Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo D. Villanueva Imaña (*)
Es un hecho
histórico por demás conocido que la colonización de los países del sur,
denominados en décadas pasadas como del “tercer mundo” (es decir un tipo
de mundo tan diferente del modelo civilizatorio occidental imperante que ni
siquiera podía ser concebido dentro de su escala de desarrollo); estuvo
caracterizada principalmente por el uso de la violencia más descarnada,
inclusive en las esferas más impensadas como suelen constituir lo
simbólico-religioso y lo ritual.
No por nada
por ejemplo, las imágenes de la cruz y la espada son recurrentes para referirse
a aquellos hechos de brutal muerte, genocidio, sometimiento y pérdida de
libertad en diversos órdenes que impusieron los colonizadores.
Estos
acontecimientos históricos contrajeron y sobrepusieron una doble tarea a los
pueblos sometidos para alcanzar su liberación: no basta únicamente con
liberarse de las cadenas de la explotación impuesta por el sistema capitalista,
sino que al mismo tiempo había que encarar la lucha para liberarse de las
cadenas impuestas por el coloniaje y el sometimiento colonial.
A su turno,
en vista de que se trata de la imposición por la violencia de un doble sistema
de explotación (capitalista) y sometimiento (colonial) sobre los pueblos y las
naciones colonizadas; también se puede comprender con mayor facilidad por qué
los pueblos indígenas y el campesinado constituyen los sectores sociales más
afectados entre las clases explotadas, porque deben soportar tanto la
explotación impuesta por el sistema económico interno, pero además la negación
y pérdida de su identidad y las libertades que contrae la colonización. Es,
podría decirse también, el origen del colonialismo interno por el cual la
sociedad y especialmente las clases dominantes, adoptan prácticas y reproducen
mecanismos propios del coloniaje, en su afán por mantener un sistema de
privilegios y ventajas sobre las clases subalternas explotadas y sometidas, siendo
que a su turno mantienen vínculos de sometimiento y son tributarios del sistema
colonial impuesto.
Con la
consolidación del sistema capitalista y el surgimiento del imperialismo, la
dominación y el sometimiento adquieren un carácter más global, donde inclusive
sus clases dominantes pasan a constituir sectores dominados por el imperialismo
y la neocolonización, abriendo de esta manera nuevas facetas y nuevas
dimensiones a las tareas de liberación nacional. Por esta razón, no es
suficiente alcanzar la independencia nacional y las libertades democráticas,
propias del periodo republicano liberal; se hace indispensable recuperar la
soberanía nacional sobre los recursos naturales, liberarse del sometimiento
imperialista, luchar contra el sistema capitalista neoliberal y deshacerse de
las prácticas coloniales impuestas. Es decir, que la liberación nacional y la
descolonización implican no solo luchar contra el sistema y los sectores
dominantes (tanto nacionales como emergentes del imperialismo), sino contra nosotros
mismos y contra las prácticas coloniales adoptadas, que han sustituido y
anulado nuestra identidad y nuestros valores. De otra forma (en el mejor de los
casos), solo alcanzaríamos a enfrentar y derrotar al enemigo externo, para
terminar reproduciendo un nuevo sistema de explotación y dominio, en base al
establecimiento y emergencia de nuevos sectores dominantes.
Ahora bien,
este muy sucinto recuento del proceso de colonización (porque es claro que no
debe ser entendido como un hecho puntual referido a la llamada “conquista
española”), que sucesivamente va adquiriendo nuevas y más complejas expresiones
sobre los pueblos y los sectores sociales dominados de países como el nuestro;
pretende contribuir al esclarecimiento y descripción de algunas expresiones de
colonialismo que persisten aun en el proceso de cambio y transformación, así
como el punteo de algunas tareas pendientes que parecen estar quedando en el
olvido.
Violencia y
conflictividad nacional.
La creciente
proliferación de conflictos sociales, principalmente en la gestión 2011, ha
dado lugar a diverso tipo de interpretaciones y explicaciones. Se ha sostenido,
no sin razón, que los conflictos sociales (y por tanto el uso de la violencia
que suelen contraer), son connaturales a las sociedades vivas y dinámicas,
precisamente porque dan cuenta de esa dinamicidad. En el caso de sociedades
como la nuestra, que se encuentra en un proceso de cambio y transformaciones,
se ha señalado que la conflictividad es el motor de dichos cambios, etc. Sin
embargo, también es importante resaltar que la violencia y el conflicto no solo
son expresión de las contradicciones de una sociedad, sino también el
método/instrumento que tradicionalmente ha utilizado y utiliza el poder
colonial para someter al colonizado.
La violencia
ejercida sobre el colonizado (especialmente sobre pueblos indígenas y
campesinos que históricamente han constituido los sectores más afectados por
este proceso de sometimiento, anulación de sus identidades e intento de
deshumanización), es la forma común de colonización y neocolonización que se
expresa de múltiples formas, que van desde la propia violencia material y
física, hasta la opresión, discriminación, exclusión y racismo que caracteriza
estas prácticas.
La violencia,
por tanto, no solo constituye la principal herramienta de dominación y
sometimiento de los colonizadores, es también la principal consecuencia que
conocen y sufren los pueblos y sectores colonizados. Es decir, no solo es un
medio, un arma de sometimiento de los colonizadores; también es la causa que
origina la furia y el odio acumulado que el colonizado alimenta contra su
opresor y que, a la postre, constituirá la fuerza para buscar su liberación.
De esa forma,
el uso de la violencia no solo expresa el sometimiento que sufren los
colonizados, sino también su ansia de liberación. Por ese motivo es posible
comprender que algunas (o muchas) veces, la violencia y el conflicto es
utilizada como arma corriente en contra de todo aquello que sienten que los
amenaza (inclusive contra aliados potenciales o directos), porque constituye la
única arma que conocen, puesto que ha sido siempre la forma cómo los han
sometido.
Si bien este
razonamiento permite explicar (aunque no justificar) el fenómeno de la
conflictividad y el uso creciente de la violencia que se ha ido convirtiendo
cada vez más en un arma corriente utilizada por diversos sectores sociales;
aquí es importante subrayar con el énfasis debido, cuando a su turno es el
propio gobierno de un proceso de transformación y cambio, quien utiliza
mecanismos similares para resolver los conflictos y la violencia emergente.
Al margen de
los hechos de violencia protagonizados por organismos de seguridad del Estado
que se efectuaron en el pasado, inclusive cobrando vidas humanas como en
Caranavi, Huanuni, Chaparina, etc., también debe reflexionarse en torno a las
acciones de división, separación, prebendalización, descalificación y de ataque
que se ha optado por utilizar por parte del gobierno plurinacional; porque
expresan y traducen resabios coloniales y colonialistas que corresponden ya no
a un gobierno y a un Estado plurinacional, sino a los nuevos sectores que
buscan dominar y constituirse en la nueva clase hegemónica. No otra cosa puede
concluirse si, sabiendo que la violencia es la principal forma de dominación y
colonización; entonces mal se puede promover el rechazo, el odio y la reacción
que provocan los actos de división, prebendalización y descalificación a los
que se somete a sectores sociales que reclaman por sus derechos, siendo que esencialmente
deberían constituir los aliados naturales y protagónicos del Estado
plurinacional en construcción.
Es más, se
descarta el hecho de que si la violencia y el conflicto es la principal forma
de dominación y colonización; entonces debería ser claro que la fuerza y la
unión de los sectores tradicionalmente colonizados, sometidos y explotados,
deberían ser una de las principales herramientas de su liberación y de la
liberación nacional. No parece entenderse que si los sectores sociales
sometidos por el neocolonialismo y la explotación capitalista permanecen
divididos y separados, solo serán caldo de cultivo de nuevos sectores
dominantes que buscarán mantener su condición de sometimiento y evitar que
adquieran la fuerza necesaria para liberarse.
Se parece
olvidar que para alcanzar una verdadera liberación nacional no solo debe
garantizarse y promover la fuerza y la unidad de los sectores sociales
sometidos por el (neo) colonialismo, sino que en contrario de promover y
efectuar su descalificación y marginamiento del proceso, debería garantizarse
la construcción y fortalecimiento de un bloque social plurinacional no
excluyente ni sectario. Por eso, la ausencia o exclusión de los pueblos
indígenas y el proletariado de la COB en este bloque resulta inadmisible e
inexplicable, en vista de que se anula y debilita la fuerza y unidad de los
sectores populares para cumplir con las tareas de liberación nacional y, lo que
es peor, solo se habrá dado paso a las condiciones para el establecimiento de
una nueva casta o sector dominante.
Modelo de
desarrollo y liberación nacional.
En
correlación directa con al anterior razonamiento, deberemos coincidir que la
composición social del bloque social no solo da cuenta de su potencial
ideológico y su capacidad transformadora; sino que también muestra muy
diáfanamente la orientación y forma de relacionamiento con la naturaleza. El
cooperativismo minero por ejemplo, es una muestra clara y perversa de la
depredación, el extractivismo y el individualismo capitalista, que se contrapone
frontalmente a lo que representan los pueblos indígenas que históricamente han
mantenido una relación armoniosa con la naturaleza y los recursos naturales. Lo
mismo ocurre al analizar las otras clases como el proletariado, el campesinado
y los colonizadores, etc. Por ello se afirma que la composición del bloque
social no solo da lugar a una forma de relacionarse e interactuar con el Estado
y la sociedad (por el contenido social y los intereses de clase que
representan); sino también a una forma de relacionarse e interactuar con la
naturaleza. La importancia de resguardar la participación de sectores sociales
que aseguren una relación armoniosa con la naturaleza, está relacionada con la
necesidad de construir un modelo alternativo al capitalismo, al mismo tiempo de
luchar contra las prácticas coloniales persistentes que continúan buscando la
exclusión y sometimiento de este sector tan importante.
En otras
palabras, se puede señalar que dependiendo de la composición social y
étnico-cultural del bloque social, también dependerá su orientación ideológica,
su capacidad revolucionaria y sus reales posibilidades para cumplir las tareas
de liberación nacional y la construcción de un modelo alternativo al
capitalismo depredador, que se ha dado en llamar socialismo comunitario para
Vivir Bien.
La
importancia de asegurar y resguardar la participación y presencia en el bloque
social de los sectores populares que cuentan con potencial revolucionario, está
en directa proporción y equivalencia con la necesidad estratégica de contar con
los pueblos indígenas; porque ellos constituyen el baluarte imprescindible para
establecer y mantener una relación armoniosa con la naturaleza, que constituye
la base indispensable para la construcción de un nuevo paradigma alternativo
para Vivir Bien, en contraposición al capitalismo salvaje, depredador y
extractivista.
Ahora bien,
asumiendo que el bloque social referido y que originalmente dio inicio al
proceso de transformación democrático cultural boliviano, será reconstituido
(salvo el riesgo de sufrir las consecuencias también anotadas); es importante
referirse al modelo de desarrollo que se adoptará para cumplir tanto las tareas
de liberación nacional y descolonización, como de lucha contra el capitalismo.
A este
respecto existe un muy rico y largo debate que, según entiendo, ha coincidido
con el criterio de que debe lograrse un cambio en la matriz productiva del
país. Por ejemplo, durante los años de la revolución del 52 y décadas
subsiguientes, se ha discutido y subrayado con insistencia que para superar “el
país de pastores” que nos caracterizaba, las corrientes nacionalistas
(incluyendo a René Zavaleta Mercado), consideraban que lo que permitiría
la liberación del país, era el establecimiento de una industria pesada (siderurgia)
y la transformación e industrialización de los recursos hidrocarburíferos del
país.
Al parecer,
en el plano de las ideas (porque una cosa es plantear la transformación de la
matriz productiva y la industrialización de las materias primas y otra cosa es
hacerlo), este mismo pensamiento persiste hoy día cuando encaramos las tareas
de transformación democrático cultural. Sin embargo, en esa perspectiva, quedan
algunos desafíos que valdría la pena abordar, puesto que tienen que ver con la
forma cómo se encarará este proceso. Es decir, cómo se lleva en la práctica las
tareas del cambio de la matriz productiva, sin afectar el objetivo de la
liberación nacional y la descolonización. Por ejemplo, nos referimos a desafíos
como los siguientes:
·
Se
insiste muy reiteradamente que el cambio de la matriz productiva debe
realizarse necesariamente sobre la base del fomento a la inversión extranjera.
Ello contrae el riesgo de someter la soberanía e independencia nacionales
(nuestra libertad) a los interés transnacionales; sin embargo, la pregunta que
queda es por qué no podemos plantearnos que dicha transformación de la matriz
productiva pueda orientarse de tal forma que utilice los recursos y la
capacidad interna propios. Que la construcción de nuestro futuro pueda basarse
en el esfuerzo, el ahorro y las fuerzas internas disponibles.
·
También
hemos tenido la capacidad de plantear y esbozar un paradigma alternativo al
capitalismo salvaje y el neoliberalismo extractivo; sin embargo, al mismo
tiempo, se puede advertir que el desarrollo del país está cada vez más
dependiente y supeditado a la inversión extranjera, el capitalismo
transnacional y el modelo de desarrollo occidental extractivista, como si se
tratase de la única vía de desarrollo posible. Entonces, por qué no actuar en
consecuencia a los planteamientos del Vivir Bien en armonía con la naturaleza y
la defensa de los derechos de la Pachamama que el gobierno plurinacional
propugna en los foros internacionales, sabiendo que los principios de solidaridad,
complementariedad, reciprocidad e intercambio no son formulaciones teóricas o
postulados abstractos, sino prácticas cotidianas de pueblos y comunidades que
forman parte de nuestra sociedad.
Finalmente
para terminar estos apuntes y cuando reflexionamos acerca del por qué nuestra
sociedad y nuestro gobierno continuamos reproduciendo prácticas que desdicen lo
que planteamos y se encuentran en franca oposición de lo pensamos (sea en el
plano de la violencia y del conflicto, o de la construcción de un nuevo
Estado); quizás deberíamos preguntarnos si en el fondo (lo mismo que quienes
han perdido su libertad y se encuentran sometidos por algún tipo de servidumbre
o colonialismo), sentimos miedo de liberarnos y perder aquella seguridad que
por muy inhumana que pudiese parecer, finalmente nos otorga aquellas mínimas
condiciones de sobrevivencia y subsistencia, pero dependiente de una voluntad
externa que nos domina o de una nueva fuerza dominante que se impone.
(*)
Sociólogo, boliviano. Cochabamba – Bolivia, Julio 3 de 2012
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