Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por Osvaldo ‘Chato’ Peredo
Antes
quiero hacer la diferenciación entre salpicón y chanfaina. El primero es una
receta que requiere de mucha preparación y meticulosidad, no basada en
suposiciones (ni en supositorios). La segunda es una mezcla de varios
ingredientes que no exige rigores culinarios (tampoco tiene que ver con
supositorios). Pertinentes la diferenciación y las aclaraciones para que haya
menos interpretaciones literales de sucesos, fenómenos que ocurren con mucha
frecuencia en el campo literario y hasta en el conceptual. Aunque a nadie se le
ha ocurrido, que yo sepa, hacer una estadística de la literalidad en el
pensamiento y comportamiento de los humanos; hay que advertir que es más
frecuente de lo que se cree.
En
mis conferencias sobre la terapia que desarrollo hablo del subconsciente como
el más nítido ejemplo de literalidad, culpable de la mayoría, si no de todas,
nuestras enfermedades. Es el ‘opa’ que, cuando se le advierte “¡cuidado con
comerte la torta!”, se come la torta con cuidado; o cuando se le dice “volaron
los cuñapeses”, se imagina que el cuñapé tiene alas.
Voy
a referirme tan solo a una perla de las muchas que desgrana en sus artículos el
escritor Pedro Shimose (escritor sin comillas, a diferencia de las que suele
escribir él, no se sabe si por ironía, irrespeto o porque se considera el
“maestro ciruela que no sabe leer y pone escuela”). Citemos esa perla de su
artículo del 24 de septiembre: “Otro ‘estadista’ masista, el finado senador
Antonio Peredo, dijo al ser inaugurada la primera Asamblea Plurinacional, en
2006: ‘La ley la hace la calle’. ¡Y cobraba un sueldo de senador!”. Esto
último, aunque tiene un tufo a agresión, lo voy a tomar como un desliz del
escritor de marras. Cito este párrafo porque me da la oportunidad de réplica,
ya que mi hermano no puede contestarle o explicarle (por ahora) a Pedro
Shimose. Lo voy a hacer yo.
Cuando el estadista (sin comillas) Antonio Peredo hablaba de que “la ley la hace la calle”, estaba indicando que el nuevo marco jurídico está dictado por las necesidades de un pueblo que constantemente vio postergadas sus necesidades y demandas. Quienes escribieron las formas de las leyes seguramente fueron abogados, escritores y ‘escritores’ (esta vez con comillas). No son las calles Comercio o Loayza de la ciudad de La Paz ni las calles 24 de Septiembre o Libertad de Santa Cruz las que escribirán leyes. Me veo en la odiosa situación de explicar algo que el lector de estas páginas de opinión de EL DEBER entiende sobradamente, porque me entra la duda de que Pedro Shimose haya entendido el sentido figurado, no el literal de lo expresado por el senador Antonio Peredo, mi hermano. Y no es la primera vez que su altanería se manifiesta, pero sucede que, de tanto volar alto, frecuentemente se pierde la visión o el entendimiento de las cosas simples. Evidentemente, así lo demuestra en su intercambio con Reymi Ferreira, publicado en estas mismas páginas.
Cuando el estadista (sin comillas) Antonio Peredo hablaba de que “la ley la hace la calle”, estaba indicando que el nuevo marco jurídico está dictado por las necesidades de un pueblo que constantemente vio postergadas sus necesidades y demandas. Quienes escribieron las formas de las leyes seguramente fueron abogados, escritores y ‘escritores’ (esta vez con comillas). No son las calles Comercio o Loayza de la ciudad de La Paz ni las calles 24 de Septiembre o Libertad de Santa Cruz las que escribirán leyes. Me veo en la odiosa situación de explicar algo que el lector de estas páginas de opinión de EL DEBER entiende sobradamente, porque me entra la duda de que Pedro Shimose haya entendido el sentido figurado, no el literal de lo expresado por el senador Antonio Peredo, mi hermano. Y no es la primera vez que su altanería se manifiesta, pero sucede que, de tanto volar alto, frecuentemente se pierde la visión o el entendimiento de las cosas simples. Evidentemente, así lo demuestra en su intercambio con Reymi Ferreira, publicado en estas mismas páginas.
No
deseo que le llegue el momento de cantar la ranchera mexicana Ando volando bajo
que, entre calificaciones o descalificaciones, me gusta mucho, pero me gusta
más el Sombrero de sao. El escritor sabe por qué lo digo.
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