Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alejandro Zárate
Blades
Nada
es más fácil que ser de derechas. Serlo, significa encarnar lo que los griegos
antiguos entendían por “idiota”: aquella persona que se ocupa solamente de sus
cosas y desprecia el conocimiento y participación en la cosa pública. Es decir,
lo que Brecht llamaba analfabeto político. Por ello, ser de derechas es fácil:
no hay que conocer de historia, ni de filosofía, ni de nada; solamente tener
presente hacia dónde sopla el viento que nos granjee algún nuevo privilegio o
asegure los que ya se disfrutan. Sobre todo, no hay imperativo moral alguno que
nos comprometa con la suerte de los demás. Ser de derechas implica, en primer
lugar, desentenderse de la suerte colectiva. Por tanto, se puede fingir
demencia ante cualquier desastre.
Si
ello es así, ser de izquierdas implica todo lo contrario.
El
gran debate filosófico entre uno y otro residirá, inevitablemente, en el margen
de libertad individual. Pero, aún este debate puede ser mentiroso, porque para
el socialismo, como decía el Che, el individualismo se entenderá como el
esfuerzo consciente y colectivo de toda la sociedad, para que cada persona
alcance su mayor potencial sin explotar al otro. Desde la derecha, en cambio,
la única libertad que se defiende es la del mercado y, por ella, el individuo
está habilitado a todo. Tiene, casi literalmente, permiso para matar.
Sin
embargo, bien decía Platón que el problema de la justicia sería sencillo de
resolver si los hombres fuéramos sencillos. No lo somos. Y por ello, no basta
con votar periódicamente a un candidato de izquierda para encarnar todos los
valores opuestos a la derecha, y viceversa. El problema reside en que las
características de uno no siempre lucen bien en el otro; y en ese terreno,
probablemente la izquierda siempre salga mal parada. Un rico soberbio nos
resulta casi una tautología; un izquierdista soberbio nos resulta una
contradicción insoportable.
De ahí
que sea tan difícil ser de izquierdas. Porque no somos perfectos y asumir una
ética de responsabilidad con los demás, demanda un esfuerzo constante de
tolerancia, desprendimiento y rigurosidad, que muchas veces se presume
inalcanzable. Pero, como si ya fuera poco el reto, lo peor sucede cuando nos
hacemos trampas al solitario. Es decir, cuando desde las propias filas
alimentamos y justificamos prácticas contrarias a la izquierda (no digamos ya a
la Revolución): abuso de poder, corrupción, privilegios, etc. Y, especialmente,
la que más daña el capital simbólico de la izquierda: el culto a la
personalidad. Si lo que se busca con la revolución social es el establecimiento
de un sistema más justo, más equitativo y más solidario, es casi una obviedad
que ello debe ser tarea de todos y cada uno; es decir, debe ser un acto
consciente y voluntario de una mayoría social, y no dádiva de un iluminado
mesías sobre la pobrecita humanidad.
Por
todo ello, no puedo sino expresar mi crítica y mi reprobación, a la reciente
denominación del flamante aeropuerto de Oruro con el nombre del presidente. Eso
es culto a la personalidad y debe ser combatido en toda línea, porque en ese
terreno también se juega el alma del proceso de cambio. El pueblo y la historia
colocarán a cada cual en su justo lugar; reconocerán sus méritos y señalarán
sus faltas. La adulación no es una coartada admisible. Hay que combatirla y
extirparla con ejemplaridad, aún a riesgo de ser tachados de traidores, aún a
riesgo de entrar en la lista negra del vicepresidente.
Ser o
no ser, esa es la cuestión.
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios