Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Vandana
Shiva
Hoy en día, cuando pensamos en la guerra, nuestra mente se torna hacia
Iraq y Afganistán. Pero la guerra más grande es la guerra contra el planeta.
Ésta tiene sus raíces en una economía que no respeta límites ecológicos y
éticos – límites a la desigualdad, límites a la injusticia, límites a la
codicia y la concentración económica.
Un puñado de empresas y de potencias busca controlar los recursos de la
Tierra y transformar el planeta en un supermercado en el que todo está en
venta. Quieren vender nuestra agua, genes, células, órganos, conocimientos,
culturas y nuestro futuro.
La guerras duraderas en Afganistán, Iraq y las que les han seguido no
son sólo sangre por petróleo. A medida que ellas se desarrollan, vemos que son
sangre por alimentos, sangre por genes y biodiversidad y sangre por agua.
La mentalidad guerrera subyacente a la agricultura bélico-industrial es
obvia en los nombres de los herbicidas de Monsanto— Round-Up, Machete, Lasso.
American Home Products, que se ha fusionado con Monsanto, da a sus herbicidas
nombre igualmente agresivos, incluyendo “Pentagon” y “Squadron”. Es la lengua
de la guerra. La sustentabilidad se basa en la paz con la Tierra.
La guerra contra la Tierra comienza en la mente. Los pensamientos
violentos dan forma a acciones violentas. Categorías violentas construyen
herramientas violentas. Y en ninguna parte esto es tan vivaz como en las
metáforas y métodos en los que se basa la producción industrial, agrícola y
alimentaria. Las fábricas que produjeron venenos y explosivos para matar a la
gente durante las guerras han sido transformadas en fábricas productoras de
agroquímicos al terminar las guerras.
El año 1984 me hizo ver que algo no estaba bien en la manera en que los
alimentos se producían. Con la violencia en el Punjab y el desastre en Bhopal, la
agricultura parecía guerra. Fue entonces que escribí La Violencia de la
Revolución Verde, y por eso mismo lancé Navdanya como un movimiento por una
agricultura libre de venenos y productos tóxicos.
Los pesticidas, que en un principio se utilizaron como químicos bélicos,
no pudieron controlar las plagas. La ingeniería genética iba a ofrecer una
alternativa a los productos químicos tóxicos. Al contrario, ha llevado a un
mayor uso de pesticidas y herbicidas y desatado una guerra contra los
campesinos.
Los altos costos de los insumos y productos químicos hacen que los
agricultores caigan en la trampa de la deuda – y la trampa de la deuda lleva a
los agricultores al suicidio. De acuerdo a datos oficiales, en la India más de
200.000 campesinos se han suicidado desde 1997.
Hacer la paz con la Tierra siempre ha sido un imperativo ético y
ecológico, que se ha convertido ahora en un imperativo para supervivencia de
nuestra especie.
La violencia contra el suelo, la biodiversidad, el agua, la atmósfera,
el campo y los campesinos produce un sistema alimentario marcial que no puede
dar de comer a la gente. Un billón (mil millones) de personas sufre hambre. Dos
billones (2 mil millones) sufren de enfermedades relacionadas con la
alimentación: obesidad, diabetes, hipertensión y cáncer.
Hay tres niveles de violencia implicadas en el desarrollo no
sustentable. El primero es la violencia contra la Tierra, que se expresa en la
crisis ecológica. El segundo es la violencia contra gente, que se expresa en la
pobreza, la indigencia y el desplazamiento. El tercero es la violencia de la
guerra y el conflicto, cuando los poderosos echan mano a los recursos que están
en otras comunidades y países para satisfacer su apetito que no tiene límites.
Cuando cada aspecto de la vida es comercializado, vivir se hace más caro,
y la gente se empobrece, incluso si ganan más de un dólar al día. Por otra
parte, la gente puede ser rica en términos materiales, incluso sin economía
monetaria, si tienen acceso a la tierra, si los suelos son fértiles, si los
ríos están limpios, su cultura es rica y mantiene la tradición de construir
casas y prendas bonitas, buena comida, y hay cohesión social, solidaridad y
espíritu comunitario.
La ascensión del dominio del mercado, y de la moneda en tanto que
capital producido por el hombre, a la posición de principio superior
organizativo de la sociedad y única forma de cuantificar nuestro bienestar ha
llevado al debilitamiento de los procesos que mantienen y sostienen la vida en
la naturaleza y la sociedad.
Entre más ricos nos hacemos, somos ecológica y culturalmente más pobres.
El aumento en el bienestar económico, medido en dinero, lleva al aumento de la
pobreza en los aspectos material, cultural, ecológico y espiritual.
La verdadera moneda de la vida es la vida misma, este punto de vista
lleva a varias preguntas: ¿cómo nos miramos a nosotros mismos en este mundo?
¿Para qué están los seres humanos? Y ¿somos simplemente una máquina de hacer
dinero devoradora de recursos? O ¿tenemos un propósito más elevado, un fin
superior?
Creo que la “Democracia Terráquea” nos permite imaginar y crear
democracias vivientes basadas en el valor intrínseco de todas las especies, de
todos los pueblos, de todas las culturas – un reparto justo y equitativo de los
recursos vitales de esta Tierra, un reparto de las decisiones sobre el uso de
los recursos de la Tierra.
La “Democracia Terráquea” protege los procesos ecológicos que mantienen
la vida y los derechos humanos fundamentales que son la base del derecho a la
vida, incluyendo el derecho al agua, la alimentación, la salud, la educación,
el trabajo y el sustento.
Tenemos que escoger. ¿Obedeceremos las leyes de mercado de la codicia
corporativa o las leyes de la Madre Tierra para mantener los ecosistemas
terrestres y la diversidad de los seres vivos?
Las necesidades en alimentación y agua de la gente sólo pueden
satisfacerse si se protege la capacidad de la naturaleza para producir
alimentos y agua. Suelos y ríos muertos no dan alimento ni agua.
Por ello, defender los derechos de la Madre Tierra es el más importante
de los derechos humanos y de las luchas por la justicia social. Es el más
amplio movimiento pacifista de nuestra época.
La Dra. Vandana Shiva
es una física y ambientalista india, que recibio el Precio Sydney de la Paz
2010. Ésta es la versión editada de su discurso en la Ópera de Sydney el 3 de
noviembre.
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