Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Arturo D. Villanueva Imaña (*)
El conflicto de Mallku Khota, lamentablemente, tiene la virtud
de desnudar varias aristas perversas y totalmente contrarias a elementales
reglas de buen gobierno (que es lo menos que se puede esperar) y, ni qué decir,
respecto de los principios y orientaciones estratégicas de un proceso de cambio
y transformación. Veamos algunos ejemplos:
· La
increíble y desesperante lentitud y lenidad gubernamental para atender y
resolver oportunamente el conflicto, no solamente ha importado sufrir una vez
más el enfrentamiento, la violencia y muerte de otro ciudadano boliviano (que
se suma a la larga lista de muchos otros decesos que el gobierno debe asumir
como resultado de conflictos sociales que pudieron haberse evitado); sino del
enorme costo político y desgaste de un proceso de cambio que merecería destinar
estos mismos esfuerzos en otras causas más caras e importantes para nuestra
sociedad.
· El
incomprensible y sorprendente silencio del Ministerio y su titular de Justicia,
que no han expresado absolutamente nada respecto de la “justicia comunitaria”
ejercida y, mucho menos sobre los acontecimientos de violencia, enfrentamiento
y muerte que se han sucedido, vulnerando flagrantemente innumerables derechos
humanos.
· La
increíble soltura del Ministro de Trabajo que atribuyéndose competencias que no le corresponden para
juzgar y absolver (sin siquiera abrir la oportunidad de realizar
investigaciones), no solo se permite liberar de toda culpa a los comunarios que
secuestraron, ejercieron violencia y maltrato, torturaron, privaron de
libertad, amenazaron, chantajearon, etc., etc.; sino que firma un acuerdo por
el cuál compromete nada menos que la fe del Estado para levantar las denuncias,
dar garantías para que no se procese a los comunarios y evitar cualquier
persecución (¿?!!). Es decir, legitima y garantiza la impunidad para los
comunarios de dicha región, con lo cual el Estado de derecho es completamente
anulado, para dar lugar a la total impunidad.
· La
convalidación presidencial y gubernamental de semejantes actos reñidos con toda
legalidad, sentido de justicia y administración de las más elementales reglas
de convivencia, seguridad ciudadana, buen gobierno y justicia que el Estado
está obligado y comprometido a garantizar en apego a la Constitución Política
del Estado y las leyes vigentes, cuando nada menos que en el Palacio de
Gobierno, el Presidente Evo Morales firma el acuerdo, conjuntamente las
autoridades originarias, dirigentes y líderes que provocaron y protagonizaron
semejantes actos en contra de la institucionalidad legal y la sociedad
nacional.
· La
completa distorsión y envilecimiento del principio de “gobernar obedeciendo”, a
fin de mantener lealtades sobre algunos sectores sociales, cuando se decide
ceder ante la presión, el chantaje y la violencia ejercida por pequeños sectores en
disputa que representan intereses sectarios, minoritarios y extractivistas del
bien común; lo cual genera un funesto y nuevo precedente de sometimiento que el
Gobierno asume frente al capricho y la imposición de un sector social, al que
además se libera de toda culpa sobre los graves hechos y delitos cometidos en
la región de Mallku Khota. De esta manera, por otra parte, se refuerza el
criterio por el cual la presión social, la violencia y la fuerza de las
movilizaciones en contra del gobierno, sustituyen cualquier tipo de
razonamiento y la justeza de las causas sociales, para imponerse y lograr su
cometido. Pero además, cuánta más violencia y fuerza se utilice, mayores son
las probabilidades de imponer y ganar.
· La
pérdida total de autoridad para someterla a la imposición caprichosa, violenta
e ilegal de un grupo de comunidades que, independientemente de la eventual
justeza de sus demandas, comete actos ilegales, ejercita violencia, conculca y
viola derechos humanos e impone un chantaje al gobierno que, a su turno,
convalida la impunidad y los actos ilegales cometidos.
Todos estos hechos sumados a decisiones anteriores como la de
legalizar lo ilegal, cuando se decide nacionalizar el contrabando de autos
chutos; otorgar un trato preferente, discriminatorio y privilegiado a los
sectores cooperativistas mineros, que se los libera de la obligación de todo
ciudadano boliviano de tributar y pagar impuestos (cuando adicionalmente todos
sabemos que se está viviendo una coyuntura por demás favorable de ingresos y
beneficios que los mineros cooperativistas reciben por los elevados precios
internacionales de las materias primas, siendo que además se trata de uno de
los sectores sociales más depredatorios, contaminantes y extractivos de los
recursos naturales del país), y
finalmente “meterle nomás” asumiendo que los abogados del Estado tienen la
obligación de enmendar y corregir actos eventualmente incorrectos o ilegales,
nos permiten un panorama que ciertamente dista mucho de constituir un ejemplo o
modelo de cambio y transformación a seguir.
A su turno, cuando adicionalmente el gobierno atribuye este
conjunto de despropósitos a la acción de una derecha que el mismo
Vicepresidente del Estado Plurinacional dijo que había sido vencida y anulada electoral, ideológica y
materialmente; entonces solo queda preguntarse qué argumento se esgrimirá en
los próximos meses cuando, muy previsiblemente en reacción y respuesta a todos
estos actos que se suman y acumulan como parte de la memoria, pero también de
las iniciativas y acciones que se pueden emprender para alcanzar exigencias o
conquistas sectoriales, sea la sociedad que busque imponer sus propias
exigencias, muy por encima del ideario y los propósitos de transformación que
paulatinamente se van distorsionando y envileciendo, ante una cada vez más
acorralada gestión gubernamental que parece haber perdido la iniciativa, para
dar lugar a reacciones instintivas, irreflexivas, generalmente tardías y
violentas, pero sobre todo improvisadas que provocan exactamente todo lo
contrario de lo que debería esperarse.
El
gobierno no parece darse cuenta que cada vez más entra en la lógica de “apagar
conflictos y firmar acuerdos” (que terminaron siendo el despeñadero de los
gobiernos derechistas y neoliberales del pasado), y al mismo tiempo pretende
inducir en el imaginario social y recrear artificialmente, a una derecha
inexistente, derrotada, sin propuestas y sin liderazgo; como si la referencia a
un “fantasma” (a todas luces inexistente), pudiera espantar al mismo tiempo, a
aquellos supuestos enemigos, pero sobre todo a su propia incompetencia e
incapacidad para mantener el liderazgo y la iniciativa en el proceso que el
pueblo espera.
Sociólogo, boliviano. Cochabamba – Bolivia, Julio 12
de 2012.
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