Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Visão
Traducido por Antoni Jesús Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez. |
¿A qué izquierdas me
dirijo? A los partidos y movimientos sociales que luchan contra el
capitalismo, el colonialismo, el racismo, el sexismo y la homofobia, y a
toda la ciudadanía que, sin estar organizada, comparte los objetivos y
aspiraciones de quienes se organizan para luchar contra estos fenómenos.
Es un público muy amplio, sobre todo porque incluye a quienes llevan a
cabo prácticas de izquierda sin considerarse de izquierda. Y, sin
embargo, parece tan pequeño.
En las últimas semanas, las
izquierdas han tenido la oportunidad de experimentar la riqueza global
de las alternativas que ofrecen y de identificar bien las fuerzas de
derecha a las que se oponen. Por desgracia, esta oportunidad ha sido
desperdiciada. En Europa, las izquierdas estaban avasalladas por las
crisis y urgencias de lo inmediato y, en otros continentes, los medios
de comunicación ocultaban lo novedoso y de izquierda que flotaba en el
ambiente.
Me refiero a la Conferencia de Naciones Unidas Río+20 y
a la Cumbre de los Pueblos celebradas en Río de Janeiro. La primera
tuvo lugar en Barra de Tijuca y la segunda en el parque de Flamengo.
Eran pocos los kilómetros que separaban ambos eventos, pero había un
océano de distancia política entre ellos. En Barra, se encontraban los
gobiernos y la sociedad civil obediente, incluyendo las empresas
multinacionales que cocinaban los discursos y organizaban el cerco a los
negociadores oficiales. Allí la derecha mundial dio un espectáculo
macabro de arrogancia y cinismo ante los desafíos ineludibles que
plantea la sostenibilidad de la vida en el planeta. Ningún compromiso
vinculante para reducir los gases del efecto invernadero, ninguna
responsabilidad diferenciada para los países que más contaminan, ningún
fondo para el desarrollo sostenible, ningún derecho de acceso universal a
la salud, ninguna suspensión de patentes farmacéuticas en situaciones
de emergencia y pandemias. En lugar de ello, la economía verde, el
caballo de Troya del capital financiero para gestionar los bienes
globales y los servicios que la naturaleza nos presta gratuitamente.
Cualquier ciudadano con conciencia ecológica entiende que la manera de
defender la naturaleza no es venderla y no cree que los problemas del
capitalismo puedan resolverse con más capitalismo. Pero eso fue lo que
los medios de comunicación llevaron al mundo.
Por el contrario,
la Cumbre de los Pueblos fue la expresión de la riqueza del pensamiento y
las prácticas impulsadas por movimientos sociales de todo el mundo para
lograr que las generaciones futuras disfruten del planeta en, al menos,
las mismas condiciones de las que disponemos.
Hubo millares de
personas, centenares de eventos, un conjunto inagotable de prácticas y
de propuestas de sostenibilidad. Algunos ejemplos: defensa de los
espacios públicos en las ciudades que prioricen lo peatonal, la
convivencia social, la vida asociativa, con gestión democrática y
participación popular, transportes colectivos, huertos comunitarios y
plazas sensoriales [1]; economía cooperativa y solidaria; soberanía
alimentaria, agricultura familiar y educación para la alimentación sin
el uso de agrotóxicos; nuevo paradigma de producción-consumo que
fortalezca las economías locales articuladas translocalmente;
sustitución del PIB por indicadores que incluyan la economía del
cuidado, la salud colectiva, la sociedad decente y la prosperidad no
asentada en el consumo compulsivo; cambio en la matriz energética basada
en las energías renovables descentralizadas; sustitución del concepto
de capital natural por la naturaleza como sujeto de derechos; defensa de
los bienes comunes, como el agua y la biodiversidad, que solo permiten
derechos de uso temporal; garantía del derecho a la tierra y al
territorio de las poblaciones campesinas e indígenas; democratización de
los medios de comunicación; tributación que penalice las actividades
extractivas y a las industrias contaminantes; derecho a la salud sexual y
reproductiva de las mujeres; reforma democrática del Estado que elimine
la pandemia de la corrupción e impida la transformación en curso del
Estado protector en Estado depredador; transferencias de tecnología que
atenúen la deuda ecológica.
Si quieren tener futuro, las
izquierdas deben adoptar el futuro contenido en estas propuestas y
transformarlas en políticas públicas.
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