivimos, supuestamente, en una sociedad feudal o en una
etapa previa al capitalismo; b) sea lo que sea lo que hagamos dentro
de es as cocinas y dormitorios, es totalmente inocuo e irrelevante
cara a cualquier cambio real en la sociedad. Evidentemente, si
nuestras cocinas quedan fuera del capital, nuestra lucha para
destruirlo nunca podrá provocar su caída.
Por qué
razón el capital permite tal pérdida de trabajo y tal cantidad de
tiempo de trabajo improductivo, es una cuestión que la izquierda
nunca se ha cuestionado de verdad, convencida de la irracionalidad,
la mala administración y la falta de planificación del capital.
(¡Cómo si ellos pudieran administrarlo mejor!) Irónicamente, su
profunda ignorancia respecto a la relación específica de las
mujeres con el capital, la han proyectado en una teoría del atraso
político de las mujeres, que sólo puede superarse cuando puedan
trabajar en las fábricas. Esta lógica de un análisis que entiende
la opresión de las mujeres como consecuencia de su exclusión de las
relaciones capitalista, inevitablemente comporta una estrategia que
implica incorporarnos a las mismas, en lugar de destruirlas.
En
este sentido, existe una conexión inmediata entre las estrategias de
la izquierda para las mujeres y sus estrategias para el Tercer Mundo.
Del mismo modo que quieren a las mujeres en las fábricas, quieren
llevar las fábricas al Tercer Mundo. En ambos casos, la izquierda se
llena la boca hablando de los subdesarrollados -los que no tenemos
salarios o estamos en un nivel tecnológico bajo, un paso atrás de
la “clase trabajadora real”, que sólo podrán ponerse a su nivel
sufriendo una mayor explotación capitalista y más trabajo en las
fábricas. En ambos casos, la lucha que la izquierda ofrece a los que
no tienen salarios, los subdesarrollados, no es una lucha
revolucionaria, una lucha contra el capital, sino una lucha para el
capital en una forma más racional , desarrollada y productiva. En
nuestro caso, no sólo nos ofrecen el “derecho a trabajar” (que
lo ofrecen a cualquier trabajador) sino el derecho a trabajar más,
el derecho a ser más explotadas.
Traducción
para www.sinpermiso.info:
Marta
Mestre
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