Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Pablo
Stefanoni
No sé si el ministro de Defensa (de Bolivia), Rubén Saavedra, se confundió
en sus declaraciones, o si no fueron correctamente transcritas, pero por si
acaso, van algunos comentarios.
Según publicó este periódico, la autoridad declaró que "la
Constitución Política del Estado señala que para hacer el servicio militar
obligatorio se debe ser varón, en los institutos (militares), y escuelas,
varones y mujeres; no hay otra opción. Que quede claro, o es varón o es mujer”.
Esos dichos son verdaderamente sorprendentes. El ministro parece creer que
una opción sexual implica perder la condición de hombre o mujer. Los gays son
hombres y las lesbianas son mujeres (los transexuales o intersexuales son sí
una parte del movimiento LGBTI, pero eso no viene a cuento ahora). Prohibir el
ingreso a las Fuerzas Armadas por la opción sexual elegida es un acto de
discriminación exactamente igual que cuando el acceso era vetado para los
indígenas. Por eso existe hoy una Unidad de Despatriarcalización; pero no hay
despatriarcalización sin cuestionar esta "normalidad” absoluta de la
heterosexualidad.
En ese sentido, la idea de negociar cupos (que mencionó Rosario Aquim) no
tiene sentido. Por otro lado, ¿van a ponerle a los gays en los cuarteles una
especie de estrella como la que le ponían los nazis a los judíos? La única
postura democrática y antidiscriminatoria al respecto es que todo el mundo haga
su servicio militar, si éste se mantiene como obligatorio, sin ninguna
referencia a su sexualidad. (Por otro lado, ministro, es obvio que muchos gays
van al cuartel simplemente ocultando su opción sexual).
Esto último remite a otro debate: ¿el servicio militar obligatorio es
deseable? O al menos ¿no deberían existir cláusulas de objeción de conciencia
que permitan reemplazarlo por un servicio civil?
Como dijo irónicamente una amiga: al menos se podría usar la homosexualidad,
real o simulada, como objeción de facto para escapar del cuartel, una
institución que, tal como funciona, está plagada de abusos, con lo que la no
aceptación de los homosexuales podría ser una ventaja. Pero eso no quita que
sus fundamentos se sostengan en un Estado que niega derechos, excepto el de la
no discriminación que figura en la nueva Constitución. Pero la no
discriminación, si no va acompañada de otros derechos, es un avance muy
limitado.
En muchos países con gobiernos de diverso signo ideológico se ha avanzado
en derechos como el matrimonio igualitario, que contribuyen a avanzar en la
dirección de una verdadera igualdad ciudadana. Y ahí es necesario tomar una
precaución: no usar el anticolonialismo para restringir derechos en lugar de ampliarlos.
En África, el continente más homofóbico del mundo, en varios países se pena
con largas condenas de cárcel la opción sexual y muchos lo justifican como
parte de la cultura local contra la de las metrópolis "corrompidas”. En el
caso boliviano, ni siquiera se trata de costumbres ancestrales, sino de la
influencia de las iglesias católica y evangélica.
El presidente Correa, en un ataque directo a diputadas que bregaban por la
despenalización del aborto en casos muy limitados, dijo que "ahora ser católico
y heterosexual parece un pecado”. No lo es. Pero podemos apelar a la presidenta
Cristina Kirchner (también opuesta a despenalizar la interrupción voluntaria
del embarazo) para responderle. Al aprobar el matrimonio igualitario dijo que
ese día ella se levantó con los mismos derechos, pero que muchos argentino/as
tenían derechos de los que antes carecían.
De eso se trata. De que los nuevos derechos no le quitan nada al resto,
salvo la tranquilidad moral de vivir en una sociedad patriarcal y conservadora
con unos atributos de normalidad que, en la práctica, ya no existen como antes,
y stricto sensu, nunca existieron.
Podemos -y debemos- indignarnos por las recientes restricciones que la
derecha española puso a la interrupción de los embarazos. Pero esa indignación
es un llamado a la introspección sobre nuestros propios gobiernos del cambio en
América Latina.
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